Derecho a elegir
La campa?a electoral no puede derivar en otro espect¨¢culo de crispaci¨®n
Este lunes los ciudadanos ser¨¢n convocados a las urnas por cuarta vez en cuatro a?os, una parte de los cuales ha transcurrido con Gobiernos en funciones y el resto con Ejecutivos incapaces de articular una mayor¨ªa parlamentaria para desarrollar un programa. Estos datos, por s¨ª solos, deber¨ªan bastar para que los candidatos que concurren el pr¨®ximo 10 de noviembre sean conscientes del car¨¢cter ¨²nico que revisten las pr¨®ximas elecciones. No en el sentido de que las preferencias de los ciudadanos puedan variar sustancialmente de las que han venido expresando en anteriores convocatorias, sino en el de que lo que est¨¢ en juego es la credibilidad de la clase pol¨ªtica y la eficacia del sistema constitucional. Aunque las instituciones establecidas por la Constituci¨®n de 1978 est¨¢n demostrando una admirable solidez frente a las crisis de diversa naturaleza padecidas durante los ¨²ltimos a?os, el da?o que se les puede infligir en esta ocasi¨®n podr¨ªa resultar particularmente grave porque no deriva del mayor o menor acierto con que las han gestionado los partidos, sino del hecho hasta hace poco inconcebible de que esos partidos est¨¦n poniendo en cuesti¨®n la posibilidad misma de gestionarlas.
El fracaso de la actual legislatura tiene responsables en distinto grado, y no es aceptable exculparlos; pero tampoco consentir que, como vuelven a pretender las maquinarias electorales, la inminente campa?a tenga como ¨²nico objeto se?alarlos, buscando nueva justificaci¨®n para perseverar en la estrategia paralizante de los vetos cruzados. Una de las razones por las que se ha llegado hasta aqu¨ª es, precisamente, porque los l¨ªderes y los partidos han cegado todas y cada una de las salidas que ofrec¨ªa la actual composici¨®n del Congreso en virtud de mezquinas incompatibilidades t¨¢cticas, no de diferencias de fondo entre sus respectivos programas. Y ello ha sido posible porque, durante los cinco meses malgastados desde las elecciones de abril, una impudorosa propaganda se ha apoderado del lugar de la pol¨ªtica, de manera que un pa¨ªs necesitado de reformas urgentes, y enfrentado a una compleja realidad interna e internacional, sigue a la espera de un diagn¨®stico de los problemas, as¨ª como de las alternativas para hacerles frente.
Editoriales anteriores
Los ciudadanos no deseaban otra campa?a ni otras elecciones para reiterar lo que ya han dicho con meridiana claridad, por lo que la nueva convocatoria a las urnas es un innecesario peaje impuesto por los l¨ªderes y los partidos para que el pa¨ªs recupere el pulso. Un peaje que ser¨¢ a¨²n m¨¢s innecesario, y, por esta raz¨®n, a¨²n m¨¢s irritante, si durante las pr¨®ximas semanas esos mismos l¨ªderes y esos mismos partidos repiten el espect¨¢culo de crispaci¨®n y de enfrentamiento con el que han escamoteado el ¨²nico debate que importa, y que se refiere no a sus respectivas ambiciones sino a las alternativas pol¨ªticas que ofrecen. Solo en el terreno de la propaganda se pueden seguir confundiendo las promesas con los programas, y solo en el de una lucha narcisista por el poder puede un candidato presentar a sus rivales como el problema y a s¨ª mismo como la soluci¨®n. Despu¨¦s de ser llamados cuatro veces a las urnas, los ciudadanos tienen merecido el derecho a elegir de una vez por todas, y entre otros m¨²ltiples asuntos, qu¨¦ reforma fiscal prefieren, y qu¨¦ educaci¨®n para sus hijos, y qu¨¦ financiaci¨®n auton¨®mica, y qu¨¦ soluci¨®n para la crisis territorial en Catalu?a, y qu¨¦ plan entre todos los posibles para afrontar un Brexit sin acuerdo.
Transferir a los ciudadanos la responsabilidad de resolver en las urnas el desacuerdo para formar Gobierno que no han sabido resolver sus representantes equivale a sembrar la semilla del populismo, y, en ¨²ltimo extremo, exponer al pa¨ªs al riesgo del antiparlamentarismo. Para conjurarlo solo existe un remedio, por m¨¢s que hoy resulte parad¨®jico: sobreponerse a la frustraci¨®n y acudir masivamente a las urnas.
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