Firmar con el nombre
El mes pasado falleci¨® Gerd Bulthaup, el empresario alem¨¢n fue a la vez sobresaliente fabricante de cocinas, un industrial arriesgado, un impulsor, un inventor, un innovador y un cl¨¢sico. Uno de los ¨²ltimos de una estirpe que bautizaba con su propio nombre el trabajo de una vida
?Nombrar un estudio o una empresa con el propio nombre es un acto de vanidad o de responsabilidad? El tiempo en el que Nicola Romeo, Henry Ford, Michio Suzuki, Soichiro Honda o Enzo Ferrari bautizaron sus marcas prest¨¢ndoles su propia identidad parece haber quedado atr¨¢s. Aunque los empresarios del mundo del autom¨®vil no estaban solos en esa tradici¨®n ¡ªbasta recordar a Henri Nestl¨¦, Facundo Bacard¨ª o James Kraft¡ª, lo cierto es que, en las ¨²ltimas d¨¦cadas, el uso comercial del nombre propio parece haber quedado circunscrito al ¨¢mbito de la moda, la alta cocina y al de algunas galer¨ªas de arte.
Gerd Bulthaup (1944-2019) proyect¨® su inquieta identidad en la empresa que hered¨® de su padre y convirti¨® su apellido en sin¨®nimo del m¨¢ximo nivel de dise?o en cocina. El Rolls de las cocinas llegaron a apodar los dise?os Bulthaup, seguramente tambi¨¦n por el alto precio de las piezas o por ser, por lo menos durante a?os, las cocinas m¨¢s caras del mercado. El caso es que tambi¨¦n resultaron ser las m¨¢s inimitables. Profundamente inimitables: lo que vend¨ªan era lo bien que funcionaban, es decir, un servicio por encima de una forma. Por eso interesaron a cocineros de vanguardia ¡ªcomo Adri¨¢ o los hermanos Roca¡ª habituados a la implacable funcionalidad de las cocinas industriales. Bulthaup domestic¨® ese servicio. As¨ª, lo curioso del apasionado Gerd Bulthaup es que termin¨® asociando su elitista y caro producto de vanguardia a un cl¨¢sico, un producto al margen del tiempo.
Gerd ten¨ªa cinco a?os cuando su padre, Martin Bulthaup creo una f¨¢brica de cocinas. Eran funcionales, correctas, pero del tipo del que existe una f¨¢brica cada mil kil¨®metros. Cuando ¨¦l mismo se incorpor¨® al negocio, con casi 25 a?os, lo primero que hizo fue buscar la ayuda de los expertos. El dise?ador Otl Aicher escribi¨® los consejos que le dio en La cocina para cocinar. Libre de ornamentos y con la ¨²nica decoraci¨®n de los alimentos, con un centro con agua y fuego y luz natural. A partir de ah¨ª, entre el pragmatismo y la vanguardia, Gerd Bulthaup creci¨®. E hizo crecer a su empresa.
Para los a?os 90 ten¨ªa un producto perfecto. ?Qu¨¦ hizo entonces? Darle la vuelta. Invent¨® la cocina port¨¢til. Con el KWB, K¨¹chen Werk Bank ¡ªbanco de trabajo de la cocina¡ª ide¨® una pieza de mobiliario s¨®lida y, atenci¨®n, trasladable. La cocina era cara, pero se hab¨ªa convertido en un mueble m¨¢s: uno pod¨ªa llev¨¢rsela con una mudanza. A partir de ah¨ª, resuelta la funci¨®n en las superficies y organizados los interiores de la cocina, Gerd decidi¨® integrar esta estancia en el ¨¢mbito familiar. Reconocer su importancia como espacio para vivir: abrirla al comedor y, por qu¨¦ no, al sal¨®n. Lo ¨²ltimo que hizo Bulthaup fue recuperar el tacto, devolver a su empresa la relaci¨®n entre tecnolog¨ªa y artesan¨ªa que el mundo contempor¨¢neo no debe ni puede olvidar.
?Dio Martin Bulthaup su nombre a su empresa por vanidad o por responsabilidad? Fuera como fuese, Gerd Bulthaup los hizo crecer: la empresa y, por lo tanto, el nombre. Por eso consigui¨® algo m¨¢s. Asoci¨® para siempre su apellido con la idea de una cocina pr¨¢ctica, discreta, funcional, minimalista, perfecta. Y eterna. Descanse en paz.
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