C¨®mo salvar a Venecia
Hay que sacar la ciudad de la jurisdicci¨®n del Gobierno italiano por su sistem¨¢tica inacci¨®n
Una de las peores inundaciones en la historia de Venecia ha sumergido algunos de los emblemas culturales de la ciudad, entre ellos la bas¨ªlica de San Marcos en Piazza San Marco. Esta es solo la sexta vez que la bas¨ªlica se inunda en 1.200 a?os, pero la cuarta de las ¨²ltimas dos d¨¦cadas, y la segunda en menos de 400 d¨ªas. A este ritmo, el fr¨¢gil entramado veneciano de calli, campi y palazzi, bordado sobre un sedimento que se hunde, puede ser destruido por las aguas en cuesti¨®n de d¨¦cadas. ?Pero qu¨¦ hay de la gente que lo habita?
Los antiguos romanos ten¨ªan dos palabras para hablar de las ciudades: urbs, que se refer¨ªa a los edificios y la infraestructura, y civitas, una ciudadan¨ªa activa y comprometida. Hoy el mundo se alarma por la sumergida y da?ada urbs veneciana, que es sin duda extremadamente vulnerable incluso ante ligeros aumentos del nivel del mar, como los producidos por el cambio clim¨¢tico. Pero casi no se ha dado cuenta del grado de destrucci¨®n de la civitas veneciana. La poblaci¨®n de Venecia est¨¢ hace d¨¦cadas en disminuci¨®n. Hoy solo queda un tercio de los venecianos que hab¨ªa hace 50 a?os. Pero ese declive es un mero s¨ªntoma de una enfermedad cada vez peor: la promoci¨®n imprudente del turismo a gran escala y la falta de inversi¨®n en capital humano.
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Si en los ochenta la dirigencia pol¨ªtica veneciana no hubiera comenzado a desviar recursos de la educaci¨®n superior y de la innovaci¨®n, a estas alturas Venecia podr¨ªa ser una especie de Cambridge del Adri¨¢tico. Pero se pens¨® que el turismo era una v¨ªa mucho m¨¢s r¨¢pida al crecimiento. De modo que, con la ayuda del Gobierno, hubo un firme aumento de la cantidad de visitantes: en 2017, la ciudad (de 260.000 habitantes) recibi¨® a m¨¢s de 36 millones de turistas extranjeros.
La huida de los venecianos ante la invasi¨®n provoc¨® un deterioro de la sociedad civil, y la ciudad se hundi¨® en el letargo pol¨ªtico. La dirigencia municipal prefiere quejarse por las falencias de la ciudad, en vez de tomar medidas eficaces para resolverlas. Y el Gobierno nacional italiano se abstuvo sistem¨¢ticamente de usar su autoridad en la ciudad en forma constructiva. Estas tendencias contribuyeron a la inadecuada vigilancia medioambiental que dej¨® a la urbs tan expuesta.
Es verdad que Venecia se comprometi¨® con un proyecto de 5.500 millones de euros (6.000 millones de d¨®lares) para la creaci¨®n de una barrera contra las inundaciones, el llamado Modulo Sperimentale Elettromeccanico (MOSE). Pero el proyecto, lanzado en 1984 (cuando Venecia ya se estaba hundiendo) e inaugurado en 2003, deb¨ªa completarse en 2011: todav¨ªa sigue inconcluso. Incluso si se finalizara en el plazo actual, fijado en 2021, ni el MOSE ni ning¨²n otro proyecto de construcci¨®n bastar¨¢n para proteger a Venecia. A pesar de la evidente importancia de invertir en infraestructura (especialmente para adaptar la ciudad al cambio clim¨¢tico), Venecia debe ver m¨¢s all¨¢ de la urbs y recuperar la civitas, si quiere evitar la desaparici¨®n que muchos predicen.
El primer paso es sacar a Venecia de la jurisdicci¨®n del Gobierno italiano, cuya sistem¨¢tica inacci¨®n impuls¨® la decadencia de la ciudad en las ¨²ltimas d¨¦cadas. No se trata de una demanda provinciana de recrear la Rep¨²blica de San Marcos, sino de un llamado a un nuevo tipo de construcci¨®n pol¨ªtica con una mirada al exterior: una ¡°ciudad abierta¡± que d¨¦ la bienvenida a toda persona que est¨¦ decidida a radicarse all¨ª para ejercer una ciudadan¨ªa plena, no como participantes de lo que el novelista estadounidense Don DeLillo denomin¨® el ¡°desfile de papanatismo¡± del turismo.
Esta nueva y abierta Serenissima (as¨ª se llamaba la rep¨²blica veneciana medieval) se esforzar¨¢ especialmente en atraer una civitas capaz y comprometida que est¨¦ preparada para ayudar a proteger y reconstruir laurbs: innovadores con planes de negocios cre¨ªbles (y sus financieros), ingenieros que investiguen la adaptaci¨®n al cambio clim¨¢tico, profesionales (por ejemplo, m¨¦dicos y abogados) y estudiantes dispuestos a dedicar algunos a?os a colaborar en la restauraci¨®n de los magn¨ªficos palazzi de la laguna veneciana. De este modo, Venecia se convertir¨¢ en un campo de prueba para un modelo urbano innovador basado en un nuevo contrato social adaptado al ¡°espacio de los flujos¡± global que identific¨® el soci¨®logo Manuel Castells.
Las herramientas digitales hacen m¨¢s f¨¢cil que nunca medir el compromiso c¨ªvico de los habitantes, desde el tiempo que pasan en la ciudad (muchos inmuebles en Venecia son propiedad de no residentes y solo se usan unos pocos d¨ªas al a?o) hasta contribuciones concretas; esto podr¨ªa convertirse en fuente de orgullo en las redes sociales. Un alto impuesto a los due?os de inmuebles no residentes (que en general son extremadamente ricos) tambi¨¦n ayudar¨ªa a sostener la comunidad local.
A la par que el mar se eleva y Venecia se hunde, la ciudad debe tomar firmes medidas para restaurar y proteger la urbs. Pero nada de eso servir¨¢ de mucho sin una civitas pr¨®spera y comprometida. Para salvar a Venecia, primero tenemos que salvar a los venecianos (sobre todo, de s¨ª mismos).
Carlo Ratti es profesor en el Massachusetts Institute of Technology.
Traducci¨®n de Esteban Flamini.
? Project Syndicate, 2019.
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