No hacemos lo suficiente
La lucha contra el cambio clim¨¢tico implica transformar la estructura social y econ¨®mica. Y esto nos afectar¨¢ a todos
Salvar el planeta¡± es la consigna de manifestaciones en todo el mundo para que se tomen medidas contra el cambio clim¨¢tico, al tiempo que se celebra en Nueva York una nueva Cumbre del Clima en la que todos han sido requeridos por el secretario general de la ONU a tomar medidas concretas m¨¢s que a dar discursos sobre el tema. El lema de las manifestaciones es movilizador, pero quiz¨¢ algo exagerado. Nuestro planeta seguir¨¢ girando alrededor del Sol por muy dr¨¢stico que sea el cambio clim¨¢tico. Tampoco la vida est¨¢ amenazada. Con su enorme capacidad de adaptaci¨®n lleva miles de millones de a?os superando crisis peores; ni siquiera la vida compleja, de animales y plantas, est¨¢ amenazada, y me atrevo a decir que tampoco la especie humana. Lo que puede trastocar por completo el cambio clim¨¢tico es nuestro modo de vida y nuestra organizaci¨®n social, que son extremadamente vulnerables porque se basan en una extensa red de intercambios y comunicaciones y en un consumo siempre creciente de recursos naturales. Por poner un ejemplo, en Estados Unidos actualmente se consume una cantidad de energ¨ªa per capitaigual a 20 veces la que se consum¨ªa en una sociedad agr¨ªcola, y el doble de la que se consume hoy en Europa. Por otra parte, la poblaci¨®n mundial se ha multiplicado por 10 solo en los ¨²ltimos 300 a?os.
Pero esa organizaci¨®n social, que asegura nuestra manutenci¨®n, aun cuando ya casi nadie es autosuficiente (o podr¨ªa asegurarla, en el caso de los pa¨ªses m¨¢s pobres, con un sistema global de intercambios m¨¢s justo) nuestra salud, un cierto bienestar material y seguridad ante un futuro incierto, s¨ª est¨¢ amenazada y merece la pena ser preservada de fen¨®menos como el cambio clim¨¢tico. Ya pr¨¢cticamente nadie duda de que el cambio se debe a la actividad humana, en particular por la gran cantidad de gases de efecto invernadero que emitimos a la atm¨®sfera, resultado de utilizar los combustibles f¨®siles como fuente de energ¨ªa, en particular el di¨®xido de carbono CO<MD->2<MD> que resulta de dicha combusti¨®n. La contaminaci¨®n local en ciertas ciudades debida a los compuestos y las part¨ªculas que emiten carbones y gas¨®leos es muy grave para la salud de quienes respiran el aire viciado de esas ciudades. Pero no est¨¢ relacionada con el cambio clim¨¢tico. Este se debe a la emisi¨®n de CO<MD->2<MD> de todos los combustibles, incluso los que no contaminan localmente las ciudades.
No estamos actuando con la suficiente contundencia para detener un cambio catastr¨®fico porque esperamos que sean otros los que act¨²en
As¨ª pues, el cambio clim¨¢tico y sus devastadoras consecuencias se combaten reduciendo las emisiones, lo que implica un cambio radical en la forma de alimentar de energ¨ªa a nuestras sociedades. La reducci¨®n debe ser sustancial y permanente, debido al gran tiempo de permanencia del CO<MD->2<MD> en la atm¨®sfera, de forma que la reducci¨®n de emisiones incide en la disminuci¨®n de su ritmo de aumento en la atm¨®sfera, no en su disminuci¨®n global, que se producir¨ªa en d¨¦cadas o siglos de bajas emisiones. En la Cumbre de Par¨ªs de 2015, los pa¨ªses aportaron las medidas que pensaban tomar en el horizonte de 2030 para limitar las emisiones y, con ello, el aumento de temperatura del planeta a finales de este siglo a dos grados cent¨ªgrados respecto de la era preindustrial. Ya llevamos gastado un grado y sabemos que lo que propusieron es insuficiente. Seg¨²n los c¨¢lculos de la Secretar¨ªa de la Cumbre, con las medidas anunciadas, aun cuando se cumplieran escrupulosamente, estar¨ªamos en los 3?¡ãC de aumento. La cumbre tambi¨¦n estableci¨® que habr¨ªa revisiones cada cinco a?os, la primera, por tanto, en 2020, presumiblemente para aumentar las exigencias, pero los casos de EE?UU y Brasil, entre otros, hacen dudoso que ese aumento de rigor se produzca. EE?UU es hoy el segundo pa¨ªs del mundo en emisiones totales, aunque el primero en emisiones per capita, del orden del doble de las de los pa¨ªses de la UE. En cuanto a China, es claramente el primer emisor por su uso intensivo del carb¨®n, y no solo debido a su poblaci¨®n. Ya han superado a la UE en emisiones per capita. Europa, y Espa?a en particular, est¨¢n proponiendo las medidas m¨¢s rigurosas y ejerciendo un liderazgo moral pero su peso en el total de las emisiones mundiales es escaso.
No estamos actuando con la suficiente contundencia para detener un cambio catastr¨®fico. Basta pensar en EE?UU o en la ausencia de China e India de la cumbre. Y no lo estamos haciendo porque cada pa¨ªs, cada sector social, cada colectivo espera que sean otros los que hagan el grueso de la tarea. Siempre hay sectores que se consideran m¨¢s perjudicados que otros, y reivindican que sea a esos otros a quienes se les impongan obligaciones medioambientales, por ejemplo, impuestos verdes. Pero es el conjunto de la actividad social y econ¨®mica lo que debe cambiar y, por tanto, nos afectar¨¢ a todos. Y, aunque a largo plazo no hay duda de que una econom¨ªa sostenible ofrecer¨¢ importantes oportunidades de crecimiento, a corto puede causar perjuicios que tenemos que aceptar si no queremos que los equilibrios clim¨¢ticos se desbaraten definitivamente.
Cayetano L¨®pez es f¨ªsico, y fue rector de la Universidad Aut¨®noma de Madrid y director del CIEMAT.
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