Geograf¨ªa
Hay disciplinas que nos dan lecciones que, de no conocerlas, tendremos que aprender en el d¨ªa a d¨ªa y de forma no siempre agradable
En el desprecio general que reciben las llamadas Humanidades tanto por parte de las autoridades educativas como de la sociedad espa?ola, que solo consideran interesantes las disciplinas que se traducen de inmediato en dinero, la Geograf¨ªa no iba a ser una excepci¨®n. Reducida a una enumeraci¨®n de accidentes (cabos, golfos, tipos de terreno, etc¨¦tera) o descripciones de la naturaleza a memorizar por el alumnado, ciertamente su inter¨¦s no alcanza el de las disciplinas cient¨ªficas ni el de esas tan de moda ¨²ltimamente por cuanto le garantizan a aqu¨¦l un bienestar econ¨®mico. Por cada ge¨®grafo que uno conoce hay cientos, miles de economistas, inform¨¢ticos y consultores de empresa.
La Geograf¨ªa, como la Historia, pas¨® ya hace mucho, por ello, al rinc¨®n de las asignaturas rom¨¢nticas, esas que tan solo estudian los alumnos sin ambici¨®n o capacidad o, peor, desorientados, que es tanto como decir fuera de la realidad. Y, sin embargo, nada mejor para conocer esta que esas materias ¡°improductivas¡± que, adem¨¢s de conocimientos, aportan una visi¨®n global de la vida humana, que de ah¨ª viene lo de Humanidades. ?C¨®mo se puede despreciar lo humano, que es lo que nos afecta a todos?
Pero es que, adem¨¢s, esas disciplinas tienen tambi¨¦n una aplicaci¨®n a la vida real y, por lo tanto, una rentabilidad econ¨®mica, pese a lo que considere una sociedad abducida por las tecnolog¨ªas modernas y por todo lo que suene a nuevo. La Geograf¨ªa, por ejemplo, nos da lecciones que, de no conocerlas, tendremos que aprender en el d¨ªa a d¨ªa y de forma no siempre agradable, como recientemente a los espa?oles nos ha vuelto a demostrar esa gota fr¨ªa mediterr¨¢nea que ha arrasado poblaciones y cultivos, incluso costado la vida a siete personas. Si en la planificaci¨®n de la construcci¨®n en esos lugares hubiera habido ge¨®grafos y no solo empresarios y arquitectos quiz¨¢ ahora no estar¨ªamos lamentando los efectos de un temporal que, no por inesperado y violento, era imprevisible, y lo mismo cabe decir del asentamiento de unas poblaciones y de las actividades a las que se dedican. Es f¨¢cil culpar al cielo, pero todos sabemos que la responsabilidad de las consecuencias de un temporal est¨¢ repartida entre la naturaleza y quienes dise?an los modos de poblamiento, quienes los ejecutan y quienes los autorizan. Y aqu¨ª est¨¢n incluidos todos, desde las autoridades hasta el ¨²ltimo agricultor de Orihuela o cualquier lugar de la geograf¨ªa espa?ola que por experiencia hist¨®rica sabemos que es susceptible de inundaci¨®n. Si adem¨¢s de a economistas e ingenieros, a constructores y emprendedores (como se llama ahora a los empresarios), a asesores de imagen y de oportunidad pol¨ªtica, los gobernantes pidieran consejo a ge¨®grafos e historiadores para tomar ciertas decisiones, quiz¨¢ no tendr¨ªan que lamentar despu¨¦s las consecuencias negativas de estas, con el coste econ¨®mico y en vidas humanas que a veces comportan.
Desde hace d¨¦cadas, gran parte de la poblaci¨®n espa?ola se est¨¢ concentrando en las zonas de costa, m¨¢s atractivas que las del interior. El problema es que en esa invasi¨®n no se est¨¢n teniendo en cuenta factores climatol¨®gicos y geogr¨¢ficos a la hora de construir en ellos, no digo ya ecol¨®gicos o de respeto al paisaje y al medio ambiente. Las autoridades han dejado hacer y todos se han aprovechado de ello al grito de ?tonto el ¨²ltimo! No es de extra?ar que la Geograf¨ªa haya sido arrinconada en el ba¨²l de los recuerdos en unos planes de estudios que reflejan los intereses de una sociedad a la que lo ¨²nico que le mueve es la econom¨ªa. Pero si no recibimos lecciones de Geograf¨ªa en el colegio nos las dar¨¢ despu¨¦s la naturaleza.
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