Colombia: retos para mantener la paz
Es necesario, antes o despu¨¦s, que el presidente Duque llame a negociar un gran pacto nacional en torno al acuerdo de paz, y as¨ª poner en marcha las principales pol¨ªticas que todav¨ªa est¨¢n pendientes de realizar
La historia de la humanidad ha demostrado que la mejor guerra es la que no se hace, pero, una vez hecha ¡ªpor m¨¢s de medio siglo c¨®mo ocurre en Colombia¡ª, todos los procesos de superaci¨®n de la violencia son complejos, imperfectos y tienden a crisis permanentes, cuando no al fracaso. Prueba de ello es que todos los procesos de paz ensayados en ese pa¨ªs ¡ªcasi uno por Gobierno¡ª no han sido capaces de consolidar un acuerdo escrito, y el actual, considerado mod¨¦lico sobre el papel, puede estar herido de muerte cuando los verdaderos art¨ªfices por parte del Secretariado de las FARC, los de mayor influencia y predicamento, voceros en la pasada negociaci¨®n, lo dan por finiquitado.
Para entender la inestabilidad y volatilidad actual del Acuerdo de Paz puede servir la r¨¦plica de T¨¢cito en sus Annales cuando, recordando la paz de Augusto, escrib¨ªa: ¡°Hacen una carnicer¨ªa como la que han hecho, firman un acuerdo, recogen los cad¨¢veres antes de irse a descansar, y a eso le llaman paz¡±. Sabio pensamiento que subraya la idea de que la paz solo existe de verdad cuando se crean las condiciones que la hacen posible y logra enraizar en el coraz¨®n de los miembros de la civitas, los ciudadanos. Lo m¨¢s f¨¢cil, por tanto, incluso despu¨¦s de m¨¢s de tres a?os de negociaci¨®n entre las FARC y el Gobierno colombiano, era firmar, y lo m¨¢s dif¨ªcil es crear las condiciones para cumplir lo rubricado. Tal vez, se ha pecado de un exagerado voluntarismo cuando se pensaba que se pod¨ªa superar semejante tragedia colectiva con una simple firma que, muy probablemente, fue fruto m¨¢s de un buscado protagonismo hist¨®rico personal ¡ªpor ambas partes¡ª y menos de una decidida, real y factible voluntad pol¨ªtica y financiera.
La voluntad y credibilidad de un Gobierno estriba sobre todo en la calidad democratizadora de sus decisiones
Algunos de los resultados en las recientes elecciones para elegir alcaldes y gobernadores, como el de la Alcald¨ªa en Bogot¨¢, apuntan hacia un cambio generacional que puede ayudar a un progresivo giro en la consideraci¨®n del conflicto que facilite ¡°pasar p¨¢gina¡±, pero no a cualquier precio; tal y como reflejan gran parte de las encuestas, la voz de la calle manifestada en los estados de opini¨®n, especialmente entre los j¨®venes, apunta a un claro recelo y disgusto por c¨®mo se han hecho las cosas antes y despu¨¦s del Acuerdo de Paz, los escasos cambios percibidos y una impresi¨®n de falta de liderazgo y de confianza respecto a la actual pol¨ªtica gubernamental y al establishment de la guerra y de la paz.
Es claro que el Acuerdo de Paz tiene una clara voluntad reformadora al querer abordar algunas de las causas end¨¦micas que se encuentran tras la desigualdad, la inequidad, la exclusi¨®n y la impunidad, esos cuatro jinetes de la ex¨¦gesis apocal¨ªptica que hist¨®ricamente ha alimentado la violencia hist¨®rica en ese pa¨ªs. Sin embargo, leyes que tienen una incidencia en las causas hist¨®ricas de la violencia o no han sido aprobadas o no se presentaron, como ha ocurrido con la reforma rural integral y el nuevo proyecto de Jurisdicci¨®n Agraria; lo mismo pas¨® con la Ley sobre el Plan Nacional del Desarrollo, disposici¨®n que era central en todos los puntos del Acuerdo de Paz y del que ni tan siquiera se hizo el debate; as¨ª ocurri¨® tambi¨¦n con la reforma a la Ley de Garant¨ªas Electorales y, por si fuera pobre el balance, tampoco se present¨® la reforma de la Ley de V¨ªctimas, cuando justamente las v¨ªctimas eran el centro y la principal raz¨®n para llegar a un Acuerdo de Paz.
