La revoluci¨®n del terru?o
Ahora no se rebelan las clases sociales (supuestamente) explotadas, sino los territorios (aparentemente) oprimidos
Anta?o, octubre era tiempo de revoluciones obreras. Pero, ahora, quienes se rebelan no son las clases sociales (supuestamente) explotadas, sino los territorios (aparentemente) oprimidos. El mes empieza con el aniversario de la insurrecci¨®n de los separatistas en Catalu?a contra la legalidad espa?ola y podr¨ªa cerrarse con la sublevaci¨®n de los independentistas brit¨¢nicos contra el orden legal de la UE. Las revueltas populares ya no son rojas, sino color terru?o.
Y forman parte de una corriente global. En cualquier rinc¨®n del planeta, los conflictos sociales se est¨¢n territorializando. Estamos delante de un inquietante fen¨®meno que el ge¨®grafo econ¨®mico Andr¨¦s Rodr¨ªguez-Pose llama ¡°la venganza de los lugares que no importan¡±. La globalizaci¨®n y la automatizaci¨®n han exacerbado las desigualdades entre individuos y tambi¨¦n entre territorios. El dinamismo econ¨®mico depende cada vez m¨¢s de las denominadas econom¨ªas de la aglomeraci¨®n. Hoy, la creaci¨®n de riqueza no se da tanto en aquellos sitios donde puedes juntar bienes de valor, como las f¨¢bricas de coches en Michigan, sino donde se acumula talento valioso, como las grandes ciudades. Capitales como Madrid y Londres han crecido vertiginosamente, generando un resentimiento en regiones otrora m¨¢s industrializadas, como el norte de Inglaterra o Catalu?a. Y de esta frustraci¨®n con denominaci¨®n de origen se aprovechan los populismos nacionalistas, como el separatismo o el Brexit.
El enfado de los territorios perif¨¦ricos es visible en los mapas de voto de elecciones tan dispares como las de Tailandia (2011), EE?UU (2016), Austria (2016), Reino Unido (2016), Francia (2017) o Alemania (2017). Las zonas que se sienten marginadas por las ¨¦lites de la capital (sea Bangkok, Viena o Par¨ªs) votan a movimientos pol¨ªticos de cariz rupturista.
Curiosamente, los empresarios de la rabia rural contra la capital suelen ser v¨¢stagos privilegiados del sistema contra el que se rebelan, como el millonario Donald Trump, el oxoniense Boris Johnson o la burgues¨ªa catalana con segunda residencia en la Cerdanya. Pero instrumentalizan el descontento ajeno tal y como la vanguardia comunista explot¨® el malestar obrero hace un siglo. Estos dirigentes saben que siembran el odio entre comunidades y que toda revoluci¨®n devora a sus hijos. Pero, mientras, disfrutan de ser los padres de estas revoluciones del terru?o. @VictorLapuente
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