En las actuales circunstancias
Lo prioritario es aumentar la tasa de crecimiento y para ello es necesario el crecimiento de la productividad. Cuando m¨¢s s¨®lido fue el Estado de bienestar fue cuando se hicieron reformas para ser m¨¢s competitivos
Existen claras diferencias entre los problemas fiscales de pa¨ªses como Grecia, Italia, Irlanda o Portugal, por citar alguno de los m¨¢s afectados por la reciente crisis, y los de Espa?a. Todos ellos tienen super¨¢vit primario, es decir, tienen super¨¢vit fiscal antes de contabilizar los intereses de la deuda p¨²blica, al igual que ocurre con el resto de los pa¨ªses de la zona euro. En Espa?a, tras 12 a?os de d¨¦ficits primarios, solo se espera alcanzar el equilibrio en el a?o 2019. Y mientras este d¨¦ficit persista, la deuda p¨²blica solo se podr¨¢ pagar emitiendo m¨¢s deuda, lo que llevar¨¢ a que esta no deje de crecer. Esto refleja el menor esfuerzo de consolidaci¨®n fiscal hecho por nuestro pa¨ªs, lo que explica en gran medida que nuestra tasa de crecimiento haya sido en los a?os recientes superior a la europea.
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Este tipo de desequilibrio fiscal nos hace incurrir en dos riesgos importantes. En primer lugar, el de estar menos preparados para afrontar una posible crisis o una recesi¨®n econ¨®mica. Si en las presentes circunstancias se produjera una recesi¨®n o una ralentizaci¨®n significativa del crecimiento, nuestro d¨¦ficit indefectiblemente aumentar¨ªa y volver¨ªamos a encontrarnos en una situaci¨®n semejante a la de la ¨²ltima crisis. Se puede alegar que es dif¨ªcil que se repita una crisis con la misma intensidad, pero hay que recordar que siempre ocurre lo que no se espera y que el impacto siempre sorprende.
Por ello, en un escenario de recesi¨®n moderada nuestro d¨¦ficit podr¨ªa volver a superar el 5% o 6% del PIB con la consiguiente reproducci¨®n de los problemas de financiaci¨®n que hemos conocido no hace mucho.
Tan importante como el ritmo de reducci¨®n de los d¨¦ficits es la forma en que ¨¦sta se consigue
Hoy por hoy, y a pesar de tener los tipos de inter¨¦s m¨¢s bajos de la historia, muchos de ellos negativos, y creciendo el doble que en Europa, nuestro d¨¦ficit supera a¨²n el 2% del PIB. Lo cual significa que no estamos en condiciones de poder usar est¨ªmulos fiscales para combatir una recesi¨®n. Es dif¨ªcil anticipar una recesi¨®n, pero prepararse en los buenos tiempos para los malos, algo equivalente a comprar un seguro, es una prioridad de una pol¨ªtica econ¨®mica prudente: tener super¨¢vits durante la expansi¨®n para poder incurrir en d¨¦ficits cuando amenace la contracci¨®n.
En las actuales circunstancias europeas, un segundo riesgo es el de la repetici¨®n de una crisis del euro. Esta podr¨ªa venir, por ejemplo, de Italia. Peri¨®dicamente sus pol¨ªticos coquetean o amenazan con la idea de abandonar el euro y sus compromisos. El mercado es plenamente consciente de este riesgo. El mayor coste de la deuda italiana tiene dos explicaciones: una es el temor de que sus d¨¦ficits no sean sostenibles; otra, la existencia del riesgo de abandono del euro y de redenominaci¨®n de la moneda.
Espa?a tiene un desequilibrio presupuestario mayor que el italiano, pero el compromiso de su Gobierno con la reducci¨®n de su d¨¦ficit y con el euro explica que los mercados den mejor trato a Espa?a que a Italia. Como consecuencia de ello y del apoyo del Banco Central Europeo, hoy no es necesario un plan de choque fiscal de r¨¢pida reducci¨®n del d¨¦ficit y de la deuda. Con tasas de crecimiento del PIB nominal superior a los tipos de inter¨¦s, es m¨¢s f¨¢cil alcanzar la sostenibilidad de la deuda p¨²blica. Pero s¨ª es necesario, y no es poco, comprometerse a esa reducci¨®n explicando c¨®mo y en cu¨¢nto tiempo se har¨¢, acertar con el ritmo, ni demasiado lento pero tampoco demasiado r¨¢pido como para provocar contracci¨®n.
En las actuales circunstancias pol¨ªticas de nuestro pa¨ªs no es f¨¢cil la ejecuci¨®n de una pol¨ªtica de este tipo. A pesar de los d¨¦ficits y de los aumentos de deuda, la percepci¨®n social es de haber vivido un largo periodo de fuerte austeridad y de recortes. Hay, adem¨¢s, razones objetivas que justifican llevar a cabo pol¨ªticas sociales que fomenten la inclusi¨®n social y ayuden a los m¨¢s afectados por la crisis y la globalizaci¨®n. ?C¨®mo negar la necesidad de un plan contra la pobreza infantil y, en general, de luchar contra la creciente brecha educativa que por clases sociales separa a la educaci¨®n de los ni?os espa?oles?
