Meghan Markle y el debate de c¨®mo debe ser la monarqu¨ªa
La llegada de la duquesa de Sussex a la corte brit¨¢nica reabre la reflexi¨®n sobre el modelo de la familia real en el siglo XXI
Que Meghan Markle (Los ?ngeles, Estados Unidos, 38 a?os) ha pasado de ser una atracci¨®n ex¨®tica a un cuerpo extra?o en el ecosistema de la monarqu¨ªa brit¨¢nica lo demuestra el duelo editorial que enfrenta a dos colosos como The Spectator y The New Stateman. La primera, con casi 200 a?os de historia, es la revista por excelencia del pensamiento conservador. La segunda, tambi¨¦n centenaria, es el basti¨®n semanal del pensamiento liberal y progresista. Basta con echar un vistazo a los titulares de los dos grandes ensayos con que han cubierto recientemente el fen¨®meno de la duquesa de Sussex para entender que el asunto ha desbordado el terreno de la prensa amarilla para convertirse en guerra cultural e ideol¨®gica. ¡°El comportamiento de Meghan y Enrique socava la monarqu¨ªa¡±, anunciaba en portada The Spectator. El ensayo, de la periodista Jan Moir, no se andaba con pa?os calientes. ¡°Nunca en la historia de la realeza se ha dilapidado de un modo tan r¨¢pido y atolondrado tanta buena voluntad de la opini¨®n p¨²blica (¡). El problema de Enrique y Meghan es que no pueden ser una cosa y la contraria, como todo el mundo se ha dado cuenta, excepto ellos mismos. Su rechazo a decidirse definitivamente entre una vida financiada por el contribuyente y una vida privada es la ra¨ªz de la actual tensi¨®n y de la cadena interminable de titulares despreciativos¡±, escribe Moir.
La contestaci¨®n viene, en las p¨¢ginas del New Stateman, de otra periodista: Tanya Gold. El silencio impuesto sobre Meghan se titulaba su art¨ªculo. ¡°Meghan es un regalo para la familia real. Su compromiso sin descanso con las causas p¨²blicas subsana la tibieza de Kate Middleton, cuya ¨²nica proyecci¨®n p¨²blica consiste en dejarse ver de compras en Waitrose [una cadena de supermercados con fama de urbanita y sofisticada]. Meghan es capaz de tejer enormes redes de encanto personal, y solo un ignorante puede pensar que una duquesa de raza mixta no es una imagen reconfortante para muchos ciudadanos. La idea de una monarqu¨ªa progresista puede parecer absurda, pero la idea de una monarqu¨ªa representativa no lo es en absoluto¡±, contraataca Gold.
A diferencia de su cu?ada Kate, la duquesa de Cambridge y esposa del pr¨ªncipe Guillermo, segundo en la l¨ªnea de sucesi¨®n al trono, Meghan no dio tiempo a los brit¨¢nicos para que se acostumbraran a ella. Su noviazgo y matrimonio con el pr¨ªncipe Enrique tuvo un efecto rel¨¢mpago, y todas las ventajas de frescura y modernidad que los medios destacaron de una actriz estadounidense, divorciada, mestiza, independiente y poco acomodaticia se convirtieron pronto en reproches y cr¨ªticas. Los fot¨®grafos de la prensa tabloide insultaban a Lady Di con un ¨²nico objetivo: provocar su llanto, en busca de la instant¨¢nea definitiva. Con Meghan, de momento, no han llegado a tanto. Pero llevan un tiempo busc¨¢ndole las cosquillas, retroalimentados por un determinado p¨²blico cuya ojeriza se ve estimulada por las torpezas de la joven pareja. Es dif¨ªcilmente defendible de cara a la galer¨ªa un activismo ecol¨®gico casi fan¨¢tico con el uso de hasta cuatro jets privados en apenas 11 d¨ªas, durante sus vacaciones de verano. Aunque dos de ellos corrieran a cuenta del cantante Elton John. O romper con la tradici¨®n familiar de pasar unos d¨ªas de vacaciones con la reina en la residencia de Balmoral (Escocia), con la excusa de que el beb¨¦ Archie apenas ten¨ªa cuatro meses. Y dejarse fotografiar, unos d¨ªas despu¨¦s, en las gradas del estadio de Nueva York para ver a su amiga Serena Williams en la final del Open de EE UU de tenis.
Y, por supuesto, est¨¢ la Guerra de las rosas. Rumores que se inflan, atribuidos a fuentes an¨®nimas y dudosas, alimentan la rivalidad entre Kate y Meghan. La primera, siempre impecable, siempre dispuesta a lucir vestidos y complementos de dise?adores del Reino Unido, siempre tan british en su compostura, tan discreta en su vida p¨²blica. La segunda, m¨¢s fiel a Givenchy o a Dior que a Stella McCartney, rodeada de amigos ex¨®ticos dispuestos a defenderla hasta el final como el matrimonio Clooney, la propia Serena Williams o Elton John. Y con todos sus supuestos errores elevados a la categor¨ªa de tragedia de Estado. Un correo electr¨®nico de madrugada a un miembro del servicio familiar se convierte en el claro ejemplo de un comportamiento desp¨®tico y arbitrario. Un descuido al agarrar en brazos a su reci¨¦n nacido es el s¨ªntoma de una madre descuidada. Y para rematar, unos kilos de m¨¢s que se resisten a desaparecer despu¨¦s de un primer embarazo se convierten en la prueba evidente del dudoso material gen¨¦tico de la reci¨¦n llegada a la familia real.
Meghan Markle se ha enfrentado de golpe al escrutinio diario al que son sometidos los miembros de la realeza brit¨¢nica (donde, a diferencia de Hollywood, las excentricidades no son un m¨¦rito sino un defecto); al poco disimulado rechazo de su identidad de un determinado p¨²blico consumidor de tabloides; a una prensa decidida a alimentar el morbo y el conflicto a la menor se?al, en busca de un evidente beneficio, y sobre todo, a una monarqu¨ªa que solo se expone a la modernidad con cuentagotas, y cuyo rasero es notablemente m¨¢s generoso con los esc¨¢ndalos protagonizados por los suyos que con los deslices de los advenedizos.
De viaje oficial a ?frica con Archie
Enrique y Meghan parten este lunes de viaje oficial al continente africano. Viajar¨¢n en vuelo comercial, para redimir sus pecados de verano. Y se llevar¨¢n con ellos al peque?o Archie, de cuatro meses. Est¨¢ previsto que haga all¨ª su primera aparici¨®n p¨²blica. Como ya ha ocurrido en otras ocasiones en la historia de esta familia, el camino hacia la expiaci¨®n comienza a miles de kil¨®metros del palacio de Buckingham.
Seg¨²n explica su cuenta de Instagram, "sus altezas reales se embarcar¨¢n en este viaje oficial en el que se centrar¨¢n en las comunidades, el liderazgo desde las ra¨ªces, los derechos de las mujeres y las ni?as, la salud mental, el sida y el VIH, y el medio ambiente".
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