?Por qu¨¦ lo llaman principios cuando quieren decir poder?
Nos faltan actores que representen el inter¨¦s general. Protagonistas de verdad, los que encarnen al h¨¦roe
Se abre el tel¨®n. Sobre el escenario aparece una escena, esa tan conocida en la que nuestros pol¨ªticos representan sus muchas desavenencias. Como casi siempre, el discurso no va de pol¨ªticas, va de acusaciones de herej¨ªa. No se nos est¨¢ presentando ni una comedia ni una tragedia, sino un auto de fe en el que cada cual acusa a los dem¨¢s de indignidad moral. Unos quieren ver crucificado a quien ostenta el rol del Gobierno en funciones por el pecado de lesa patria al pretender pactar con los independentistas, el pecado de romper con las Sagradas Escrituras, la Constituci¨®n. Los otros se defienden alegando que la aut¨¦ntica herej¨ªa consiste en pactar con la extrema derecha, el mayor de los sacrilegios. Y, al fin, el tercero en discordia debe hacerse de rogar para no ser quemado en la pira por vulnerar los dogmas de la aut¨¦ntica naci¨®n catalana. Por parafrasear a Carl Schmitt, la mayor parte de nuestras discusiones pol¨ªticas han devenido en discusiones teol¨®gicas secularizadas.
Espa?a est¨¢ a punto de morir de un atrac¨®n de indignaci¨®n moral. Cada actor pol¨ªtico ha convertido a su tradicional adversario en un traidor, o mejor, en un hereje. Nadie parece haber ca¨ªdo en la cuenta de que cada cual representa diferentes concepciones pol¨ªticas, como debe ser. Y que si est¨¢n ah¨ª, en el Congreso, es porque reflejan el pluralismo de la sociedad espa?ola. Pero la nueva mirada inquisitorial no est¨¢ para minucias liberales, de lo que se trata es de estrechar al m¨¢ximo el c¨ªrculo de lo tolerable, el nuevo signo de los tiempos.
Por ce?irme a los ortodoxos de la Constituci¨®n, estos no deber¨ªan rasgarse tanto las vestiduras. Sea cuales sean los pactos del nuevo Gobierno, este carece de la mayor¨ªa necesaria para vulnerarla. La Constituci¨®n sabe defenderse por s¨ª misma. Pero sobre todo deben pensar en la contradicci¨®n que supone el mantener un discurso que deja fuera de ella a m¨¢s de la mitad del Parlamento. Cuando los autoproclamados ¡°constitucionalistas¡± devienen en una minor¨ªa, cosa que dudo que ocurra, habr¨ªa que platearse seriamente su modificaci¨®n. En todo caso, si se produjera el ¡°desastre¡± del Gobierno Frankenstein, siempre podr¨ªa ser sustituido tras nuevas elecciones por otro de signo contrario. Yo soy de los que preferir¨ªan otra cosa, pero ?por qu¨¦ tanta indignaci¨®n?
Con todo, y hablo ahora de los actores pol¨ªticos, no de los opinadores, detr¨¢s de tanta excitaci¨®n moral late la libido de la pol¨ªtica, el poder. S¨¢nchez convoc¨® nuevas elecciones para no compartirlo. Iglesias lo apoya para pillar cacho. Rivera impidi¨® un Gobierno transversal apostando a ganarlo m¨¢s tarde como l¨ªder de la derecha. Casado est¨¢ renuente hacia todo pacto por su temor a acabar siendo devorado por Vox. Y Torra y los suyos presionan para que ERC no acabe desplaz¨¢ndole de la Generalitat. Qu¨¦ alivio, detr¨¢s de tanta pol¨ªtica sacralizada se esconde lo de siempre. No es un auto de fe sino el sainete habitual. Lo malo es que nos faltan actores que representen el inter¨¦s general. Protagonistas de verdad, los que encarnen al h¨¦roe. Hasta que no aparezcan, que no se baje el tel¨®n.
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