Realidad y populismo sobre los impuestos
Tanto en la campa?a electoral como en los pr¨®ximos Presupuestos los espa?oles se merecen un debate sobre fiscalidad basado en la realidad. Hoy recaudamos m¨¢s que en 2007, pero tambi¨¦n gastamos m¨¢s
Los impuestos son el precio que pagamos por la civilizaci¨®n. En la selva no existen¡±. Esta conocida cita de Oliver Wendell Holmes, juez de la Corte Suprema de Estados Unidos, es la expresi¨®n de la necesidad de un sistema fiscal, por m¨ªnimo que sea, para que una sociedad se pueda organizar. Adem¨¢s, m¨¢s all¨¢ de un m¨ªnimo imprescindible, si una sociedad quiere un determinado nivel de servicios p¨²blicos tendr¨¢ que estar dispuesta a aportar los impuestos necesarios para pagarlos.
As¨ª, en los Estados de la Uni¨®n Europea, salvo excepciones, el nivel de impuestos, directos e indirectos, es muy superior al de Estados Unidos. Pero este es pr¨¢cticamente el ¨²nico sistema para que el Estado de bienestar sea muy superior en Europa, los niveles de desigualdad menores y, por ejemplo, el sistema sanitario cubra a pr¨¢cticamente toda la poblaci¨®n. En consecuencia, se puede observar que el mantra de que ¡°el dinero donde mejor est¨¢ es en el bolsillo del contribuyente¡± no es siempre cierto. Los espa?oles, a trav¨¦s de nuestros impuestos, financiamos una sanidad, seg¨²n los estudios de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, mejor que la estadounidense, entre otras, pero adem¨¢s, obviamente, m¨¢s barata. Traduciendo, el norteamericano medio paga mucho m¨¢s por seguros m¨¦dicos y tratamientos que un espa?ol, v¨ªa impuestos, para financiar la sanidad. Por supuesto, existen casos en los que el dinero del contribuyente se despilfarra o se malgasta, con lo que el planteamiento de que unos elevados impuestos siempre est¨¢n justificados es tambi¨¦n falso.
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Pese a estas verdades elementales, existe una creencia bastante extendida de que en Espa?a se pagan unos impuestos demasiado elevados, especialmente comparados con nuestros vecinos europeos. Este es el punto de partida del populismo fiscal de derechas: se pueden rebajar dr¨¢sticamente los impuestos, y as¨ª recaudar¨ªamos incluso m¨¢s. Aqu¨ª conviene no cerrar los ojos a la realidad. Y la realidad es que los impuestos indirectos en Espa?a est¨¢n entre los m¨¢s bajos de Europa. Pensemos tan solo en el precio del combustible que es m¨¢s barato en Espa?a que en todos nuestros pa¨ªses vecinos europeos. Esto es simplemente fruto de que los denominados impuestos especiales, sobre el alcohol, el tabaco y, especialmente, los carburantes, son simplemente los m¨¢s reducidos de Europa.
Eso s¨ª, el IRPF no es precisamente reducido, sino que est¨¢ entre los de mayor progresividad de Europa. Esto quiere decir, traduciendo, que los contribuyentes de rentas medias y medias altas declaradas pagan m¨¢s en Espa?a que en otros pa¨ªses. Aun as¨ª, hay bastantes pa¨ªses que recaudan m¨¢s que nosotros de sus impuestos directos: en recaudaci¨®n del IRPF estamos en la media. Algo similar se puede decir de la recaudaci¨®n de cotizaciones de seguridad social, que son el recurso p¨²blico m¨¢s importante. Un inciso, las cotizaciones no son exactamente un impuesto que se paga a cambio de nada, sino una aportaci¨®n que da derecho a una pensi¨®n en el futuro.
El estadounidense medio paga mucho m¨¢s por seguros m¨¦dicos y tratamientos que un espa?ol
Con todo esto, el lector se estar¨¢ preguntando c¨®mo es posible que con impuestos, al menos directos, que no son precisamente bajos, recaudemos menos que nuestros vecinos europeos. Esto se suele medir en t¨¦rminos de presi¨®n fiscal, es decir, el resultado de dividir la recaudaci¨®n total por impuestos y contribuciones sociales entre el producto interior bruto (todo lo que produce la econom¨ªa en un a?o). Aqu¨ª estamos claramente por debajo de la mayor parte de Europa. Una parte de la explicaci¨®n puede venir de un mayor nivel de fraude fiscal y econom¨ªa sumergida, pero no es la raz¨®n m¨¢s importante.
Se?alaba Adam Smith en La riqueza de las naciones que el trabajo de los habitantes de un pa¨ªs es la verdadera fuente de riqueza. Esto es particularmente cierto en lo que se refiere a la recaudaci¨®n de impuestos. Aproximadamente, el 85% de la recaudaci¨®n del IRPF proviene de las rentas del trabajo. Por otra parte, las cotizaciones sociales tambi¨¦n proceden del trabajo personal fundamentalmente. Si m¨¢s de la mitad de la recaudaci¨®n de las arcas p¨²blicas procede del trabajo personal asalariado, nuestra recaudaci¨®n depende del empleo. Y somos el segundo pa¨ªs con mayor tasa de desempleo de Europa, despu¨¦s de Grecia. En consecuencia, si tenemos impuestos indirectos m¨¢s reducidos, y adem¨¢s tenemos menos empleo que otros pa¨ªses, no es de extra?ar que recaudemos menos de los que nos gustar¨ªa.
