La Habana y los reyes
Frente a todas las fracturas de la historia contempor¨¢nea, la capital cubana es un espacio que integra los grandes tiempos de la isla: el colonial, el republicano y el revolucionario
Se cumple medio milenio de la fundaci¨®n de La Habana y los reyes de Espa?a han viajado al festejo. Por su historia impregnada y su belleza resistente, esa ciudad merece todas las celebraciones imaginables. Pero esta vez el homenaje coincide con un momento de renovada incertidumbre en torno al futuro de la isla, debido al reforzamiento de las sanciones del Gobierno de Donald Trump y el obsesivo continuismo con que la dirigencia cubana ha asumido el cambio constitucional y la sucesi¨®n de poderes entre Ra¨²l Castro y Miguel D¨ªaz Canel. Lo m¨¢s inquietante de ese continuismo se refleja en una reversi¨®n de la apertura econ¨®mica, que ya pasa factura a la vida cotidiana de los cubanos.
La Habana est¨¢ hermanada con el mito desde la misma memoria de su fundaci¨®n. La historia oficial da por hecho que una villa entonces llamada de San Crist¨®bal de La Habana fue fundada, el 16 de noviembre de 1519, por el conquistador Diego Vel¨¢zquez de Cu¨¦llar, rival de Hern¨¢n Cort¨¦s, quien morir¨ªa en Santiago de Cuba en 1524. Se ha hablado, incluso, de una misa a la sombra de una ceiba, que habr¨ªa oficiado el padre Bartolom¨¦ de las Casas, en el sitio donde hoy se levanta el Templete, frente a la plaza de Armas. Pero como es sabido, Las Casas no estaba en Cuba en 1519: en 1515 hab¨ªa renunciado a sus repartimientos y encomiendas de indios y hab¨ªa regresado a la Pen¨ªnsula, luego de una breve estancia en La Espa?ola.
Varios historiadores de La Habana, desde antes del triunfo de la Revoluci¨®n de 1959, como Irene Wright y Jenaro Artiles, sostuvieron que La Habana no hab¨ªa sido fundada el 16 de noviembre de 1519 ni el 25 de julio de 1515 ¡ªla otra fecha que asumen las publicaciones oficiales¡ª, sino en los primeros meses de 1514. El fundador de la villa, seg¨²n Artiles, hab¨ªa sido otro conquistador, P¨¢nfilo de Narv¨¢ez, quien luego ser¨ªa gobernador de la Florida. El sitio donde se fund¨® inicialmente la ciudad no fue el actual, frente a la espl¨¦ndida bah¨ªa entonces llamada Puerto de Carenas, sino en alg¨²n lugar todav¨ªa no localizado entre el puerto de Bataban¨® y la desembocadura del r¨ªo Mayabeque, en la costa sur de la isla. All¨ª s¨ª estuvo el padre Las Casas.
Buena paradoja: la historia oficial cubana, a diferencia de la mexicana o la peruana, no asocia la fundaci¨®n de su ciudad capital con un acto de conquista. Artiles comentaba, en su ensayo La Habana de Vel¨¢zquez (1946), que tanto el primer asentamiento como el traslado de los conquistadores a la actual bah¨ªa de La Habana se hab¨ªa producido en medio de combates y negociaciones con las tribus del cacique Yaguac¨¢yex, quien primero fue hecho prisionero y luego liberado. El relato recuerda al encuentro de Cort¨¦s y Moctezuma, pero en Cuba, lo mismo que en Rep¨²blica Dominicana, raras veces se repara en eso que el historiador mexicano Andr¨¦s Res¨¦ndez ha llamado la ¡°otra esclavitud¡±, es decir, el cautiverio ind¨ªgena.
