?Deber¨ªan negarse los arquitectos a construir m¨¢s urbanizaciones? Una reflexi¨®n sobre el miedo y la soledad
Inauguramos con este art¨ªculo una serie sobre la soledad, la epidemia del siglo XXI, y una reflexi¨®n sobre nuestras ciudades. ?De qu¨¦ manera la arquitectura y el urbanismo pueden contribuir al problema o a la soluci¨®n?
En Espa?a hay casi cinco millones de personas que viven solas. Concretamente, y seg¨²n los ¨²ltimos datos del INE, en nuestro pa¨ªs hay 4.705.400 hogares unipersonales. Un 25% del total de hogares y m¨¢s del 10% de la poblaci¨®n espa?ola. Como es l¨®gico, el n¨²mero aumenta en los mayores de 45 a?os y a¨²n m¨¢s en los mayores de 65, pero la serie hist¨®rica va colonizando paulatina pero inexorablemente los segmentos intermedios de edad.
Los datos est¨¢n ah¨ª pero, en realidad, la soledad no es una entidad medible; es una respuesta emocional. El aislamiento puede producir soledad, y en gran medida lo hace, pero no es una factor necesario ni suficiente. La soledad como emoci¨®n negativa, como pesar, cruza como una apisonadora transversal por todos los estratos y todas las divisiones sociales. La sufren personas aisladas y personas rodeadas. La sufren exitosos y fracasados. Ancianos, ni?os y todo lo que hay en medio. La soledad es motivo de estudio filos¨®fico y literario desde las civilizaciones cl¨¢sicas hasta el cine reciente. Desde La Odisea de Homero hasta?Her de Spike Jonze. Sin embargo, es a partir del siglo XXI y el advenimiento de Internet como herramienta de conexi¨®n cuando la soledad comienza a estudiarse desde una perspectiva m¨¦dica.
Los expertos en salud p¨²blica lo consideran una forma de maltrato. Y la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) alerta de que es la epidemia de nuestra era. La pandemia de soledad. Y tiene perfecto sentido. Como afirmaba la estudiante de Harvard Hannah Shulze en su texto Lonelines: An Epidemic?, si el Reino Unido considera como epidemias las enfermedades de transmisi¨®n sexual, que afectan aproximadamente al 0,65% de la poblaci¨®n, no podemos m¨¢s que tratar igual una dolencia que, seg¨²n las encuestas, es sufrida por el 20% de la poblaci¨®n.
El 20%. Una persona de cada cinco. Viva sola en su casa o rodeada de gente. El problema no es estar solo; es sentirse solo. Es sufrir la soledad. Tal es su entidad que, en primavera de 2018, Theresa May cre¨® en Reino Unido un Ministerio de la Soledad (aunque no se ha vuelto a saber de aquel proyecto).
Un n¨²mero notable de art¨ªculos relacionan la soledad con la adicci¨®n a Internet, especialmente en Asia Oriental. De alguna manera, la hiperconexi¨®n digital no siempre enlaza, sino que, a veces, quiz¨¢ demasiadas veces, sirve como artefacto de aislamiento. Es decir, el territorio digital puede ser un campo de soledad. ?Y el territorio f¨ªsico? ?Es la arquitectura, y a¨²n m¨¢s, la conformaci¨®n de la ciudad contempor¨¢nea, responsable en alguna medida de la propagaci¨®n de la epidemia?
Si actualmente el 55% de la poblaci¨®n mundial vive en ciudades y se espera que para 2050 represente el 70%, la arquitectura y el urbanismo pueden elegir formar parte del problema o de la soluci¨®n.
La tiran¨ªa del miedo y el chal¨¦ unifamiliar
A los arquitectos nos gusta pensar que nuestros edificios siempre contribuyen al bienestar de sus usuarios en particular y de la sociedad en general. Creemos que la gente no sufre por nuestra culpa. Y as¨ª lo intentamos. Pero no siempre funciona. A veces es un defecto de la pieza arquitect¨®nica en s¨ª pero, en el caso de la soledad, el causante de que exista una arquitectura proclive a la epidemia es el villano principal de la civilizaci¨®n contempor¨¢nea, el monstruo invisible que lo rodea todo y lo modela todo: la cultura del miedo.
En una de las escenas m¨¢s relevantes de Bowling for Columbine, Michael Moore demuestra que la ¨²nica diferencia entre las casas de Michigan y las de Ontario es que las canadienses est¨¢n abiertas y las estadounidenses mantienen las puertas cerradas con 10 cerrojos detr¨¢s de vallas con carteles que pone: "Respuesta armada". Es decir, que si pisas en su c¨¦sped, es posible que te reciban con un disparo de escopeta. Moore nos dice que si tal diferencia existe en dos estados lim¨ªtrofes, es porque la cultura del miedo no campa en Canad¨¢ como lo hace en Estados Unidos, propagada d¨ªa y noche por los medios de comunicaci¨®n. Lo que el barbudo director no sab¨ªa es que, al mismo tiempo que nos propon¨ªa su tesis, nos ense?aba el objeto arquitect¨®nico n¨²mero uno de la cultura del miedo. El chalet unifamiliar.
