Mill¨¢s e Isabel Mu?oz ponen a los candidatos ante el espejo
Esta es una doble mirada de autor hacia los aspirantes a la presidencia del Gobierno que se miden en las urnas el pr¨®ximo domingo. Personajes retratados frente al espejo y en la soledad del poder por una de las fot¨®grafas espa?olas m¨¢s internacionales. Y diseccionados por el bistur¨ª de un autor tan l¨²cido como ¨¢cido. Todo ello en la semana de la tormenta perfecta: Catalu?a, Franco, precampa?a¡
PODCAST | CINCO CANDIDATOS Y UN ESPEJO FEROZ
El objetivo de la fot¨®grafa Isabel Mu?oz y la pluma del escritor Juan Jos¨¦ Mill¨¢s retratan a S¨¢nchez, Casado, Rivera, Iglesias y Errej¨®n a pocos d¨ªas de la cita con las urnas del 10-N
Pedro S¨¢nchez
Lleg¨® a la presidencia del Gobierno como a la secretar¨ªa general del PSOE: tropezando. Es un artista del declive, pero tambi¨¦n de la recuperaci¨®n. Cae y se levanta del suelo como esos tipos duros de pel¨ªcula que tras morder el polvo se sacuden el traje y contin¨²an, impert¨¦rritos, hacia su destino. El destino de S¨¢nchez, por lo que vamos viendo, es el de volver a tropezar, etc¨¦tera. No miente m¨¢s que sus colegas (tampoco menos, para decirlo todo), pero miente con sinceridad, lo que equivale a decir que chilla en voz baja o que se agita quieto. Esa tensi¨®n entre contrarios proyecta una imagen de equilibrio que, en el momento de escribir estas l¨ªneas, lo ha colocado en el n¨²mero uno en la intenci¨®n de voto. Ya veremos, porque est¨¢ todo como el benceno: muy vol¨¢til.
Por lo dem¨¢s, de no haberse entregado a la pol¨ªtica, podr¨ªa haber sido guionista de series de televisi¨®n. Obs¨¦rvense, si no, los sorprendentes giros argumentales que viene imprimiendo a su existencia desde que apareci¨® en la escena p¨²blica. Resuelve las situaciones sin salida con una vuelta de tuerca ins¨®lita, un poco a la manera exagerada de aquella serie c¨¦lebre, Perdidos, cuyos autores fueron a?adiendo a la historia principal subtramas laber¨ªnticas en las que terminaron por extraviarse. Ignoramos si ser¨¢ el caso de S¨¢nchez porque apenas nos hallamos ante la primera temporada de su saga autobiogr¨¢fica y ni siquiera sabemos si ha contratado una segunda con el porvenir. De lo que estamos convencidos es de que, si finalmente gobierna, y aunque lo prometi¨® una y mil veces, no derogar¨¢ la reforma laboral con la que la derecha descoyunt¨® a la clase trabajadora ni subir¨¢ los impuestos a los ricos, ni publicar¨¢ la lista de los defraudadores amnistiados en su d¨ªa por el PP. (Para m¨¢s informaci¨®n, v¨¦ase su Manual de resistencia).
Pablo Casado
Era joven, pero parec¨ªa un desprendimiento de lo viejo. De lo antiguo m¨¢s bien, digamos que de lo polvoriento. Si Aznar hubiera sido unicelular (y qui¨¦n dice que no), y capaz en consecuencia de reproducirse por simple partici¨®n, habr¨ªa dado lugar a Casado. Tal era la idea que produc¨ªa hace apenas siete u ocho meses el l¨ªder del PP: la de ser un gemelo univitelino del expresidente cuya mano derecha econ¨®mica, por cierto, est¨¢ en la c¨¢rcel y 12 de los suyos imputados por asuntos muy feos. Pero qu¨¦ importa: el de la fotograf¨ªa de las Azores, el de los pies en la mesa, el admirador neur¨®tico de Bush, etc¨¦tera, era su h¨¦roe, y Casado se identific¨® con ¨¦l hasta el punto de que, si cerrabas los ojos al escucharle hablar, lo confund¨ªas con el autor de la frase que llev¨® a miles de inocentes a la muerte: ¡°Cr¨¦anme, hay armas de destrucci¨®n masiva¡±.