Aun as¨ª, en estos momentos, la recaudaci¨®n de impuestos y cotizaciones sociales est¨¢ en r¨¦cord, aunque su crecimiento da signos de agotamiento. Esto no est¨¢ siendo suficiente para cerrar la brecha del d¨¦ficit: seguimos gastando m¨¢s de lo que ingresamos, aunque el d¨¦ficit se ha ido reduciendo desde 2009, con altibajos y con Gobiernos de distinto signo. Aunque recaudamos m¨¢s, al menos en t¨¦rminos nominales, que en 2007, cuando ten¨ªamos, en plena burbuja, un super¨¢vit del 1% del PIB, porque gastamos m¨¢s, especialmente en pensiones. Y esto no es una cuesti¨®n coyuntural, sino que iremos gastando cada vez m¨¢s en pensiones y sanidad a medida que nuestra poblaci¨®n envejece. No es precisamente una mala noticia que Espa?a tenga la segunda esperanza de vida m¨¢s elevada del mundo, pero tenemos que estar preparados para afrontar las consecuencias econ¨®micas.
En 2018 cerramos con un d¨¦ficit del 2,48% del PIB, que no es una cifra monstruosa, pero que habr¨ªa que reducir antes de que cambie el ciclo econ¨®mico. Esto no es un capricho: si no se reduce nuestra deuda, en t¨¦rminos reales, es decir, en relaci¨®n con el tama?o de nuestra econom¨ªa, cuando el ciclo va bien, y se dispara cuando las cosas van mal, entonces llega un momento en que la deuda es impagable e ingestionable. Si los mercados financieros, si nuestros acreedores perciben que eso puede pasar, cada vez nos financiaremos menos y m¨¢s caro. Esto es lo que le pas¨® a Italia, sin ir m¨¢s lejos, con el Gobierno de Di Maio y Salvini.
Si tenemos impuestos indirectos m¨¢s reducidos y, adem¨¢s, tenemos menos empleo que otros pa¨ªses, no es de extra?ar que recaudemos menos de los que nos gustar¨ªa
Reducir el d¨¦ficit solo se puede hacer, de forma ortodoxa, recaudando m¨¢s o gastando menos. Se puede recaudar m¨¢s porque mejoremos la coherencia de nuestro sistema fiscal, que ahora mismo es m¨¢s bien un conjunto deslavazado de impuestos. O bien, simplemente, se pueden subir los impuestos o crear otros nuevos. Esto es menos deseable, pero en cualquier caso subir impuestos tiene consecuencias econ¨®micas, y no son todas ellas positivas. Como se?alaba Keynes: ¡°Evitar los impuestos es el ¨²nico esfuerzo intelectual que tiene recompensa¡±. Hay muchos ciudadanos que cambiar¨¢n su comportamiento econ¨®mico, realizando un esfuerzo intelectual, para evitar impuestos. Esto significa que, al igual que recortar gasto p¨²blico a veces lastra el crecimiento y a menudo crea conflictos sociales, tampoco subir impuestos es gratis, ni social ni pol¨ªtica ni econ¨®micamente.
Este es el panorama fiscal que tiene Espa?a en este momento. Para afrontarlo se pueden realizar propuestas serias, y todas ellas tienen beneficios y costes asociados. Por supuesto, y eso no se puede obviar, tambi¨¦n hay un componente ideol¨®gico, porque los impuestos tambi¨¦n son pol¨ªtica. Pero frente a esta realidad tenemos populismo fiscal de izquierdas y de derechas. El populismo fiscal de izquierdas abomina de la estabilidad presupuestaria, y tambi¨¦n realiza estimaciones de fantas¨ªa en nuevos impuestos, que por supuesto solo pagar¨ªan ricos y grandes empresas. Con este planteamiento se podr¨ªan abordar grandes gastos sociales sin que el ciudadano medio pagase su coste. Por otra parte, el populismo fiscal de derechas, con la famosa curva de Laffer como estandarte, considera que todos los problemas se resuelven bajando impuestos, lo que incluso permite recaudar m¨¢s¡
Al final, esto no es hacer cuentas, o simplemente es hacer las cuentas del Gran Capit¨¢n. Y lo que no son cuentas, son simplemente cuentos. En los pr¨®ximos meses, tanto en la campa?a electoral como en los pr¨®ximos Presupuestos, cuando se forme Gobierno, los espa?oles se merecen un debate sobre impuestos basado en la realidad y no en propuestas populistas que no se pueden pagar. Si no es as¨ª, lo acabaremos pagando todos, y no precisamente barato.
Francisco de la Torre D¨ªaz es economista e inspector de Hacienda del Estado.
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