El chalet unifamiliar, sea adosado, pareado o independiente, sea tras valla, en lo alto de la monta?a o abierto a la acera de un barrio residencial, es la esencia de un concepto que me gusta llamar casa-fortaleza. La casa como cenit del ultracapitalismo. El hogar entendido como espacio a defender, no como lugar para habitar.
Es l¨®gico que la casa-fortaleza sea el urbanismo predominante en el pa¨ªs m¨¢s capitalista y m¨¢s atemorizado del mundo. Salvo contadas excepciones, las ciudades norteamericanas se conforman en relativamente peque?os n¨²cleos urbanos rodeados de miles de acres de suburbios de chalets.
?Y c¨®mo se ha aceptado este tipo de urbanismo en Europa, donde la tradici¨®n es de ciudades compactas con calles comerciales y edificios de vivienda colectiva? Pues mediante la expansi¨®n del miedo. Si el miedo es el elemento de control psicosocial m¨¢s efectivo de la Humanidad, lo raro es que no hubiese permeado antes a trav¨¦s de nuestros medios.
Quiz¨¢ hace 17 a?os, cuando Moore estren¨® su documental, las televisiones europeas no escup¨ªan noticias tan alarmantes, pero piensen en el contenido de los telediarios del pasado verano: peleas callejeras, narcopisos, asesinatos, violaciones. Y eso sin entrar en la publicidad de empresas de seguridad, donde todo el mundo quiere robarte y/o meterse en tu casa mientras no instales su alarma. Todo lo que nos dicen contribuye a que tengamos miedo. Todo lo que nos dicen contribuye a que queramos defender lo nuestro. Nuestra familia, nuestras pertenencias, nuestra casa. Y qu¨¦ mejor manera de defenderla que separarla de las dem¨¢s.
Urbanizaci¨®n muralla: todo lo que necesitas para no salir
Claro, los chalets son muy caros, as¨ª que el urbanismo patrio ha inventado un hijo bastardo pero igualmente tendente a que tengamos miedo y estemos solos: la urbanizaci¨®n cerrada con patio central. La urbanizaci¨®n-muralla, suprema emperatriz de los PAU.
En este caso, el aislamiento arquitect¨®nico no est¨¢ tan atomizado en microelementos, sino que se agrupa en un conglomerado idealmente aut¨®nomo. La urbanizaci¨®n-muralla tiene sus propias pistas de p¨¢del y sus propios jardines y su propia piscina. En las m¨¢s modernas hay gimnasio, sala de juegos, guarder¨ªa y hasta gastrobar.
La urbanizaci¨®n-muralla es el producto perfecto para los no lugares: podr¨ªa levantarse en un barrio perif¨¦rico o en la estepa ¨¢rtica, pues est¨¢ preparada para que sus habitantes no necesiten salir. Y para que cuando lo hagan no sea a pie. En la urbanizaci¨®n-muralla hay puertas peatonales pero son conceptualmente irrelevantes porque a la urbanizaci¨®n se llega y se sale desde el garaje subterr¨¢neo. En coche. Manteniendo la muralla inalterada. El edificio es un mecanismo social impecable, pero tambi¨¦n puede ser aterrador.
Porque desde luego que la arquitectura ¡ªla casa o la urbanizaci¨®n¡ª no son factores determinantes de la soledad que experimente su usuario, pero s¨ª pueden facilitarla. Hay quien vive pl¨¢cidamente en su chal¨¦ compartiendo barbacoas con los vecinos y siendo una persona saludable y feliz, pero tambi¨¦n hay quien ha ca¨ªdo en el enga?o de la jaula de oro. Cuanto m¨¢s se considera a la casa ¡ªo a la urbanizaci¨®n¡ª como un santuario inexpugnable, m¨¢s solo se est¨¢.
Se dejan de tener vecinos porque los vecinos no son vecinos, son potenciales invasores. Peligrosos. Deben quedar fuera. El barrio desaparece. La comunidad se convierte en un territorio hostil. Solo existes t¨² y tu casa. Solo est¨¢s t¨² rodeado de una arquitectura que te hace creer que la has elegido pero, muy probablemente, te ha elegido ella a ti. Ni siquiera tes das cuenta de que no quieres estar solo; sufres la soledad.
Si quisieras estar solo, verdaderamente solo, hay arquitecturas mucho m¨¢s adecuadas. Y m¨¢s felices. Veremos algunas en el pr¨®ximo reportaje de esta serie.
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