Pero los organismos, incluso los m¨¢s simples, mutan para adaptarse a las transformaciones del nicho ecol¨®gico en el que prosperaron sus ancestros. Y el nicho ecol¨®gico del PP, bajo la direcci¨®n de Casado, pas¨® de 137 a 66 esca?os en las elecciones del 28-A. Un desastre ambiental capaz de provocar un exterminio masivo de los de su especie. Pero el susodicho se hizo fuerte, se enquist¨® unos meses durante los que modific¨® su estructura gen¨¦tica y se manifest¨® tras las vacaciones estivales como un individuo pluricelular, complejo, cuyo n¨²mero de neuronas hab¨ªa crecido (aunque sin exagerar) a lo largo del letargo veraniego. El caso es que empez¨® a hablar como un hombre de Estado convencional, al uso, imitando las maneras tranquilas de su odiado Rajoy y la seriedad profesoral de su detestado S¨¢nchez. El asunto comenz¨® a funcionar tanto y tan bien que las estimaciones de voto le garantizan al menos la supervivencia. (Para m¨¢s informaci¨®n, v¨¦ase El origen de las especies, de Charles Darwin).
Albert Rivera
?rase un tal Albert Rivera que huyendo de forma atolondrada del nacionalismo inflamado catal¨¢n se precipit¨® en brazos del nacionalismo inflamado espa?ol. De hecho, gobierna con Vox en diversos Ayuntamientos y comunidades. Si el asunto le produce n¨¢useas, las disimula magistralmente frente al electorado. Su tr¨¢nsito nos recuerda al de los viejos intelectuales comunistas que hoy militan en la derecha con las mismas cantidades de dogmatismo que cuando eran rojos. Se ve que es m¨¢s f¨¢cil cambiar de lugar geogr¨¢fico o de bando que de car¨¢cter. O de estilo. Rivera emigr¨® asimismo de la socialdemocracia al liberalismo econ¨®mico con la naturalidad del que cruza la calle y desde entonces no ha dejado de brincar de unas posiciones pol¨ªticas a otras como el ad¨²ltero que salta de cama en cama. O como el que juega a todas las terminaciones de la loter¨ªa para que le toque al menos el reintegro. Ahora corteja al mismo S¨¢nchez que hasta ayer le produc¨ªa urticaria.
Rivera es en cierto modo hijo del ¡°destape¡±, aquella moda cinematogr¨¢fica espa?ola que tras la llegada de la democracia retorc¨ªa los argumentos de las pel¨ªculas para justificar la presencia de un desnudo. En su primer cartel electoral aparec¨ªa en pelotas, seg¨²n ¨¦l por exigencias del guion. Pero en lugar de ir visti¨¦ndose en un estript¨ªs inverso, que habr¨ªa sido lo l¨®gico, ha continuado quit¨¢ndose cosas hasta el punto de dejar completamente al descubierto sus ideas, que son las que son, vaya por Dios. Si ustedes lo piensan, es el m¨¢s transparente de los retratados. (Para m¨¢s informaci¨®n, v¨¦ase No desear¨¢s al vecino del quinto y pel¨ªculas similares).
Pablo Iglesias
Era un profesor universitario narcisista que codific¨® las aspiraciones del 15-M?para cambiar el mundo a la manera en la que las religiones oficiales codifican los sentimientos religiosos del pueblo para hacer caja. Realizada esta haza?a, y convertido en el Papa del nuevo movimiento, al que llam¨® Podemos, su narcisismo, que hab¨ªa devenido patol¨®gico, le aconsej¨® cortar las cabezas del cuerpo cardenalicio que lo hab¨ªa aupado a la silla gestatoria. Por si le hicieran sombra, suponemos. Se amaba tanto que, en el deseo de disolverse en s¨ª mismo, condujo a su partido, en apenas tres a?os, del n¨²mero uno en intenci¨®n de voto al tercero o al cuarto, seg¨²n las encuestas: al lugar testimonial e inoperante, en fin, ocupado en su d¨ªa por Izquierda Unida. Lo que demuestra, pese a lo que aseguran algunos manuales, que la autoestima extrema es una de las formas m¨¢s eficaces de la autodestrucci¨®n.
Pero Iglesias, en el convencimiento de que a¨²n se estaba construyendo, abandon¨® su piso de Vallecas para instalarse en un Vaticano peque?oburgu¨¦s de la sierra de Madrid que reun¨ªa todo lo que hab¨ªa detestado. Porque me lo merezco, debi¨® de pensar internamente. Ya metido de lleno en esa carrera autodemoledora, rechaz¨® la posibilidad de una coalici¨®n de gobierno ventajos¨ªsima para ¨¦l y para los espa?oles y ahora anda muy enfadado por el da?o que se ha hecho a s¨ª mismo, convencido como est¨¢ de que se lo han hecho los otros. (Para m¨¢s informaci¨®n, v¨¦ase el mito de Narciso).
