Populistas y antifascistas
Las nuevas derechas no son un molesto fen¨®meno transitorio en Europa. Han llegado para quedarse
El fantasma del llamado populismo de derechas recorre Europa, y lo hace con tal pertinacia que se dir¨ªa que no hay otros temas pol¨ªticos m¨¢s que ese. Centr¨¢ndose en la cr¨ªtica a la emigraci¨®n, a las comunidades europeas, al reparto del dinero social y a la tibieza del Estado de derecho, los nacionalistas de derechas han llenado de colorido el orden del d¨ªa, como m¨ªnimo desde la llegada masiva de emigrantes en 2015. Como cualquier oposici¨®n de base, su ascenso en las urnas ¡ªla ¨²ltima vez fue en las elecciones de Brandemburgo y Sajonia¡ª tiene que ver con el fracaso de la pol¨ªtica convencional. Cuando millones de personas se orientan hacia la periferia del espectro pol¨ªtico es que en el centro hay un vac¨ªo considerable.
Sin embargo, se puede invertir tranquilamente la perspectiva y preguntarse si el nuevo poder de la extrema derecha puede cumplir lo que ha prometido a sus electores. Desde este punto de vista, el balance, al menos en Europa occidental, es bastante m¨¢s sombr¨ªo. All¨ª donde los nacionalistas de derechas acabaron accediendo al poder o, como m¨ªnimo, prest¨¢ndole su apoyo, ya sea Austria, Italia o Dinamarca, las cosas han salido mal por uno u otro motivo. El presidente del Partido de la Libertad de Austria, Heinz Christian Strache, catapult¨® a su formaci¨®n fuera del Gobierno con una conversaci¨®n para favorecer a su partido una noche de juerga en Ibiza. En Roma, el Movimiento 5 Estrellas puso de patitas en la calle a la Liga Norte de Matteo Salvini, y subi¨® a bordo a un nuevo socio de coalici¨®n de izquierdas. En Dinamarca, incluso una buena parte de los electores que hab¨ªan votado una y otra vez a nacionalistas de derechas, el Partido Popular Dan¨¦s, se pasaron a la socialdemocracia, gracias a lo cual esta puede gobernar en Copenhague.
A los nacionalistas de derechas de la Nueva Alianza Flamenca se les puede anotar un balance igualmente penoso. La formaci¨®n fue excluida del Gobierno central de Bruselas en medio de un clima de discordia para despu¨¦s sufrir una debacle electoral. Tras su victoria en el refer¨¦ndum y en su transici¨®n a la realidad, el proyecto del Brexit se ha mostrado como una pesadilla para el pa¨ªs. Y no olvidemos a pioneros como Marine Le Pen en Francia o el holand¨¦s Geert Wilders, que tras un ascenso mete¨®rico en el favor de los votantes, experimentaron un duro aterrizaje y acabaron privados de cualquier contribuci¨®n activa a la configuraci¨®n de la pol¨ªtica.
Los nacionalistas de derechas tambi¨¦n cultivan una actitud banal que los presenta como los m¨¢rtires
Sin embargo, las nuevas derechas no son un molesto fen¨®meno transitorio. Los problemas de la emigraci¨®n, el euro y la criminalidad en todos los pa¨ªses del oeste de Europa son demasiado virulentos para ello. Los llamados populistas de derechas han llegado para quedarse. Adem¨¢s, es indiscutible que pueden apuntarse el tanto de haber obligado a partidos en peligroso retroceso, como los socialdem¨®cratas de Dinamarca, a poner importantes obst¨¢culos a la migraci¨®n al Estado del bienestar. Tambi¨¦n en Holanda la cruzada de Geert Wilders dio como resultado que tanto los democristianos como los socialdem¨®cratas hiciesen suyos los provocadores llamamientos de este a ser menos tolerantes con los musulmanes fundamentalistas y a endurecer la normativa de asilo.
Lo m¨¢s inquietante del mayor o menor ascenso de la derecha nacionalista es la polarizaci¨®n de la vida pol¨ªtica, y demasiadas veces tambi¨¦n la cotidiana, de la ciudadan¨ªa europea. En Alemania llama la atenci¨®n el odio que, ya antes de 2015, despertaba la Alternativa para Alemania de Bernd Lucke, por entonces un partido relativamente moderado. La demonizaci¨®n pone las cosas f¨¢ciles a los viejos partidos, ya que no tienen que enfrentarse a las peticiones no expresadas, por inexpresables, de la nueva derecha. Adem¨¢s, los ruidosos y arrogantes ¡°antifascistas¡± pueden preciarse sin riesgo de ser los combatientes de la resistencia contra el supuesto peligro de hitlerizaci¨®n, la ¨²ltima vez con el bronco llamamiento del vate Herbert Gr?nemeyer durante un concierto en Viena.
Los nacionalistas de derechas cultivan una actitud banal que los presenta como m¨¢rtires. En su mayor¨ªa, sus miembros se aferran al discurso de que las formaciones convencionales han acabado excluyendo al partido de su coraz¨®n, que los medios de comunicaci¨®n apuntan con el dedo a sus figuras emblem¨¢ticas, desde Bj?rn H?cke hasta Salvini, y que se les impide con perfidia participar en el poder. Este enroque en el enfurru?amiento permite obviar con facilidad que hasta ahora los nacionalistas de derechas, una vez que han llegado al poder, han sido un completo fracaso.
Los partidos tradicionales y sus miembros deber¨ªan dejar de demonizar con simpleza al populismo de derechas y presentar argumentos pol¨ªticos. Quienes atribuyen una dimensi¨®n exagerada a este movimiento popular que tampoco es tan afortunado, y pregonan constantemente la toma del poder por parte de unos nazis que no lo son, utilizan la imagen en blanco y negro en provecho de su pereza mental y su autoglorificaci¨®n. Lo tr¨¢gico es que H?cke y Gr?nemeyer se parecen mucho m¨¢s de lo que les gustar¨ªa. Uno es un gigante, y el otro, un miembro de la resistencia, pero los dos lo son en apariencia.
Dirk Sch¨¹mer es corresponsal para Europa de Die Welt.
Traducci¨®n de New Clips.
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