Entre los siglos XVI y XVIII, la ciudad pas¨® a ser uno de los principales centros del comercio de esclavos
Entre los siglos XVI y XVIII, como ha estudiado Alejandro de la Fuente, La Habana pas¨® de ser una peque?a ciudad militar y marinera, financiada en buena medida por el Virreinato de la Nueva Espa?a, a uno de los principales centros del comercio azucarero y la trata esclavista del Atl¨¢ntico. La historia de La Habana est¨¢ hecha de magn¨ªficas fortificaciones, como el Morro, la Caba?a y la Fuerza, de elegantes alamedas como la de Paula y paseos como el del Prado, pero tambi¨¦n de la implacable esclavitud y la feroz represi¨®n del colonialismo espa?ol contra conspiradores mas¨®nicos como Jos¨¦ Mar¨ªa Heredia o rebeldes negros como Jos¨¦ Antonio Aponte.
La historia oficial cubana es muy intransigente con cualquier relato sobre el siglo XIX que reconozca el patriotismo de reformistas, anexionistas o autonomistas, pero, a la vez, muy condescendiente con una visi¨®n id¨ªlica de La Habana colonial. Con frecuencia, el esplendor arquitect¨®nico y la perfecci¨®n del trazado urbano, que tanto alabaron poetas y escritores, desde Juli¨¢n del Casal hasta Jos¨¦ Lezama Lima y desde Alejo Carpentier hasta Guillermo Cabrera Infante, hace olvidar, como recordaba este ¨²ltimo en Vista del amanecer en el tr¨®pico (1974), que la historia de la ciudad tambi¨¦n est¨¢ escrita en sangre.
En las calles de La Habana se luch¨® contra el imperialismo y el racismo, contra dos dictaduras de derecha y contra un r¨¦gimen totalitario comunista a partir de 1961. En aquella Habana republicana, que se extendi¨® por el Malec¨®n y L¨ªnea hasta el Vedado, Miramar y Marianao, y por la Calzada de Jes¨²s del Monte hacia Santos Su¨¢rez y La V¨ªbora, se pele¨® por el sufragio femenino, por una Constituci¨®n tan democr¨¢tica y de amplios derechos sociales como la de 1940, y se respald¨® masivamente la reforma agraria y la campa?a de alfabetizaci¨®n del gobierno revolucionario. En La Habana socialista, de multitudes que aplaud¨ªan a Fidel Castro en la antigua plaza C¨ªvica, se encarcel¨® a opositores, se enviaron a homosexuales a granjas de trabajo y se estigmatiz¨® a exiliados.
La zigzagueante reforma cubana ha producido una creciente separaci¨®n entre ricos y pobres
Frente a todas las fracturas de la historia contempor¨¢nea de Cuba, La Habana es un espacio que integra los grandes tiempos de la isla: el colonial, el republicano y el revolucionario. Y los integra con m¨¢s fluidez y pluralismo que el propio Estado nacional, cuya vocaci¨®n excluyente ha quedado refrendada en la Constituci¨®n de 2019. Hoy la gran mayor¨ªa de los vecinos de esa ciudad naci¨® despu¨¦s de 1959, pero vive en un escenario construido, fundamentalmente, antes de la Revoluci¨®n. Los habaneros del siglo XXI habitan en un pasado que, a pesar de los paliativos restauradores, se cae en pedazos.
La zigzagueante reforma cubana ha impulsado el turismo y una restauraci¨®n m¨ªnima de La Habana, pero ha producido una creciente separaci¨®n entre ricos y pobres dentro de la ciudad. Los propios estudios de economistas y soci¨®logos de la isla registran un aumento de la estratificaci¨®n social, que se relaciona tanto con la reproducci¨®n de sectores de bajos ingresos como con la emergencia de una ¨¦lite rica. M¨¢s all¨¢ de su innegable valor geopol¨ªtico, esta visita de Felipe VI y do?a Letizia, como las de Barack Obama, Fran?ois Hollande y tantas celebridades de Hollywood, puede contribuir a acortar esa distancia o puede agrandarla, aunque s¨®lo sea simb¨®licamente. Esperemos, por el bien de La Habana, que se trate de lo primero.
Rafael Rojas es historiador.
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