Las ideas inc¨®modas
Los ciudadanos son cada vez m¨¢s intolerantes: no permiten que se cuestionen sus convicciones
Ignorar los conceptos, las ideas u opiniones inc¨®modas de los otros forma ya parte de la normalidad del ciudadano del siglo XXI. Los pol¨ªticos, cuyo desempe?o los obligaba, hasta hace muy poco, a lidiar con los puntos de vista adversos, se a¨ªslan hoy con gran soltura de todas aquellas opiniones que les desagradan. Ah¨ª tenemos a Trump, y a Bolsonaro, cancelando la suscripci¨®n de los peri¨®dicos que son cr¨ªticos con sus Gobiernos; a Vox vetando a periodistas que les incomodan; y al presidente mexicano L¨®pez Obrador fustigando a los medios de comunicaci¨®n que no comulgan con su forma de gobernar.
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M¨¢s all¨¢ de la clase pol¨ªtica, este af¨¢n de protegerse de las ideas y opiniones que no coinciden con las propias crece entre la ciudadan¨ªa, y en Estados Unidos, donde ya se cocina lo que vendr¨¢, ha cuajado en una interesante palabra: deplatforming. Este t¨¦rmino define el activismo, individual o en grupo, que se dedica a neutralizar discursos controvertidos, pol¨ªticamente incorrectos o directamente ofensivos, y a los individuos que los pronuncian o escriben, cancelando sus charlas, sus ponencias y sus publicaciones, por el m¨¦todo de dejarlos sin la plataforma donde normalmente se expresaban. De ah¨ª, de la plataforma que les quitan, viene la etimolog¨ªa de la palabra.
Este esfuerzo que hacen los individuos para protegerse de las ideas violentas, controvertidas o simplemente diferentes, tiene en el mundo universitario estadounidense una gran fuerza; seg¨²n datos del Pew Research Center, el 40% de los j¨®venes en Estados Unidos cree que el Gobierno deber¨ªa regular la libertad de expresi¨®n cuando lo que se dice es, de acuerdo con sus par¨¢metros, ofensivo; y est¨¢ de acuerdo en que la autoridad deber¨ªa intervenir antes de que el discurso ocurra.
El ciudadano del siglo XXI empieza a convertirse en un intolerante que no permite que se cuestione su bater¨ªa de convicciones y creencias, ni soporta los discursos que le parecen ofensivos; prefiere vivir aislado en su confortable burbuja, sin que nadie lo contradiga ni le haga ver que la vida es, precisamente, la suma e incluso la contraposici¨®n de diversas ¨®pticas.
Esta burbuja tiene su representaci¨®n, o quiz¨¢ ah¨ª es donde se origina, en las redes sociales, donde el individuo ha conformado una antolog¨ªa de la realidad orientada exclusivamente seg¨²n sus intereses y sus gustos personales. La realidad que ve un usuario desde su cuenta de Twitter no es, propiamente, la realidad, sino una realidad sesgada, construida a partir de las personas, afines, que sigue, y de los medios de comunicaci¨®n y plataformas digitales, tambi¨¦n afines, que lo bombardean todo el tiempo con las noticias y las ideas de las que quiere enterarse; las que no se ajustan a este marco siguen existiendo, y circulando, pero no dentro de su antolog¨ªa, sino como una realidad paralela.
El panorama es, m¨¢s o menos, el de toda la vida; las personas tienden a relacionarse de acuerdo con sus afinidades, con la diferencia de que hoy esto sucede en una dosis mucho mayor, y de manera ininterrumpida: esa antolog¨ªa del mundo que hemos creado en la red social, esa realidad acomodaticia, es lo primero que consultamos al levantarnos y lo ¨²ltimo que vemos antes de irnos a la cama.
La voluntad de extirpar de nuestra vida el discurso negativo no solo nos vuelve intolerantes, tambi¨¦n nos deja sin anticuerpos para soportar y, en su caso, rebatir las ideas que nos parecen adversas. En este punto existe un curioso, e ilustrativo, paralelismo, con el efecto que, a lo largo de los a?os, han producido los antibi¨®ticos en el mundo industrializado: la erradicaci¨®n de los elementos negativos ha sido tan efectiva que ha exterminado tambi¨¦n las bacterias beneficiosas que sirven, por ejemplo, para sostener nuestro sistema inmunol¨®gico, o para ayudar al proceso de la digesti¨®n de los alimentos.
Un grupo de cient¨ªficos, de varias universidades de Estados Unidos, busca contener esta excesiva purificaci¨®n del cuerpo que han conseguido los antibi¨®ticos, despu¨¦s de d¨¦cadas de administrarse masivamente a la poblaci¨®n, con un proyecto que consiste en crear una red de bancos de bacterias buenas, de almacenes con ciertas condiciones de temperatura y humedad, para que las personas con el organismo excesivamente blanqueado por los antibi¨®ticos puedan administrarse los elementos que son el contrapeso imprescindible para la salud del cuerpo.
El asunto de los antibi¨®ticos se parece aqu¨ª al de la fobia al discurso adverso: la pureza no solo no es deseable, adem¨¢s es da?ina para el cuerpo; sin la parte mala, solo con la buena, no podr¨ªamos sobrevivir: lo bueno solo termina siendo malo.
La democracia, el progreso e incluso la evoluci¨®n de nuestra especie est¨¢n basados en ese forcejeo entre las ideas y los conceptos que suscribimos y los que nos son adversos; es precisamente ese forcejeo el que produce los anticuerpos que impiden que ciertos discursos nos hagan da?o. Quien evita las ideas y las opiniones adversas pierde la oportunidad de ejercitar la comprensi¨®n, la empat¨ªa, el sentido cr¨ªtico, la inteligencia.
Jordi Soler es escritor. Su ¨²ltimo libro publicado es Mapa secreto del bosque (Debate).
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