Par¨¢sita
No se pierdan esta pel¨ªcula, ajena a una sutileza de prestigio, directa, casi hermosamente literal y a la vez canto de amor al cine
No es mi intenci¨®n usurpar el puesto a ning¨²n cr¨ªtico de cine de EL PA?S. Diosa me libre. Sin embargo, cada vez que encuentro un rato para el ¡°ocio¡± ¡ªsiempre escribo y pronuncio ocio entre comillas¡ª liber¨¢ndome de una cotidianidad alienada, hiperconectada y laboralmente miedosa, descubro en la oscuridad de los cines pel¨ªculas excelentes. Lo que digo no nace del deslumbramiento de una ni?a abducida por el deseo desmaterializador de acercar el dedo a la pantalla para desintegrarlo en coloreadas mol¨¦culas de luz o, al rev¨¦s, para encarnizar im¨¢genes siempre fantasmag¨®ricas. Me estremec¨ª con Par¨¢sitos, pel¨ªcula ganadora de la Palma de Oro del Festival de Cannes, dirigida por el coreano Bong Joon-Hu. Primero, por el vicio hitchcockiano de sentirme retada por filmes que comienzan pareciendo una cosa y acaban siendo otra y otra y otra. Como en Psicosis: empezamos huyendo al lado de una bella delincuente y acabamos dentro de un s¨®tano aterrador. Veo Par¨¢sitos y descubro al menos tres o cuatro pel¨ªculas que convergen en una que me interesa por su manera de conectar con Hitchcock, Losey, Chabrol, con la picaresca y la servidumbre de retorcido colmillo del Tom Jones de Henry Fielding. Cu¨¢nto me gustan los retratos de esa gente del servicio que, en vez de consagrar su vida a los amos ¡ªlos buenitos de Downton Abbey¡ª,los suplantan y se ba?an en pompas de jab¨®n que no le quitan el olor a trapo hervido ni el pelo de la dehesa. C¨®mo me gustan esas criadas que sisan y van a los programas de coraz¨®n para revelar las intimidades de quien las explota. La urticante vulneraci¨®n de una confidencialidad, comprada con cuatro perras, me pone mucho.
Bong Joon-Hu dirige una pel¨ªcula que es comedia, tragedia grotesca, noir, cuento de terror y de la desilusionada fosforerita, denuncia de las relaciones de poder ¡ªfamiliares, sexuales, educativas, laborales¡ª que definen la convivencia en Corea del Sur. Con La vegetariana, excelente novela de Han Kang, escritora tambi¨¦n surcoreana, entendemos hasta qu¨¦ punto la fusi¨®n Occidente-Oriente a trav¨¦s del rodillo de la globalizaci¨®n resulta grosera y salvaje: una simulaci¨®n siempre destructiva y par¨®dica de familias felices a la norteamericana. Simulaciones de ricas que se liberan comprando. Ni?os con traumas de Illinois. Profesores de ingl¨¦s. Barbacoas. Por debajo, en el subsuelo, la realidad de chinches y ladillas sobre la que descansan las riquezas, el peligro de que detone un explosivo rencor de clase. La l¨®gica del capitalismo enfrenta el esp¨ªritu creativo y emprendedor de los amos con la pereza y las emanaciones et¨ªlicas de ch¨®feres y empleadas dom¨¦sticas. El profesorado forma parte del servicio y cada capricho se compra con dinero. Los de arriba, estadounidensizados m¨¢s que occidentalizados, no toleran que los de abajo ¡°se pasen de la raya¡±. A los de arriba, los de abajo les huelen mal por mucho que los necesiten; los de abajo se pelean entre ellos y subliman su mierda ¡ªlas aguas fecales entre las que literalmente viven¡ª con la fantas¨ªa c¨®mica de sus privilegios respecto al gran monstruo norcoreano. Y hasta ah¨ª puedo leer. No se pierdan esta pel¨ªcula, ajena a una sutileza de prestigio, directa, casi hermosamente literal y a la vez canto de amor al cine. Yo, que intento servir sin ser sirvienta, me siento infectada por estos par¨¢sitos. La infecci¨®n se relaciona con el mundo en que vivimos y con mi propensi¨®n a coger piojos en el cine cuando era peque?a.
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