La pena y el miedo
Los viejos, los que vivimos el golpe de Estado y nuestra edad adulta en dictadura, no podemos creer la alegr¨ªa con que se sigue llamando a la protesta en Chile
¡°Sin pena ni miedo¡±, escribi¨® el poeta Ra¨²l Zurita en la cordillera de Chile y en el cielo, hace a?os. Hab¨ªa vivido lo peor de la dictadura de Pinochet. La hab¨ªa superado.
¡°Con pena y con miedo¡±, escribo desde mi pobre Twitter, hoy, en Santiago, y me acuerdo de esa acci¨®n suya. (No s¨¦ si los muchos que me han retuiteado conocen la referencia). En mi pa¨ªs est¨¢ en pleno desarrollo una crisis que solo predijeron algunos astr¨®logos. Los economistas serios se re¨ªan de semejantes locuras. Los soci¨®logos de revistas indexadas tambi¨¦n; hab¨ªa alguno que predicaba en el desierto, fuera de ¡°la corriente principal¡±. Chile era un oasis, dijo alguien. Le¨ª luego: fue un espejismo. Lo dijo alguien en ingl¨¦s en Twitter, lo repetimos en castellano.
?De cu¨¢les locuras se re¨ªan, cu¨¢les consideraban imposibles? Algunas de las cosas que efectivamente han sucedido en los dos ¨²ltimos d¨ªas. Ha vuelto ¨C al parecer indefinidamente - el toque de queda; en barrios acomodados, como en el que vivo, y en pleno toque, pasadas las siete de la tarde, no cesan de sonar las cacerolas; en condominios de barrios de la clase media, como Puente Alto, se organizan los vecinos para defenderse de bandas de asaltantes que llegan en varios veh¨ªculos para robar domicilios particulares. Dicen las noticias que son m¨¢s de 70 los supermercados saqueados e incendiados, y que lo mismo ha sucedido con much¨ªsimas plazas de peaje. Vemos las tanquetas pasar de nuevo por nuestra avenida principal, y estamos juntando agua y cargando las bater¨ªas de los tel¨¦fonos por si acaso.
Todo esto era incre¨ªble hace una semana. Hoy es historia, ¡°una pesadilla de la que trato de despertarme¡±, como dec¨ªa Stephen Dedalus, sabiendo que era imposible. Lo m¨¢s grave: llevamos oficialmente varios muertos y m¨¢s de 20 heridos en incidentes. Las informaciones que estamos recibiendo por redes sociales pueden ser interesadas o derechamente falsas. El liderazgo pol¨ªtico del Gobierno brilla por su ausencia hasta esta hora: solo los ministros ¡°sectoriales¡± (transporte, educaci¨®n, salud, obras p¨²blicas) hablan ante la prensa. Por ese lado no se ven esperanzas. Si hay gestiones pol¨ªticas del presidente, y lo suponemos por el desfile de autoridades que dan a conocer buenos deseos de unidad ante la crisis, no sabemos nada.
Los viejos, los que vivimos el golpe de Estado y nuestra edad adulta en dictadura, no podemos creer la alegr¨ªa con que se sigue llamando a la protesta. La m¨ªa es una posici¨®n muy impopular. Los j¨®venes creen que es cuesti¨®n de ser ¨¢giles y valientes. No tienen por qu¨¦ recordar que, despu¨¦s del golpe de Estado, la represi¨®n y la muerte tuvieron un sesgo clasista, una desigualdad, tan marcados como los de la sociedad chilena; que la mayor parte de los muertos fueron los que no tuvieron la oportunidad de irse del pa¨ªs. Eso deber¨ªa pesar hasta el d¨ªa de hoy. No es as¨ª. Por eso escribo en Twitter: ¡°con pena y con miedo¡±.
El otro miedo que tengo no es una tara del pasado, sino una observaci¨®n del presente y el futuro. Me dan miedo los actuales gobiernos latinoamericanos, las situaciones pol¨ªticas de todo el vecindario, en manos de fundamentalistas evang¨¦licos, de narcos, de corruptos, de fuerzas que poco tienen que ver con denominaciones tradicionales como ¡°izquierda¡± o ¡°derecha¡±. El r¨ªo en Chile est¨¢ muy revuelto, y me temo que eso signifique ganancia para pecadores (sic). En las bambalinas de la ultraderecha chilena hay personajes que me dan pavor.
Adriana Vald¨¦s es ensayista chilena.
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