??igo Errej¨®n
Es un neutro de izquierdas, es decir, un misterio. Se mueve en el segundo plano como el pez en el agua, pero est¨¢ por ver la personalidad que mostrar¨¢ si logra instalarse en el primero. En las entrevistas que le han venido haciendo durante la campa?a, hemos observado que le gusta distraer la atenci¨®n de s¨ª mismo hacia Carmena, a la que ha erigido en su referente sentimental e ideol¨®gico. Eso es astuto porque la exalcaldesa jam¨¢s competir¨¢ con ¨¦l, aunque no es digno de la talla intelectual que se le presume: Carmena est¨¢ muy bien, la queremos mucho por tierna y por sensata y porque domina el secreto de la masa de las magdalenas, pero no conocemos sus obras completas. Ignoramos por tanto si hay en esa cabeza un pensamiento econ¨®mico de la potencia que exige el mundo en el que nos adentramos. Adem¨¢s, durante su mandato, Madrid estaba sucia y ella insist¨ªa incre¨ªblemente en que no, cuando bastaba dar una vuelta a la manzana para verlo. Tal es el inconveniente de no tener perro.
Errej¨®n tampoco tiene perro, pero en la tele pone cara de tener ideas, aunque las saca poco a pasear. Tras observarlo atentamente en sus comparecencias p¨²blicas, no hemos logrado quitarnos de encima la impresi¨®n de que las reprime. O de que las oculta bajo los lugares comunes del discurso progresista. Y no necesariamente porque sean malas, no podemos saberlo, sino porque el candidato cree que las ideas dan miedo a la gente: lo que, una de dos, o implica tener un mal concepto de las ideas o un mal concepto de la gente. En cualquier caso, ha hecho campa?a con las emociones, disfrazadas, eso s¨ª, de doctrina, m¨¢s que con el pensamiento vertebrador de su filosof¨ªa pol¨ªtica. Dicen que es un experto en el asunto de las identidades sociales, cuyo manejo resulta imprescindible en la conquista del poder. (Para m¨¢s informaci¨®n, v¨¦ase La raz¨®n populista, de Ernesto Laclau).
Santiago Abascal
El de Santiago Abascal, como el de Joaquim Torra, es el caso de un hipernacionalismo que cursa con las patolog¨ªas secundarias que le son afines: supremacismo, xenofobia, crueldad sin l¨ªmites, mojigater¨ªa, etc¨¦tera. Lejos de hermanarlos, esta circunstancia los aleja porque para el nacionalista inflamado, como para el beato, la ¨²nica religi¨®n verdadera es la suya.
Dios ocupa tanto espacio en la existencia de los hombres porque no est¨¢. Si lo recuerdan, ese era el lema del Sumo Pont¨ªfice en El joven Papa, la serie de Paolo Sorrentino: ¡°Ausencia es presencia¡±. Conviene ser un bien de consumo escaso para que las masas, adem¨¢s de seguirte, te veneren. De ah¨ª que Abascal haya preferido no salir en este recuento fotogr¨¢fico. Su ausencia constituye, parad¨®jicamente, una forma de presencia no menos eficaz que la de los retratados. Franco, su ¨ªdolo, dejaba encendida la luz de su despacho cuando se iba a la cama al objeto de que?Arias Navarro, conocido tambi¨¦n como el Carnicerito de M¨¢laga (imaginen por qu¨¦), creara toda una teolog¨ªa acerca de la ¡°lucecita de El Pardo¡±. Tal lucecita iluminaba una habitaci¨®n vac¨ªa en la que sus fieles, sin embargo, imaginaban al viejo asesino firmando sentencias de muerte sin parar.
¡°Ausencia es presencia¡±.
Incluso la ausencia de pensamiento se disfraza a veces de presencia ideol¨®gica. Abascal suele decir que no le cabe el Estado en la cabeza, pero que le cabe Espa?a en el coraz¨®n. He ah¨ª un vac¨ªo absoluto de juicio envuelto en una emoci¨®n hipernacionalista que enardece a los temperamentos religiosos. (Para m¨¢s informaci¨®n, v¨¦ase Raza, la pel¨ªcula de S¨¢enz de Heredia inspirada en un argumento de Jaime de Andrade, pseud¨®nimo de Francisco Franco).
Archivado En
- Candidaturas pol¨ªticas
- Gobierno de Espa?a
- Elecciones Generales
- Pedro S¨¢nchez
- Albert Rivera
- ??igo Errej¨®n
- Santiago Abascal
- Elecciones Generales 10-N 2019
- Presidencia Gobierno
- Pablo Iglesias
- Pablo Casado
- Elecciones Generales 2019
- Gobierno
- Elecciones
- Administraci¨®n Estado
- Espa?a
- Administraci¨®n p¨²blica
- Pol¨ªtica
- Reportajes