Justicia prehist¨®rica
Cabe esperar que el caso de los San y su rooibos sirva de inspiraci¨®n para otras negociaciones entre la industria y los Gobiernos bajo los auspicios de la ONU
Si el lector es europeo, norteamericano o japon¨¦s, es posible que conozca el rooibos, literalmente ¡°arbusto rojo¡± en afrik¨¢ans, y llamado a veces t¨¦ rojo sudafricano. No tiene nada que ver con el t¨¦, pues en realidad es una legumbre, pero sus hojas tambi¨¦n se preparan en infusi¨®n para delicia del consumidor occidental, polifen¨®lico y antioxidante. El arbusto es end¨¦mico de la regi¨®n sudafricana de Cederberg, y ese es el ¨²nico sitio donde se cultiva, al menos desde el siglo XVII y probablemente desde mucho, mucho m¨¢s all¨¢. Cederberg es la tierra de los san, una poblaci¨®n de cazadores-recolectores que proviene en l¨ªnea directa de algunos de los Homo sapiens?m¨¢s antiguos del planeta. Un espa?ol, un chino y un bant¨² est¨¢n m¨¢s cerca entre s¨ª que cualquiera de los tres a un san. Los san, a los que sol¨ªamos conocer como bosquimanos, son un testimonio vivo de los or¨ªgenes de la humanidad moderna.
Pese al pesimismo generalizado y comprensible de la sociedad, la pol¨ªtica internacional sigue funcionando en cuestiones muy alejadas de la estratosfera geoestrat¨¦gica, pero no por ello menos importantes. Poca gente daba un rand por el Protocolo de Nagoya firmado en 2010 por el Convenio sobre Diversidad Biol¨®gica de Naciones Unidas, una regulaci¨®n internacional para compensar econ¨®micamente a las poblaciones tradicionales que descubrieron plantas y m¨¦todos que ahora utilizan las empresas para obtener beneficios y los cient¨ªficos para adquirir conocimientos. Lo que promet¨ªa convertirse en uno m¨¢s de los comit¨¦s de la ONU, donde las discusiones se eternizan y los vetos paralizan las iniciativas, acaba de dar su primer gran fruto.
El cultivo comercial de t¨¦ rooibos genera anualmente unos 500 millones de rands (30 millones de euros). La compensaci¨®n que recibir¨¢n los san y otras comunidades que cultivan la planta, como los khoi, ser¨¢ de unos 12 millones de rands (700.000 euros), informa Nature. Calderilla para una empresa y para el consumidor occidental sobre el que acabar¨¢ repercutiendo la cuota, pero una vida un poco m¨¢s digna para los verdaderos inventores de ese negocio, que se encuentran entre las poblaciones m¨¢s perseguidas, masacradas y marginadas por colonizadores de todo color y estirpe, as¨ª en la historia como en la prehistoria. Ahora cabe esperar que el caso de los san y su ancestral rooibos sirva de inspiraci¨®n para otras negociaciones similares entre la industria y los Gobiernos bajo los auspicios de la ONU.
El caso reclama una reflexi¨®n sobre lo que entendemos por propiedad intelectual. Los derechos de autor decaen en plazos de 50 a 100 a?os, seg¨²n el pa¨ªs y el sector cultural. La patente de un f¨¢rmaco expira en 10 o 12 a?os. En este marco regulatorio, reclamar derechos por una invenci¨®n que muy bien podr¨ªa tener 100.000 a?os parece una broma de 12 millones de rands. Pero los Beatles, Stephen King y Glaxo ya han ganado un past¨®n cuando sus derechos de autor prescriben. Los san y los khoi no han recibido m¨¢s que palos en su largu¨ªsima historia. La modesta rooibotasa que la industria se ha plegado a pagarles no se deriva de nuestras leyes de propiedad actuales, sino de una especie de sentido de la justicia hist¨®rica, o prehist¨®rica, que ser¨¢ dif¨ªcil de encajar en la filosof¨ªa del derecho, pero que muchas personas percibimos como un avance. No s¨¦ qu¨¦ significa esto, y pido ayuda para entenderlo.
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