Pero para ejecutar este tipo de pol¨ªticas sociales lo prioritario es aumentar la tasa de crecimiento econ¨®mico y para ello es necesario el crecimiento de la productividad y que, en general, mejore el proceso de asignaci¨®n de recursos. Cuanto mayor sea el aumento del gasto social a corto plazo, m¨¢s necesario es garantizar la ortodoxia financiera y m¨¢s urgente la ejecuci¨®n de reformas capaces de impulsar el crecimiento a largo plazo. La historia de las ¨²ltimas d¨¦cadas nos ense?a que cuando con m¨¢s solidez se desarroll¨® el Estado de bienestar fue cuando se fundament¨® en la introducci¨®n de cambios y reformas que nos hicieron ser m¨¢s competitivos. Los problemas de financiaci¨®n del gasto social surgieron cuando se abandon¨® el rigor y la ortodoxia, no al rev¨¦s. Ahora bien, tan importante como el ritmo de reducci¨®n de los d¨¦ficits es la forma en que esta se consigue. ?Debe ir el ajuste asociado a una mejora de la calidad del gasto, o solo a un aumento de la recaudaci¨®n fiscal? Puede ser inevitable o conveniente subir determinados impuestos, por ejemplo para descarbonizar nuestra econom¨ªa, pero no es dif¨ªcil entender que la peor forma de hacerlo en un caso como el espa?ol hoy es a trav¨¦s de aumentar la carga impositiva sobre los dos factores de producci¨®n, el capital y el trabajo, con el consiguiente impacto depresivo que ello tendr¨ªa, entre otros, sobre los animal spirits.
Si hacen falta m¨¢s viviendas, ?c¨®mo contribuir¨¢ a aumentar la oferta la introducci¨®n de controles sobre los alquileres?
Muchas de las propuestas fiscales y de otro tipo que hoy se barajan con las mejores intenciones no van en este sentido y solo parecen justificarse por razones electorales e ideol¨®gicas. Por ejemplo, si hacen falta m¨¢s viviendas, ?c¨®mo va a contribuir a aumentar la oferta de las mismas la introducci¨®n de controles sobre los alquileres? Algunas de las propuestas fiscales que se hacen solo se justifican alegando que castigar¨ªan a colectivos muy peque?os, pero no se fundamentan ni en la eficacia ni en la justicia de las mismas. Sus proponentes se equivocan, incluso, en el c¨¢lculo electoral porque alegan que solo afectar¨ªan a un 2% de la poblaci¨®n, pero es muy superior el porcentaje de los que las temen y rechazan.
El proyecto de generalizar un impuesto sobre el patrimonio, que ha ido siendo progresivamente abandonado por la mayor¨ªa de los pa¨ªses, en Espa?a lo fue ya en 2009 pero se reintrodujo en 2011, y solo existe hoy en tres pa¨ªses de la OCDE, es otro significativo ejemplo. Es un impuesto que tiene poca o ninguna justificaci¨®n econ¨®mica o efectividad fiscal y, adem¨¢s, en la pr¨¢ctica acaba castigando solo a los profesionales acomodados, porque ni los Gobiernos de izquierda ni los de derecha, es desde luego la experiencia espa?ola, son capaces de resistir la presi¨®n de los lobbies de los grupos m¨¢s pudientes para estar en la pr¨¢ctica exentos. Por otra parte, ?c¨®mo justificar hoy tipos impositivos sobre el patrimonio de hasta el 2,5%, Espa?a es el pa¨ªs con los tipos impositivos sobre el patrimonio m¨¢s altos, cuando la rentabilidad de la deuda p¨²blica es cercana a cero?
Por todo ello son pocas las ocurrencias y decisiones ideol¨®gicas, pero bastante la audacia y la capacidad de liderazgo que se necesita. Para ejecutar una pol¨ªtica de este tipo es necesario un Gobierno estable, con fuerza para defenderse de los grupos de presi¨®n y de los lobbies de izquierdas y de derechas que se opondr¨¢n indefectiblemente a muchas de las reformas y pol¨ªticas necesarias.
Es obvio que el programa de pol¨ªtica econ¨®mica a ejecutar es lo m¨¢s importante y, en este sentido, es necesario mantener la ret¨®rica y el discurso que los ¨²ltimos Gobiernos han mandado a Europa y a los mercados, que nos ha separado de Italia, y no la ret¨®rica populista que a veces se invoca, ni las ocurrencias de las que los Gobiernos se arrepentir¨¢n cuando llegue la pr¨®xima crisis. Como a un antiguo profesor m¨ªo le gustaba decir: ¡°Para lo que los economistas servimos es fundamentalmente para explicar que los Reyes Magos no existen¡±.
?scar Fanjul es economista.
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