Infinitas puertas y ventanas
Borges dijo una vez que siempre imagin¨® el para¨ªso como una biblioteca
Tengo un amigo en Mallorca que sostiene una relaci¨®n clandestina con los libros. Su mujer, irritada de verlo aparecer cada d¨ªa con nuevas adquisiciones, le prohibi¨® llevar uno m¨¢s a casa. Los inc¨®modos hu¨¦spedes hab¨ªan desbordado los estantes y se hab¨ªan instalado en el comedor, en los pasillos y la cocina, para no hablar del dormitorio y el retrete, y estorbaban cada movimiento.
Entonces, lo que hizo fue alquilar de manera clandestina una buhardilla en el mismo edificio, armar all¨ª unos estantes, y cuidando el ruido de sus pasos, pues para subir al escondite deb¨ªa pasar frente a la puerta de su propio apartamento, tras de la cual acechaba la celosa mujer, empez¨® a subir con las bolsas de nuevos libros por la estrecha escalera, para meter con todo sigilo la llave en la cerradura y entrar al escondite. Era como si ahora tuviera una amante. Y estar¨¢ ahora buscando un nuevo escondite, para ejercer su poligamia con los libros.
Y tengo otro amigo en Buenos Aires, cuyos libros, de igual manera, ya no cab¨ªan en su apartamento, pero, en cambio, aquella no era una relaci¨®n clandestina, sino compartida con su mujer. As¨ª que empezaron a discutir lo que pod¨ªan hacer frente a aquella presencia cada vez m¨¢s creciente. ?M¨¢s estantes? Ya no hab¨ªa espacio para m¨¢s estantes. ?Donar una parte? Tal vez, pero cuando se pusieron a hacer una selecci¨®n, los libros terminaron por volver a sus sitios de siempre, viejos conocidos a los que no pod¨ªa negarse asilo.
Otros art¨ªculos del autor
Entonces se les ocurri¨® que no hab¨ªa mejor remedio que dejar el apartamento a disposici¨®n de los libros, y buscarse ellos otro sitio donde vivir. Ahora los visitan todos los d¨ªas, ven c¨®mo est¨¢n, los acomodan un poco, les sacuden el polvo, y luego se sientan a leer. Cumplida la visita, se despiden, apagan la luz, y hasta ma?ana.
Cuando los libros ya no caben en los pasillos, ni en la cocina, y llegan a los ba?os, no hay m¨¢s que rendirse. Si desbordan la casa, desbordan la vida. Imponen su abundancia, y con su abundancia, su tiran¨ªa. Si intentaras deshacerte de ellos, m¨¢s bien te cerrar¨ªan el paso y no te dejar¨ªan trasponer la puerta.
Y un libro, a su vez, es como una casa de m¨²ltiples habitaciones, puertas, escaleras, pasillos, s¨®tanos, galer¨ªas, ventanas. En ese piso al que ahora ascendemos vamos a descubrir cosas que no hab¨ªamos visto en el piso anterior. Las habitaciones est¨¢n amobladas de manera distinta, las ventanas dan a paisajes que no sospech¨¢bamos.
La lectura es un asunto de libertad de escogencia. ¡°Si el relato no los lleva al deseo de saber qu¨¦ ocurri¨® despu¨¦s, el autor no ha escrito para ustedes¡±, dice el doctor Johnson. ¡°D¨¦jenlo de lado, que la literatura es bastante rica para ofrecerles alg¨²n autor digno de su atenci¨®n, o indigno hoy de su atenci¨®n y que leer¨¢n ma?ana¡±.
Un libro se convierte en un cl¨¢sico cuando tiene siempre algo nuevo que ense?arnos, dice ?talo Calvino. Tiene la virtud de abrirse a nosotros de una manera novedosa cada vez que lo buscamos, aunque viva en nuestra cabeza, y al mismo tiempo en los estantes de la biblioteca. Un amigo verdadero, recordemos, es aquel capaz de confiarnos sus secretos, sus intimidades. Y es lo que ocurre con los libros, que se abren sin condiciones para nosotros.
Un libro que pretende ser pedag¨®gico, y que entre las descripciones de la acci¨®n va intercalando lecciones morales o filos¨®ficas, o prevenciones, o advertencias, o m¨¢ximas, es un libro muerto de antemano porque le va metiendo palos a la rueda de la vida que en las p¨¢ginas de una novela debe girar sin tropiezos.
La consabida frase final ¡°y vivieron felices para siempre¡¡± indica el cierre de una historia llena de peripecias que hemos seguido con desaz¨®n, y a la vez la apertura de otra que ya a nadie interesa, y que ocurre fuera de las p¨¢ginas del libro. Se trata de lo que pasa despu¨¦s del drama, y no vale la pena contarlo porque la felicidad siempre es mon¨®tona. Y lo que como lectores nos apasiona son los obst¨¢culos, la interrupci¨®n constante de la felicidad.
Me hago estas reflexiones en ocasi¨®n de que el Instituto Cervantes de Hamburgo es bautizado con mi nombre, lo que significa darme una biblioteca por casa. Borges dijo una vez que siempre imagin¨® el para¨ªso como una biblioteca.
Ahora yo vivir¨¦ aqu¨ª entre libros, en este para¨ªso de infinitas puertas y ventanas.
Sergio Ram¨ªrez es escritor y Premio Cervantes 2017.
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