Los siete nietos del bosque
?Qui¨¦n es el responsable de su delirio? El propio Estado democr¨¢tico que ha temido actuar como tal y les ha llevado a creer que el alma del abuelo sigue entre nosotros
Cuando realizas una b¨²squeda en Google lo m¨¢s sorprendente son las preguntas relacionadas con la tuya que otros han formulado. Siempre consuela, porque te da una idea de que tu locura es irrelevante con respecto a la de otros. Escribo, por ejemplo: ¡°Los siete nietos de Franco¡±. Y en un recuadro me aparecen las cuestiones relacionadas por las que otros se han interesado: ¡°?Cu¨¢ndo muri¨® Franco realmente?¡±, dice la primera, y la siguiente: ¡°?Qu¨¦ le toca Pocholo a Franco?¡±. Confieso que con cierta urgencia he tratado de averiguar qu¨¦ le tocaba Pocholo a Franco, pero no creo que sea este el espacio adecuado para compartirlo. En cuanto a la otra b¨²squeda, ¡°cu¨¢ndo muri¨® Franco realmente¡±, me ha dejado entre meditativa y confusa. Sobre todo ese adverbio, ¡°realmente¡±, que no s¨¦ si responde a alguna teor¨ªa conspirativa del tipo Elvis Presley sigue vivo o Walt Disney est¨¢ congelado, a las dudas adolescentes ante un examen de historia, o si esconde un trasfondo ideol¨®gico o religioso, por creer los buscadores de dicha cuesti¨®n trascendental que aun habiendo Franco muerto en 1975 su alma sigue activa, guiando nuestro destino en lo universal.
Tras mucho pensarlo me aventuro a elegir la tercera opci¨®n, la enso?aci¨®n ideol¨®gica, como la m¨¢s acertada. Y a¨²n dir¨ªa m¨¢s, es posible que sean sus siete nietos los que est¨¦n tecleando esa pregunta de manera insistente en los ¨²ltimos d¨ªas, tras llevarse el chasco de la sentencia por unanimidad de Tribunal Supremo que permite al Gobierno desalojar al dictador del Valle. Durante todo este pl¨²mbeo proceso en el que los que dec¨ªan que la ubicaci¨®n de los restos del dictador no importaba eran justo los que m¨¢s inter¨¦s ten¨ªan en que reposaran en un lugar conmemorativo, los siete nietos de Franco se han esforzado en demostrarle al pueblo que para ellos nada ha cambiado. Tanto es as¨ª que en vez de optar por una actitud discreta e incluso agradecida, en esta Espa?a que los ha tratado con ins¨®lita reverencia y que les ha permitido mantener sus privilegios, han caldeado el ambiente con exigencias fantasiosas, comport¨¢ndose como si su abuelo ¡°realmente¡± no hubiera muerto. La ¨²ltima de esas peticiones que ellos manifiestan como un derecho es que se exhume al abuelo con honores de Estado, dado que, dicen, se trata de un expresidente. Llamar expresidente a Franco es como haber vivido en un Estado de hibernaci¨®n durante toda la etapa democr¨¢tica. Quer¨ªan los siete nietos una orquesta militar, quer¨ªan una bandera (?constitucional, con el aguilucho?). Quieren, los siete nietos, que en su lugar de reposo final diga una misa el hijo de Tejero, que resulta que es cura. Podr¨ªa pensarse que est¨¢n sobreactuando, por incordiar, por liarla, pero ?y si resulta que mientras los dem¨¢s trat¨¢bamos de vivir en democracia e incluso ensancharla cuando se estrechaba, ellos, los nietos, continuaban en la misma realidad de 1975? Es algo que puede ocurrirles, por qu¨¦ no, a ciertas clases privilegiadas: la realidad no les toca, no la pisan, no la sufren, no la asumen. La ven de lejos e indignados. Se trata de la aristocracia que produjo una dictadura habitando ahora en un pa¨ªs democr¨¢tico, que para ellos debe de ser como un bosque encantado que alg¨²n d¨ªa volver¨¢ a su verdadera esencia. ?Qui¨¦n es el responsable de su delirio? El propio Estado democr¨¢tico que ha temido actuar como tal y les ha llevado a creer que el alma del abuelo sigue entre nosotros.
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