Crimen y pancarta
La mayor¨ªa de estos asesinos son padres de familia, antiguos amantes, seres t¨®xicos en su intimidad emocional, en apariencia apenas conflictivos en lo social
La escena sucede al d¨ªa siguiente de que una mujer fuera asesinada a cuchilladas delante de sus hijos en Madrid. Y dos d¨ªas despu¨¦s de que en Galicia otra mujer, su hermana y su madre fueran muertas a balazos tambi¨¦n delante de sus hijos. Ambos asesinos eran padres de esos ni?os. Entonces, a la puerta del Ayuntamiento de Madrid tiene lugar una concentraci¨®n para honrar a estas v¨ªctimas. El tercer partido que sustenta el Gobierno municipal y de la Comunidad en Madrid, junto a Ciudadanos y PP, se desmarca y posa con otra pancarta que rechaza la violencia sin distinci¨®n de g¨¦nero. El alcalde les afea la actitud porque considera que la violencia machista es lo suficientemente rese?able como para merecer pol¨ªticas y acciones concretas. El grupo de ultraconservadores repite su argumentaci¨®n de que todas las violencias son id¨¦nticas y no existe la violencia machista. Para ellos esas mujeres no merecen un tratamiento especial distinto a cualquier otra v¨ªctima de violencia.
El alcalde, pese a su honrosa refutaci¨®n, acaba acariciando los argumentos de quien tiene enfrente, cuando le concede que ¨¦l tampoco est¨¢ a favor del feminismo del 8 de marzo. Habr¨¢ que explicarle a nuestras nietas lo que significa el feminismo del 8 de marzo. M¨¢s bien, lo que quiere decir, es que le repelen excesos concretos y el feminismo militante. Pero del mismo modo que uno cuando conduce su coche es conductor, tiene que comprender que ser feminista es sencillamente exigir para la mujer un trato de igualdad. No hay nada de lo que desmarcarse en medio del oportunismo general. Reproducida la conversaci¨®n en todos los noticiarios, m¨¢s que una trifulca, la cosa queda en un acto de campa?a electoral, donde dos socios de gobierno se disputan una franja de votantes muy concreta, la de quienes no creen que las mujeres sean v¨ªctimas de una violencia machista espec¨ªfica.
Pero precisamente ah¨ª, en esa muy perceptible diferencia, radica toda la carga de profundidad de esa infame ma?ana frente al Ayuntamiento de Madrid. Porque quienes asesinan a estas mujeres no responden al patr¨®n de criminal al uso. La mayor¨ªa de los asesinos no suelen tener antecedentes ni una carrera criminal. Son padres de familia, antiguos amantes, seres t¨®xicos en su intimidad emocional, en apariencia apenas conflictivos en lo social. Por eso su crimen nos implica a todos como sociedad enferma, c¨®mplice. Ellos asesinan a las mujeres porque las consideran su propiedad, porque se dicen que el lazo sentimental con que se enlazaron no puede romperse salvo que ellos lo toleren, lo consientan o lo provoquen. Es una violencia que se dirige contra la mujer de manera subterr¨¢nea, es un crimen que se activa contra ellas y, por lo tanto, le guste o no le guste a quienes se agarran a una filigrana dial¨¦ctica, se trata de violencia de g¨¦nero. Y su erradicaci¨®n y su castigo han de tratarse denunciando el machismo presente, esa violencia de la que todos somos parte salvo que sepamos proteger a las v¨ªctimas y desactivar a los asesinos en un futuro donde se encaren estos casos desde lo espec¨ªfico. No puede despreciarse bajo la vitola de crimen habitual lo que es crimen de g¨¦nero. Para entender esto basta un esfuerzo intelectual un poco m¨¢s ambicioso que el que se aplica a la hora de ir a buscar votos de manera penosa.
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