El feliz aniversario del Maat, un nuevo s¨ªmbolo del turismo cultural lisboeta
La ¡®almeja¡¯ junto al Tajo y su puente sobre el tren abren una nueva ruta viajera para los que quieran huir del centro
Las ciudades del turismo profesional y del fin de semana ¡ªy Lisboa ya lo es¡ª necesitan atractivos continuos para seguir en la ola. Los congresos internacionales, sean odont¨®logos o tecn¨®logos, son una v¨ªa r¨¢pida, segura y lucrativa, pero ya es m¨¢s dif¨ªcil ser de esas ciudades a las que se viaja repetidamente ¡°porque siempre hay algo¡±. Ah¨ª, Lisboa a¨²n tiene un camino por hacer.
La alcald¨ªa lo sabe y lucha por descentralizar el turismo, sacarlo de la plaza de Comercio y el Chiado. No es f¨¢cil y varios intentos, por modestos, no consiguen sus objetivos. Es el caso del ascensor sobre el puente 25 de abril que, en realidad, apenas se eleva sobre el puente; o el prometido museo de art d¨¦co o la imperdonable par¨¢lisis del teatro San Carlos, uno de los ¨²ltimos teatros de ¨®pera del siglo XVIII, una joya de la arquitectura barroca teatral.
Donde el dinero p¨²blico no llega, a veces auxilia el privado ¡ªno en el caso del San Carlos¡ª; ah¨ª est¨¢n las fundaciones Gulbenkian y Champalimaud, sin embargo, en los ¨²ltimos cuatro a?os, quien m¨¢s se ha distinguido en ampliar la oferta cultural lisboeta ha sido la compa?¨ªa el¨¦ctrica EDP. La ribera del Tajo lleva su sello desde Cais de Sodr¨¦, con la sede levantada por Aires Mateus en 2015, hasta Alc¨¢ntara, con el Museo de Arte Arquitectura y Tecnolog¨ªa (Maat), obra de la brit¨¢nica Amanda Levete.
En los tres a?os que lleva funcionando, el Maat se ha convertido en un punto de reuni¨®n, un lugar donde citarse y, sobre todo, donde fotografiarse, bien turistas, bien reportajes de moda. De d¨ªa, su blanco inmaculado; de noche, seg¨²n la luz del sol, del agua y de su propia iluminaci¨®n, el edificio presenta colores cambiantes del dorado al esmeralda, gracias al reflejo sobre sus azulejos en relieve.
Si cada paseante que se ha fotografiado al lado, encima o debajo del Maat hubiera accedido a su interior, el museo ser¨ªa, sin duda, el m¨¢s visitado del pa¨ªs. Infelizmente no es as¨ª. El precio de acceso ya es una barrera para muchos, aunque sean cinco euros. La programaci¨®n en estos tres a?os de vida tampoco ha conseguido atrapar al p¨²blico, en general, ni siquiera al m¨¢s ligado a las nuevas corrientes art¨ªsticas, con especial incidencia en el videoarte.
Construir un edificio es, a menudo, m¨¢s f¨¢cil que llenarlo. La crisis econ¨®mica puso muchos ejemplos de contenedores sin contenido. Desde hospitales y polideportivos a, sobre todo, centros de exposiciones y auditorios. Fondos europeos o subvenciones p¨²blicas que llegan para contratar un estudio de arquitectura rutilante pero no para mantenerlos con vida, mucho menos a¨²n en el caso de los museos, que exigen una programaci¨®n continua novedosa y atractiva.
EDP, la primera compa?¨ªa el¨¦ctrica portuguesa, tiene dinero a espuertas para construir, como lo demuestran sus nuevos edificios y el que est¨¢ por venir. Otra cosa es el presupuesto para programar en el Maat. Pasados tres a?os de rodaje, incluso sustituida su direcci¨®n, al museo le queda por fijar la l¨ªnea program¨¢tica y atraerse a un p¨²blico hasta ahora mayoritariamente esquivo, que se refresca en el r¨ªo, se fotograf¨ªa, pasea por su techo y cruza el puente ondulante que salva trenes y coches para visitar los palacios semiderruidos de la calle Junqueira y acabar con la nuevas propuestas de LX Factory, en Alc¨¢ntara, donde pronto se instalar¨¢ el cocinero vasco, Eneko Atxa.
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