Mustique, la isla que oculta los secretos m¨¢s ¨ªntimos de Margarita de Inglaterra
Lady Anne Glenconner, dama de compa?¨ªa de la hermana de Isabel II, relata en unas memorias c¨®mo la princesa disfrut¨® all¨ª de sus amores y de una vida en libertad
Un pedazo de tierra sin nada. Absolutamente nada. As¨ª era la isla de Mustique a primeros de los a?os sesenta, cuando la princesa Margarita empez¨® a disfrutar de ella en sus veranos y tambi¨¦n en sus inviernos. Tres d¨¦cadas pas¨® la hermana de Isabel II de Inglaterra visitando este para¨ªso caribe?o de aguas turquesas febrero tras febrero. All¨ª fue feliz porque fue, simplemente, libre.?
Margarita se refugi¨® en Mustique para ser una m¨¢s. La hermana peque?a de la reina brit¨¢nica conoci¨® la isla a trav¨¦s de Colin Tennant, lord Glennconer, y de su esposa, Anne, lady Glennconer, amiga suya desde ni?a y que en 1971 se convertir¨ªa adem¨¢s en su dama de compa?¨ªa; su uni¨®n era tan estrecha que Margarita fue la madrina de una de sus hijas (el matrimonio tuvo tres ni?os y dos ni?as, gemelas).
Fue durante una peque?a expedici¨®n alrededor de aquel islote cuando lord Glennconer decidi¨® hacerse en 1958 con ese pedazo de tierra de menos de seis kil¨®metros cuadrados situada en el Caribe, al norte de Venezuela, y que apenas ten¨ªa cinco de sus 530 hect¨¢reas cultivables, plantadas de algod¨®n. "Despu¨¦s de dar una vuelta alrededor en barco la compr¨® por 45.000 libras, sin haber puesto jam¨¢s un pie en ella", rememora Anne Glennconer en unas memorias que recoge ahora el diario brit¨¢nico The Daily Mail. Menos de 51.000 euros al cambio actual, una peque?a fortuna en la ¨¦poca, por una isla que llevaba cinco a?os en el mercado.??l fue quien vio en ella una oportunidad de negocio y quien la convirti¨® en lo que ha sido durante a?os y quien implant¨® en ella un esp¨ªritu bohemio, liberal y con un lujo sin pretensiones. Una esp¨ªritu de fiestas discretas, caseras, entre famosos, que se mantiene hasta ahora.
Desde finales de los sesenta la princesa ten¨ªa problemas matrimoniales con su marido, el fot¨®grafo Antony Armstrong-Jones. "Le era infiel, y a menudo era cruel con ella", rememora lady Glennconer, afirmando que Armstrong-Jones "no trataba a Margarita con respeto". ?l acudi¨® a la isla a principios de los sesenta, cuando la pareja par¨® all¨ª durante una ruta a bordo del Britannia con motivo de su luna de miel. Nunca volvi¨®.
Sin embargo, Margarita cay¨® rendida ante sus encantos. "Los primeros a?os solo ven¨ªan los valientes", recuerda lady Anne sobre lo complicado que era vivir en Mustique. Pero Margarita quer¨ªa comprobarlo por s¨ª misma. As¨ª, en esa visita invitaron al flamante matrimonio a quedarse, pasear y disfrutar de cualquier playa "asegur¨¢ndoles una y otra vez que nadie les molestar¨ªa". La princesa se enamor¨® del lugar y lord Glennconer supo verlo.?"Se?ora, no le hemos regalado nada por su luna de miel. ?Quiere algo metido en una caja o le parecer¨ªa bien un trocito de tierra?", le propuso ¨¦l. "Eso ser¨ªa estupendo", acept¨® ella, abriendo la llave a la mayor publicidad que Mustique recibir¨ªa jam¨¢s.
