Desear es peligroso
La noticia dio la vuelta al mundo: Maluma recib¨ªa su primer avi¨®n. ¡°Los sue?os se cumplen¡±, dijo. Qu¨¦ tremendo que tus sue?os sean tener un jet privado.
SEGURO QUE lo vieron: Maluma, el famoso cantante colombiano, rompi¨® a llorar, emocionad¨ªsimo, al recibir su primer avi¨®n privado, y la noticia dio la vuelta al mundo. Por cierto, todos dec¨ªan lo mismo: su ¡°primer¡± avi¨®n privado, como si de ahora en adelante fuera a ir atesorando una flota completa (si se ha puesto as¨ª por un avioncito de 14 plazas, lo que berrear¨¢ cuando llegue al Airbus).
Vaya imb¨¦cil, pens¨¦ cuando lo le¨ª. Y luego, tambi¨¦n, qu¨¦ ingenuo, porque fue ¨¦l mismo quien public¨® las im¨¢genes en sus redes, alardeando de pajarraco y de l¨¢grimas sin darse cuenta de la penosa impresi¨®n que produc¨ªa. Este chico es el mismo que tuvo problemas por sus letras machistas; quiero decir que muy dotado de cacumen no parece que est¨¦. Y, en efecto, le atizaron bastante en todas partes, sobre todo, y con raz¨®n, por ese exhibicionismo econ¨®mico en un mundo tan lleno de desigualdades, carencias e infortunio. El precio de un jet privado como el suyo oscila entre 20 y 22 millones de euros, un lujoso derroche del que resulta obsceno vanagloriarse.
Ahora bien, se dir¨ªa que a la mayor¨ªa de sus fans les encant¨® el mensaje. S¨®lo en Instagram tiene 46 millones de seguidores. Este descerebrado es modelo de vida para muchos j¨®venes, es una figura aspiracional con la que medirse. Si no consigues tu propio avi¨®n privado antes de los 30 a?os, t¨ªo (el cantante tiene 25), eres un pringado.
Pero lo peor es que el pobre Maluma tan s¨®lo est¨¢ llevando hasta un extremo caricaturesco la realidad en la que todos vivimos. Creo que no sabemos desear. La sociedad de consumo, que est¨¢ cada d¨ªa m¨¢s acelerada, se alimenta de nuestros deseos: los parasita, los secuestra, los convierte en una compulsi¨®n tan resonante y vac¨ªa como una campana. El d¨ªa del avi¨®n y los lagrimones, Maluma declar¨®: ¡°Los sue?os se cumplen¡±. Qu¨¦ tremendo que a los 25 a?os tus sue?os sean tener un jet privado, piensas al leerlo. Y te dices: a m¨ª se me ocurrir¨ªan much¨ªsimas otras cosas. ?S¨ª? ?Qu¨¦ otras cosas? ?Qu¨¦ deseas de verdad en la vida? ?Qu¨¦ has obtenido? ?Y qu¨¦ ha sucedido cuando lo has obtenido?
Ya conocen la famosa frase de Santa Teresa: ¡°M¨¢s l¨¢grimas se vierten por las plegarias atendidas que por las no atendidas¡±. Muy cierto; hay deseos cumplidos que pueden llevarnos a la cat¨¢strofe. Maluma debe de creer que poseer un avi¨®n es poseer el triunfo; a¨²n no sabe que el ¨¦xito no es un lugar al que llegues y en el que puedas quedarte, no es un objeto de tu propiedad, sino que es un atributo de la mirada de los otros, te lo dan y te lo quitan azarosamente. A Maluma le queda mucha vida por recorrer; llorar a los 25 por su ¡°primer¡± avi¨®n me temo que es un augurio de m¨¢s l¨¢grimas, y no de dicha.
Desear es una actividad de alto riesgo: las filosof¨ªas orientales lo saben muy bien, y por eso construyen su camino hacia la felicidad por medio de la supresi¨®n del deseo. Sin deseo, dicen, no hay frustraci¨®n ni sufrimiento. Es la antigua ataraxia (que significa ausencia de turbaci¨®n) de los fil¨®sofos estoicos y epic¨²reos. Las pasiones y los deseos, sosten¨ªan, nos llenan de dolor. La ¨²nica dicha posible pasa por enfriarlas y apagarlos.
Yo soy hija de Occidente, una cultura mercantil basada en el deseo, de manera que a m¨ª esta imperturbabilidad extrema me resulta ajena y hasta un poco angustiosa; me parece la paz del cementerio, porque para m¨ª el deseo es vida. Pero es cierto que se trata de una materia radiactiva; que va asociado inevitablemente a una cuota de frustraci¨®n que hay que aprender a digerir; y que, adem¨¢s, el deseo es la espina dorsal de nuestra existencia, es decir, algo muy importante. Algo que hay que pensar y elegir muy bien.
Pero no parece que tengamos mucho tiempo de reflexi¨®n en nuestros d¨ªas. Yo creo que m¨¢s bien vamos como cohetes por la vida, vamos desarbolados y desnortados actuando sin pensar, y, m¨¢s que escoger nosotros los deseos, se dir¨ªa que los deseos nos escogen a nosotros, peque?os deseos artificiales, simulacros de deseos que se adhieren como garrapatas, ropas, vacaciones caribe?as, coches, ordenadores, todas esas cosas que nos devoran, en fin, y a las que ahora se suma el avi¨®n de Maluma como guinda rid¨ªcula pero coherente.
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