?Por qu¨¦ nos pesa tanto PISA?
Es preciso articular espacios de consenso para superar la din¨¢mica partidista de la educaci¨®n
Imag¨ªnese que llega junio y tiene que hacer el examen final que determina todo el trabajo del curso. Imag¨ªnese adem¨¢s que, a lo largo del curso escolar, no ha habido evaluaciones intermedias que le han proporcionado informaci¨®n y posibilidad de aprender en el proceso. Puede entonces suponer que, al llegar a la prueba final, tendr¨¢ unos altos niveles de ansiedad hacia los resultados, porque de un d¨ªa para otro pasar¨¢ de la m¨¢s absoluta oscuridad a que una linterna le apunte directamente en la cara.
Esto, que usted ha vivido en su vida de alumno, es precisamente lo que le ocurre al sistema educativo espa?ol cada vez que salen los resultados de PISA cada tres a?os. En otros pa¨ªses de nuestro entorno, PISA suele pasar m¨¢s bien inadvertida, ya que muchos disponen de un modelo de evaluaci¨®n externa, algo fundamental para la mejora de los sistemas educativos. Sin embargo, en Espa?a, no hemos sido capaces de construir y acordar un modelo com¨²n, peri¨®dico y ¨²til para las escuelas. Como consecuencia, cada vez que se publican los resultados de PISA, la prueba acaba cumpliendo un papel excesivamente protagonista para el que no fue dise?ada.
En Espa?a, la evaluaci¨®n externa tiene apenas d¨¦cada y media de historia. A nivel nacional, se ha hecho poco: solo se han desarrollado dos evaluaciones externas (en 2009 y 2010); y a nivel auton¨®mico, se ha hecho m¨¢s, pero de forma inconexa ya que varias comunidades aut¨®nomas conviven con dos modelos muy distintos (LOE y LOMCE). El resultado ha sido la aparici¨®n de brotes de desconfianza hacia las pruebas en general y, en los casos m¨¢s extremos, las llamadas al boicot de las evaluaciones. En este r¨ªo revuelto, PISA triunfa por nuestra propia incomparecencia. Y, por si fuera poco, somos el pa¨ªs que m¨¢s nos gastamos en PISA, ya que las 17 comunidades aut¨®nomas participan con sus propias muestras representativas, lo que nos hace tener el mayor n¨²mero de alumnos de todos los pa¨ªses que participan en PISA.
La falta de acuerdo en torno a un modelo de evaluaci¨®n no solo nos ha tra¨ªdo hasta aqu¨ª, sino que se agrava cada vez que se publica una nueva edici¨®n de PISA. En esta ¨²ltima edici¨®n, la noticia son los problemas de aplicaci¨®n de la prueba de lectura en Espa?a y el embargo provisional de los resultados por parte de la OCDE. Pero la constante son los juegos de reparto de culpas a los que asistimos cada tres a?os en nuestro pa¨ªs. La riqueza de informaci¨®n que aporta PISA podr¨ªa abrir numerosos debates muy relevantes para el futuro de nuestra escuela. Y, sin embargo, estamos viendo una vez m¨¢s c¨®mo PISA es la pelota en este juego en que la educaci¨®n ocupa un espacio central en la lucha partidista. A mayor politizaci¨®n del debate educativo, menor es el partido que le sacamos a PISA para informar sobre la calidad de la educaci¨®n, la relevancia del curr¨ªculo o la desigualdad y segregaci¨®n escolar.
Al final, para el debate p¨²blico que PISA genera, queda la sensaci¨®n de que desaprovechamos la inversi¨®n y el esfuerzo de administraciones, docentes y alumnos con la prueba. Son ya habituales las declaraciones de ilegitimidad, no reconocimiento de resultados, o llamadas abiertas a no participar en la pr¨®xima prueba. En este juego, el ministerio y las comunidades aut¨®nomas son el alumno que se juega todo en el examen final: ante la ausencia de un modelo com¨²n de evaluaci¨®n, nadie quiere quedarse fuera de la ¨²nica prueba que les sit¨²a en el mapa, pero una vez dentro, el p¨¢nico se apodera de todos, porque PISA puede condenarles pol¨ªticamente.
PISA es una prueba s¨®lidamente construida, bajo un proceso acordado por pa¨ªses de la OCDE, y asentada en la tradici¨®n cient¨ªfica m¨¢s rigurosa de la educaci¨®n. La reacci¨®n a lo que sucede en nuestro pa¨ªs con ella no puede ser atender a las llamadas de quienes piden volver a apagar las luces del sistema, sino normalizar una cultura de la evaluaci¨®n externa de la escuela. PISA ser¨ªa mucho m¨¢s enriquecedora (y a la vez pasar¨ªa a un sano segundo plano) si la complement¨¢ramos con un modelo propio de evaluaci¨®n, coordinado entre ministerio y comunidades aut¨®nomas, con unas prioridades comunes. A falta de dicho modelo, la falta de informaci¨®n p¨²blica (a no confundir con la burda simplificaci¨®n que proponen los defensores de los rankings) de lo que ocurre en los centros educativos penaliza especialmente la equidad del sistema, alienta la falta de responsabilidad profesional y promueve desconfianza en la sociedad a la hora de valorar el buen trabajo de las escuelas y los docentes.
Es en la evaluaci¨®n y en otros temas igualmente clave (como el curr¨ªculo o la formaci¨®n del profesorado) donde deben articularse espacios de consenso que permitan superar la din¨¢mica partidista de la educaci¨®n. Mientras eso no ocurra, PISA seguir¨¢ siendo ese examen final en el que nos jugamos todo, pero del cual seguimos sin aprender nada.
Lucas Gort¨¢zar es economista e impulsor de la Red por el Di¨¢logo Educativo (REDE)
@lucas_gortazar
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