De la discreci¨®n al secretismo
El silencio, la falta de explicaciones pol¨ªticas de Pedro S¨¢nchez alimenta a los apocal¨ªpticos y deja sin argumentos a los esc¨¦pticos, optimistas o pesimistas
No son sim¨¦tricas las discusiones estos d¨ªas. Por un lado, est¨¢n los apocal¨ªpticos que anuncian la entrada de Espa?a en el averno por la presencia en La Moncloa de la izquierda a la izquierda del PSOE, por primera vez desde la II Rep¨²blica. Junto a ellos, y no siempre los mismos, los apocal¨ªpticos ante la posibilidad de que el Gobierno de Espa?a dependa de un partido con su m¨¢ximo dirigente en la c¨¢rcel por haber roto el orden constitucional y una trayectoria de comportamiento impredecible en los momentos decisivos. Los apocal¨ªpticos no ofrecen alternativa; solo que el PP se abstenga. Pero el PP no quiere, salvo, quiz¨¢s, para dejar un Gobierno en solitario socialista con 120 esca?os a merced de la tormenta, y con Espa?a sin un partido de oposici¨®n, de envergadura suficiente salvo los ultras, dentro del sistema. Les queda el comod¨ªn del voto afirmativo de Ciudadanos, y hoy no emiten en esa direcci¨®n. Llegados al final del razonamiento sin salida, vuelven al apocalipsis.
Del otro lado est¨¢n los que quieren creer que salir de esta es posible todav¨ªa, pero sin euforia. Son los esc¨¦pticos pesimistas o los esc¨¦pticos optimistas ante la filigrana sobre la que debe alzarse el pacto PSOE-Unidas Podemos para llegar a buen t¨¦rmino. Superar la mutua desconfianza, olvidar reproches y descalificaciones, torcerle el brazo a la historia cainita de comunistas y socialistas, dome?ar el ego de los machos alfa, todo eso que protagoniz¨® discusiones durante los ¨²ltimos a?os, ha acabado relegado a un segundo t¨¦rmino; casi ni se habla de ello. La realidad se ha impuesto con una fuerza arrolladora. La extrema derecha no era un episodio y la pol¨ªtica espa?ola sufre del mismo mal de nuestra econom¨ªa. Cuando nos va bien, nos va mejor que a nadie, pero cuando vienen mal dadas, los monstruos se nos hacen grandes muy r¨¢pido. Y pasado el juicio del proc¨¦s y la sentencia, las calles de Barcelona en llamas y las manifestaciones, la fractura catalana sigue ah¨ª. Con dos comunidades compartiendo un mismo territorio y una pelea feroz entre los partidos independentistas por quedarse con el relato heroico y por ganar las siguientes elecciones auton¨®micas.
El silencio, la falta de explicaciones pol¨ªticas de Pedro S¨¢nchez, alimenta a los apocal¨ªpticos y deja sin argumentos a los esc¨¦pticos, optimistas o pesimistas. La discreci¨®n es necesaria; el secretismo intolerable y peligroso.
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