Oto?o
Cuando un pa¨ªs, como por ejemplo Espa?a, tiene gente como Santos Juli¨¢, se puede volver a hablar de las cosas que importan
Casi estamos en noviembre, y Franco y Catalu?a se han empe?ado en que no hablemos del oto?o, que tambi¨¦n importa. Las hojas de los nogales han tardado en caer, perezosas bailarinas, sin que sepamos bien por qu¨¦, aunque alg¨²n especialista en el clima y sus cambios se apresure a explic¨¢rnoslo.
El caso es que Espa?a ya no es la misma que hace muy pocos d¨ªas. Empezando por Franco. Ni que decir tiene que las tres cuartas partes del pa¨ªs estaban sometidas a una bestial apropiaci¨®n, de modo que el cad¨¢ver de un dictador que primero mat¨® a mansalva, y despu¨¦s sojuzg¨® a millones de espa?oles durante 40 a?os, ha estado ocupando una parte del solar de la patria sin permiso de ning¨²n Gobierno democr¨¢tico, y ha tenido una enorme cruz de granito como se?al para que nadie se despistara, y un buen racimo de asesinados alrededor para fingir, est¨²pidamente, una reconciliaci¨®n que no deseaba cuando estaba vivo. Un lugar de donde el Gobierno le ha sacado para reparar algo el da?o causado. Un lugar del que Santos Juli¨¢ dijo que tendr¨ªa una dif¨ªcil resignificaci¨®n. Que Franco no est¨¦ m¨¢s all¨ª es, por lo menos, un alivio.
Tampoco tiene f¨¢cil arreglo lo que el presidente Pedro S¨¢nchez ha avisado como una larga crisis. El problema mayor de Catalu?a es que hay dos mundos que pueden tardar mucho en encontrarse. El de los no nacionalistas catalanes, que podr¨ªamos llamar espa?oles, que se sienten amenazados, y el de los nacionalistas, incapaces de ofrecer a los primeros un mundo de garant¨ªas suficientes. Tampoco ha encontrado todav¨ªa Santos Juli¨¢ la manera de convertir ese desencuentro hist¨®rico en un tranquilo pa¨ªs dotado de un Estado federal.
Quedan muchas cosas por resolver, querido amigo. O sea, que Espa?a est¨¢ sufriendo un doloroso proceso de resignificaci¨®n, una metamorfosis, dura, casi violenta, para aparecer, si hay suerte, convertida en un pa¨ªs nuevo en el que est¨¦ garantizado de verdad, o sea por la sociedad entera, que no habr¨¢ odios durante muchos a?os.
Quiz¨¢s ese tiempo podr¨ªa ser acortado por los que han llevado con mayor decencia la propuesta del nuevo relato, como es el caso del profesor Juli¨¢. Gente as¨ª, ya lo sabemos, la hay en muy peque?a escala. Pero cuando un pa¨ªs, como por ejemplo Espa?a, tiene ese tipo de gente, se puede volver a hablar de las cosas que importan. Este a?o el oto?o ha tardado, querido Santos.
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