Tener la raz¨®n no basta
Si en alg¨²n momento termina la campa?a permanente en que vivimos, se podr¨¢ empezar a hacer pol¨ªtica
En democracia tener raz¨®n no basta. M¨¢xime si esa raz¨®n no es compartida por una parte de la sociedad, tanto si es mayoritaria como si, a¨²n no si¨¦ndolo, resulta significativa. De ah¨ª que la pol¨ªtica se convierta en un ejercicio de seducci¨®n, en una forma de atraer a los otros hacia posiciones propias, en un esfuerzo constante por crear y mostrar las ventajas de las respectivas propuestas.
En el conflicto pol¨ªtico que existe en Catalu?a, y entre ¨¦sta y el resto de Espa?a, parece haberse jugado justamente en sentido contrario. Durante demasiado tiempo cada movimiento, cada gesto que ha hecho una de las partes, ha terminado dando fuerzas al contrario. La celebraci¨®n del refer¨¦ndum sirvi¨® para despertar tensiones recentralizadoras, su represi¨®n para alimentar la indignaci¨®n y la desafecci¨®n en Catalu?a, la incapacidad de Mariano Rajoy para gestionar la situaci¨®n agrav¨® el sentimiento de una parte relevante de catalanes que se sienten ninguneados, la aprobaci¨®n de la DUI provoc¨® que el independentismo y el propio Estado mostraran su peor cara, etc., etc.
Estos d¨ªas, mientras se insiste en que es la hora de la pol¨ªtica, se constata la imposibilidad de avance alguno. Para que la pol¨ªtica entendida como ese ejercicio de seducci¨®n pueda hacer su trabajo, existen hoy, al menos, tres grandes obst¨¢culos: En primer lugar, la violencia en las calles, imposibilita cualquier gesto de di¨¢logo, al tiempo que puede mermar simpat¨ªas en el lado independentista y avivar sentimientos revanchistas en el resto de Espa?a. Por otro lado, que los l¨ªderes condenados est¨¦n en prisi¨®n un minuto m¨¢s de lo estrictamente imprescindible, como quieren algunas fuerzas pol¨ªticas, dificultar¨ªa mantener la credibilidad en el discurso de ley y di¨¢logo. Finalmente, y no por eso menos grave, que algunos partidos est¨¦n utilizando el asunto con claros tintes electoralistas, y que lo sigan haciendo durante la campa?a, provocar¨¢ una polarizaci¨®n de posiciones que har¨¢ cada vez m¨¢s dif¨ªcil cualquier tipo de acuerdo.
Con la sentencia del Supremo se ha iniciado una nueva fase en el conflicto y es necesario perimetrar n¨ªtidamente su contorno. Queda constatado que el Estado no va a dejar de hacer uso de su poder para garantizar la unidad de Espa?a. De la misma manera, se comprueba que el independentismo no va a dar marcha atr¨¢s en su anhelo por conseguir la independencia, o al menos otras formas de relaci¨®n con Espa?a. Como la propia sentencia del Supremo afirma, estamos ante un conflicto de naturaleza pol¨ªtica, y como tal debe resolverse con los m¨¦todos propios de ¨¦sta, es decir, con seducci¨®n.
La pol¨ªtica comparada tiene ejemplos de situaciones relativamente similares que han sido resueltas. Si en alg¨²n momento termina la campa?a permanente en que vivimos, se podr¨¢ empezar a hacer pol¨ªtica; es decir, cada cual podr¨¢ empezar a seducir al contrario, y ejemplos de referencia no faltar¨¢n. Cuanto m¨¢s tarde se inicie, m¨¢s dif¨ªcil ser¨¢ la tarea. La desafecci¨®n crece en Catalu?a, y en el resto de Espa?a.
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