?A qui¨¦n se le ocurrir¨ªa invadir Egipto en pleno verano vestido con lana?
Jacinco Ant¨®n medita en su columna de opini¨®n sobre c¨®mo Napole¨®n influy¨® en la estrecha relaci¨®n entre la guerra, la vestimenta... y el hachis
La expedici¨®n de Bonaparte a Egipto, en 1798, re¨²ne dos de las cosas que m¨¢s me apasionan, Napole¨®n y el pa¨ªs del Nilo. ?Qu¨¦ puede resultar m¨¢s atractivo que juntar al corso y las pir¨¢mides, los h¨²sares y las momias, los chasseurs ¨¤ cheval y los camellos? La conquista de Egipto por las fuerzas de la Francia revolucionaria comandadas por ese astro ascendente y a¨²n no regordete y resabiado que era el conocido entonces como general Bonaparte fue una extraordinaria aventura.
La caballer¨ªa sigui¨® ce?ida y marcando paquete, lo que no contribuir¨ªa a la popularidad de los franceses. O puede que s¨ª
Entre otras cosas porque a ver c¨®mo se le pudo ocurrir a alguien invadir Egipto en verano. ?Y vestidos as¨ª! La expedici¨®n de Bonaparte, que se sald¨® con un fracaso militar y geopol¨ªtico, que se dice ahora, ha sido abordada de muchas maneras, y se ha destacado su importancia en el nacimiento de la egiptolog¨ªa (?gracias desde aqu¨ª, Napole¨®n!), pues con las tropas viajaba un contingente de cient¨ªficos y artistas, 167, entre ellos luminarias como Geoffroy Saint-Hilaire o Vivant Denon, los denominados sabios de Bonaparte, pioneros en estudiar sistem¨¢ticamente la civilizaci¨®n de los antiguos egipcios.
Me gustar¨ªa poder decir que hablamos por primera vez de la expedici¨®n desde el punto de vista de la vestimenta, pero no ser¨ªa verdad. De hecho, acabo de leer, en el estupendo n¨²mero que la revista de historia militar Desperta Ferro dedica a ese episodio, un art¨ªculo de Bruno Colson, profesor de Historia de la Guerra en la Universidad de Namur, que trata el tema de los problemas del ej¨¦rcito franc¨¦s con el vestuario en esa campa?a.
Colson explica c¨®mo no solo se las ingeniaron t¨¢cticamente para librar una guerra tan distinta de la europea, formando por ejemplo en cuadro para enfrentarse a los extraordinarios jinetes mamelucos, sino que modificaron su ropa. Llegaron mal vestidos para la ocasi¨®n y lo pasaron fatal. Hay que imaginar lo que deb¨ªa ser avanzar desde Alejandr¨ªa hasta El Cairo por el desierto en julio llevando uniformes de pa?o y lana, si adem¨¢s te disparaban. No te digo c¨®mo deb¨ªan apestar a sudor Desaix, Marmot y la 32? Demi-brigade de L¨ªnea, por ejemplo. Yo lo m¨¢s cercano que he estado es disfrazarme de Napole¨®n y bailar techno en una fiesta de mi cu?ado: insoportable.
Fiel a su capacidad para encargarse de todos los aspectos de la vida p¨²blica y militar, de meterse en todo, vamos, Napole¨®n cre¨® una comisi¨®n de vestimenta que recomend¨® cambiar la casaca de pa?o azul con fald¨®n cl¨¢sica de la infanter¨ªa por una chaqueta corta de algod¨®n sin solapas, mucho m¨¢s llevadera, un pantal¨®n de lino, m¨¢s fresquito, y un gorro tipo casquete, de tafilete, con visera, cubrenucas y pomp¨®n (detalle muy oh l¨¤ l¨¤) en lugar del acostumbrado bicornio.
He de decir que ese cambio de vestuario, que sin duda salv¨® a muchos soldados del sofoco y la insolaci¨®n, es algo que yo desconoc¨ªa. No dir¨¦ que los militares estuvieran m¨¢s elegantes, pero ir¨ªan m¨¢s c¨®modos. La caballer¨ªa sigui¨® siendo digna de verse, muy ce?ida y marcando paquete, lo que no contribuir¨ªa a hacer a los franceses m¨¢s populares. O, pens¨¢ndolo mejor, puede que s¨ª.
Bonaparte cre¨® un Regimiento de Dromedarios cuyos integrantes (los jinetes, no los camellos) mezclaban indumentaria beduina y europea casi 120 a?os antes de Lawrence de Arabia. En paralelo se dot¨® a los soldados de cantimploras m¨¢s grandes y de hojalata y se les recomend¨® el consumo de hach¨ªs (no es broma, lo explica el profesor Colson), con lo cual no era raro que cuando se produc¨ªa un ataque mameluco a las columnas francesas surgiera, mientras se formaba la defensa en cuadro, ese grito que se ha hecho c¨¦lebre y que a m¨ª siempre me ha sonado a cachondeo: ¡°?Los asnos y los sabios al centro!¡±.
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