Al principio, la isla no ten¨ªa agua caliente ni electricidad. Pero a la princesa no le import¨®, y en 1968 les record¨® a sus amigos su promesa: "?Dec¨ªais en serio lo del trozo de tierra? ?Y viene con casa?". Ellos se lanzaron a construirla y lo hicieron en Gelliceaux, "el punto m¨¢s alto y seguro de la isla". Margarita quiso ir a verlo: se puso un pijama de lord Glennconer, un sombrero de paja y sus sempiternas gafas de sol para subir hasta all¨ª. Cuatro a?os despu¨¦s la mansi¨®n estaba lista:?en febrero de 1972 nac¨ªa Les Jolies Eaux. En ella la arist¨®crata supo vivir una vida muy lejana de la de la r¨ªgida corte londinense. Y, gracias a ella, logr¨® mantener y avivar el esp¨ªritu de Mustique: pese a la grandeza y suntuosidad de la casa, mantuvo en el lugar buena parte de la vegetaci¨®n original, la decor¨® entera de blanco y compr¨® muebles sencillos y baratos en unos almacenes brit¨¢nicos.?"Fue la ¨²nica casa que realmente le perteneci¨® y all¨ª fue muy feliz, porque adem¨¢s de ser bonita le daba un sitio base en el que ser independiente de su marido", reflexiona lady Glenncone.
En esos inicios en la isla, Margarita no necesit¨® mucho. Com¨ªa lo que hab¨ªa:?pescado fresco y conservas enlatadas. Se duchaba con un cubo entre dos ¨¢rboles. La luz el¨¦ctrica era tan escasa que apenas se pod¨ªa leer y los amigos se entreten¨ªan jugando a las cartas. Hab¨ªa ratones, mosquitos. Pero eso le daba igual. Durante a?os no hubo famosos ni aires de grandeza, solo privacidad.
Despu¨¦s lleg¨® la fiesta, la fama. La reina acudi¨® por primera vez en 1977 y visitar¨ªa a su hermana en Les Jolies Eaux en un par de ocasiones m¨¢s. Incluso al?duque de Edimburgo le gust¨® y le dijo a Colin Tennant: "Me gusta mucho tu islita. Me ha encantado venir".?
A mediados de los setenta, el lugar se convirti¨® en el sitio de moda, sobre todo para los brit¨¢nicos de clase alta. Empezaron las fiestas, y eran especialmente esperados los aniversarios de lord Glenncone. En su?50? cumplea?os, la isla entera se decor¨® o se pint¨® de oro o de dorado. Ah¨ª fue cuando lleg¨® Mick Jagger, que se hizo una casa,?dio dinero para crear una escuela y organiz¨® divertidas funciones de teatro en Navidad. Tambi¨¦n?David Bowie, que compr¨® una villa llamada Mandalay, y otros nombres conocidos como Bryan Adams o Bryan Ferry.
A finales de los ochenta, Colin Tennant, lord?Glenncore, vendi¨® muchos terrenos y, con ellos, perdi¨® poder en la isla. Tambi¨¦n se frenaron sus inmensas fiestas, que trataban de rentabilizar la imagen del lugar pero que supusieron "toda una hemorragia" de dinero para el patrimonio de la familia, como detalla lady Anne. Las visitas de la princesa (que falleci¨® en 2002) empezaron a reducirse, y la sustituyeron los famosos: los j¨®venes Jagger, los Delevingne, el dise?ador Tom Ford, Tommy Hilfiger o los duques de Cambridge. De hecho, fue all¨ª donde el pr¨ªncipe Guillermo le pidi¨® matrimonio?a Kate Middleton.?
Hoy la villa de Margarita se puede alquilar, y una semana en ella cuesta entre 23.000 y 70.000 euros, en la temporada de Navidad. La isla sigue tratando de mantener ese perfil bajo, de lujo relajado. El mismo por el que se gobierna a trav¨¦s de una cooperativa creada por los propietarios de las casas, donde se sigue cenando a las ocho y media de la tarde o donde la gente se re¨²ne para ver el cricket por televisi¨®n. Solo hay un peque?o supermercado: ni campos de golf, ni clubes na¨²ticos, ni una sola discoteca. Los secretos de Margarita siguen a salvo en Mustique.
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