La voluntad y credibilidad de un Gobierno y de unos poderes p¨²blicos no estriban solo en una cuesti¨®n de cantidad, sino sobre todo en la calidad democratizadora de sus decisiones y acciones como base para construir una verdadera cultura de paz. Por ello, los negociadores hab¨ªan consagrado en el Acuerdo una necesaria reforma pol¨ªtica, con la participaci¨®n ciudadana como ¡°punto de b¨®veda¡± en la estructuraci¨®n de las nuevas pol¨ªticas p¨²blicas de paz y desarrollo. El objetivo era propiciar un mayor pluralismo pol¨ªtico, social y electoral capaz de abrir y limpiar una sociedad hist¨®ricamente desigual, clasista, exclusiva y excluyente en donde pocas familias han detentado el poder social, econ¨®mico y territorial y han asumido hist¨®ricamente el ¡°Estado como bot¨ªn¡±. Aun con estos presupuestos de partida, lo m¨¢s grave, que pone en tela de juicio el proceso reformador y la verdadera voluntad de destacados poderes p¨²blicos respecto al cambio imprescindible para la superaci¨®n definitiva de la violencia, fue la progresiva adulteraci¨®n y el voto negativo mayoritario en la C¨¢mara a la Ley de Reforma Pol¨ªtica presentada y, caso parad¨®jico, con una votaci¨®n que ha sido la m¨¢s alta durante toda la vigencia de este mecanismo de reforma r¨¢pida para la consecuci¨®n de la paz. Lo m¨¢s grave es que el fracaso hasta el d¨ªa de hoy del proceso reformador llena de motivos y alimenta los argumentos agitadores de los desertores que se han vuelto al monte.
Una parte del pueblo colombiano sigue apostando para que este proceso sea irreversible
En definitiva, la cuesti¨®n ya no es saber si el Acuerdo de Paz superar¨¢ su actual crisis, sino la impresi¨®n generalizada de que dicho Acuerdo, as¨ª planteado y gestionado por el gobierno de Duque ¡ªm¨¢s a¨²n con la divisi¨®n interna dentro del uribismo ante la disputa sobre la responsabilidad en la ca¨ªda de su apoyo electoral¡ª, puede caminar de forma progresiva hacia el fracaso sin que vaya a suponer un futuro de cambio para ese pa¨ªs. En un escenario en donde raro es el d¨ªa en el que no es asesinado un l¨ªder social o un defensor de los derechos humanos, y ya van m¨¢s de cuatrocientos desde la firma del Acuerdo. Una paz que pas¨® de un Gobierno ardiente defensor de lo suscrito a otro g¨¦lido en ¨¢mbitos medulares como la Jurisdicci¨®n Especial de Paz, pero coincidentes ambos en la improvisaci¨®n, sin alternativas viables ante los obst¨¢culos, ni ruta de aplicaci¨®n pol¨ªtica y financiera de lo suscrito.
Llegados a este punto de cierto des¨¢nimo, una parte del pueblo colombiano, especialmente el que ha sufrido el mayor coste y ha puesto el mayor n¨²mero de muertos en esta guerra de m¨¢s de medio siglo, sigue apostando para que este proceso sea irreversible. Ser¨ªa temerario por parte del actual Gobierno para cerrar las grietas actuales dentro del Centro Democr¨¢tico, aprovechar las deserciones de Iv¨¢n M¨¢rquez y Jes¨²s Santrich y el goteo diario de abandonos, como excusa para dar marcha atr¨¢s o torpedear la implementaci¨®n del Acuerdo de Paz, planteando revisiones que vulneran lo acordado o dificultando ¡ªcomo ya se ha hecho por algunos sectores¡ª los elementos b¨¢sicos de la Jurisdicci¨®n Especial de Paz y del conjunto del Acuerdo.
Ante estos riesgos para mantener la paz, parece necesario, antes o despu¨¦s, que el presidente Duque llame a negociar un gran pacto nacional en torno al Acuerdo de Paz para implementar las principales pol¨ªticas p¨²blicas de paz y desarrollo que todav¨ªa est¨¢n pendientes; entre ellas, la reforma pol¨ªtica como paso previo para la consecuci¨®n de mayores cotas de igualdad. El principal punto pendiente en la agenda de ese pa¨ªs. En consecuencia, conseguir lo que nunca se ha logrado en el proceso pol¨ªtico colombiano: l¨ªneas de continuidad y coherencia a medio y largo plazo, para sacar a este gran pa¨ªs del s¨ªndrome de Pen¨¦lope: tejer en el d¨ªa lo que vamos a descoser de noche.
Gustavo Palomares Lerma dirige el proyecto europeo Pedagog¨ªa de paz y gesti¨®n del posconflicto en Colombia, es catedr¨¢tico europeo y decano en la Facultad de Ciencias Pol¨ªticas y Sociolog¨ªa de la UNED.
? Gustavo Palomares Lerma, 2019. Todos los derechos reservados.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.