Exceso de empat¨ªa
Las personas m¨¢s emp¨¢ticas tienen opiniones m¨¢s desfavorables de sus oponentes pol¨ªticos y disfrutan m¨¢s con sus desdichas
La epidemia que sufren las democracias occidentales no es el populismo, el radicalismo o el separatismo. Estos son los s¨ªntomas locales de una quiebra global subyacente: el creciente partidismo. Los ciudadanos nos dividimos cada vez m¨¢s en funci¨®n de nuestro partido (Dem¨®crata o Republicano en EE?UU) o bando (izquierdas y derechas en Espa?a, separatistas y constitucionalistas en Catalu?a).
No nos fragmentamos porque se haya agrandado nuestra distancia ideol¨®gica o cultural. Los estudios en EE?UU, donde existen m¨¢s datos, indican que, si acaso, los ciudadanos vamos convergiendo en unos valores fundamentales, como el respeto a las minor¨ªas sexuales o ¨¦tnicas. Pero la polarizaci¨®n pol¨ªtica intoxica paulatinamente nuestras vidas. Ahora sentimos m¨¢s Schadenfreude (placer por el dolor ajeno) cuando nuestros adversarios pol¨ªticos sufren una desgracia. As¨ª que las mismas im¨¢genes, sin manipular, de las cargas policiales del 1-O o la violencia de los CDR el mes pasado podr¨ªan desencadenar sentimientos opuestos: dolor en unos, satisfacci¨®n en otros. Ya no es humanidad contra barbarie. Es tu tribu contra la m¨ªa. Y en la guerra todo vale. El partidismo determina tambi¨¦n los amigos o el lugar de residencia. Y la evidencia experimental muestra que, hasta cuando ofrecemos un trabajo en el sector privado, discriminamos a los candidatos que aparentan ser del partido contrario.
?C¨®mo nos hemos metido en este callej¨®n de oscurantismo pol¨ªtico? Los factores materiales, como una mayor desigualdad econ¨®mica, pueden explicar algo, pero son insuficientes. La polarizaci¨®n pol¨ªtica se da tanto en las democracias m¨¢s desigualitarias (las anglosajonas) como en las m¨¢s igualitarias (las n¨®rdicas).
En una investigaci¨®n revolucionaria, la polit¨®loga Elizabeth Simas y sus coautores se?alan un culpable insospechado: la empat¨ªa. Concebida en general como cura de la polarizaci¨®n, la empat¨ªa podr¨ªa en realidad exacerbarla. Las personas m¨¢s emp¨¢ticas tienen opiniones m¨¢s desfavorables de sus oponentes pol¨ªticos y disfrutan m¨¢s con sus desdichas. Porque, si eres muy emp¨¢tico, sientes m¨¢s el tormento de los tuyos que el de los otros ¡ªquienes, adem¨¢s, son percibidos como culpables de vuestras penas¡ª.
El problema no es, como dijo Obama y repiten nuestros l¨ªderes de opini¨®n, nuestro ¡°d¨¦ficit de empat¨ªa¡±, sino, por el contrario, nuestro exceso de empat¨ªa. @VictorLapuente
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