Amortiguadores
Hace falta una confianza considerable en la clase pol¨ªtica, y una distribuci¨®n m¨¢s equitativa de cargas y beneficios
Ir¨¢n. Naciones Unidas informa de que decenas de personas han muerto en las manifestaciones antigubernamentales por la subida de precio del petr¨®leo. M¨¢s de 100, seg¨²n un informe de Amnist¨ªa Internacional. En cualquier caso, diez a?os despu¨¦s del suprimido Movimiento Verde decenas de miles de iran¨ªes han tomado una vez m¨¢s las calles por todo el pa¨ªs, desafiando al r¨¦gimen de los ayatol¨¢s.
En el ¨ªnterin de estas dos revueltas aconteci¨® la Revoluci¨®n de los Jazmines tunecina, cuya onda expansiva prendi¨® la primavera ¨¢rabe, devenida en algunos lugares, tal que Siria, en un g¨¦lido y prolongado invierno. De nuevo asistimos a un ciclo de protestas, solo que esta vez se enmarcan en un contexto global que abarca Europa, Am¨¦rica y Asia. De Santiago a Bogot¨¢, y de Par¨ªs a Hong Kong, pasando por Beirut, Bagdad y Delhi, cada semana despertamos ante un episodio planetario de lo que parece una epidemia descontrolada de brotes de rabia e indignaci¨®n. En general, el detonante ha sido la subida de precio de productos de consumo diario: las cebollas en el caso de la India, reducci¨®n de los subsidios a la gasolina en Ecuador e Ir¨¢n, gravamen de las llamadas por WhatsApp en el L¨ªbano. Si bien las circunstancias difieren, todos los casos tienen como com¨²n denominador el descr¨¦dito de las clases gobernantes y un enervante sentido de privaci¨®n e injusticia social que aflora en las medidas econ¨®micas adoptadas por los gobiernos, al margen de su conveniencia.
La corrupci¨®n, ese c¨¢ncer por negligencia de dictaduras y democracias, ha sido un factor de peso en Oriente Medio. En Irak, por el fracaso de los pol¨ªticos a la hora de atender las necesidades b¨¢sicas de los ciudadanos, en Egipto con las movilizaciones instigadas desde Espa?a, v¨ªa Internet, por el empresario Mohamed Al¨ª, denunciando el r¨¦gimen represor del presidente Al Sisi. El malestar por el aumento de las desigualdades econ¨®micas (las naciones cada vez son m¨¢s ricas, y los gobiernos m¨¢s pobres, lo explicaba recientemente Lucas Chancel en el Instituto Peterson) y el estancamiento de la movilidad social se est¨¢ expresando con mayor contundencia en las grandes ciudades de naciones pr¨®speras; es el caso de Santiago en Chile (hasta ayer reconocido modelo de desarrollo en Am¨¦rica Latina), y de Par¨ªs.
Vivimos tiempos de revoluci¨®n: tecnol¨®gica, clim¨¢tica y social. La adaptaci¨®n a los desaf¨ªos actuales va a requerir de cambios profundos y no pocos sacrificios. Algunos ser¨¢n relativamente asequibles, imaginemos un hipot¨¦tico aumento del precio del agua por escasez. Otros, los derivados del tr¨¢nsito hacia una econom¨ªa sostenible y robotizada, m¨¢s onerosos. Para amortiguar el impacto de estas transformaciones, har¨¢ falta una confianza considerable en la clase pol¨ªtica, y una distribuci¨®n m¨¢s equitativa de cargas y beneficios, de lo contrario, y como afirma Jeffrey D. Sachs, ¡°crecimiento econ¨®mico sin justicia ni sostenibilidad medioambiental es una receta para el desorden¡±. Y para nuevos ciclos de protesta, polarizaci¨®n y auge de los extremismos.
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