Goya: la dif¨ªcil libertad
El artista anticipa la figura del fot¨®grafo que va fijando con su c¨¢mara cuantos sucesos le parecen merecedores de atenci¨®n
Con m¨¢s de trescientos dibujos, la fascinante exposici¨®n consagrada a Goya cierra la conmemoraci¨®n del bicentenario en el Museo del Prado. Es sin duda el mejor camino para adentrarse en la hondura de su obra, tanto por lo que concierne a la g¨¦nesis de trabajos que vieron la luz p¨²blica, caso de los Caprichos o los Desastres de la guerra,como por su despliegue lateral hacia temas que iban atrayendo su infinita curiosidad. Goya anticipa la figura del fot¨®grafo que va fijando con su c¨¢mara cuantos sucesos le parecen merecedores de atenci¨®n. Pero m¨¢s all¨¢ de esa vocaci¨®n de constituirse en espejo de su mundo ¡ª"yo lo vi"¡ª, est¨¢ el prop¨®sito de servirse de las situaciones reflejadas para ilustrar una consideraci¨®n moral y pol¨ªtica que las confiere sentido. Incluso en las estremecedoras im¨¢genes de la hambruna de 1812 en Madrid, poco documentadas en la Exposici¨®n; muestra de c¨®mo Goya conjuga el an¨¢lisis de una realidad bien concreta con una reflexi¨®n de alcance universal.
En Goya culmina la corriente de la Ilustraci¨®n cr¨ªtica que va de Feij¨®o a nuestro pionero "papel peri¨®dico", El Censor(1781-1787), cuya intenci¨®n era poner de manifiesto "el desorden" social, anunciando que ninguna "autoridad humana", una vez entregado a "meditar en todo", "es capaz de persuadirme de lo que mi raz¨®n repugna". Programa y actitud que inspiran al Goya de los Caprichos.
La mirada del gobernante ilustrado, de Campomanes o de Floridablanca, protector tanto del Censor como del propio Goya, conf¨ªa en una reforma t¨¦cnica que amparada por el rey "siempre absoluto, siempre ilustrado", corrija el funcionamiento de la sociedad, preservando su sistema de poder. Es lo que refleja emblem¨¢ticamente el retrato de Floridablanca por Goya de 1783: el ministro mira al futuro, bajo el retrato de Carlos III, con proyectos que se apilan sobre su mesa. Solo que el examen riguroso de los grandes problemas, de los "obst¨¢culos a remover", mostrar¨¢ que el mundo del privilegio, reforzado por la intolerancia eclesi¨¢stica, no abrigaba prop¨®sito alguno de introducir reformas contrarias a sus intereses. "No a todos conviene lo justo", advirti¨® Goya. El cambio solo pod¨ªa arrancar de una denuncia exhaustiva de las instituciones y colectivos opuestos a la racionalizaci¨®n, tanto en el plano del poder (clero represivo e ignorante, nobleza in¨²til, Inquisici¨®n) como en el de los usos sociales, con la inmoralidad y la corrupci¨®n en tanto que rasgos visibles. Es el "desorden" del Censor transferido a los Caprichos, y a m¨²ltiples dibujos del tiempo de su preparaci¨®n, visibles en la Exposici¨®n del Prado.
La clave es la concepci¨®n goyesca de racionalismo. En un texto capital, la breve memoria a la Academia de 1792, reniega de la propuesta neocl¨¢sica de fijar reglas para "un arte tan liberal y noble como la pintura". Cree necesario en cambio "dejar en su plena libertad correr el genio". En su vocabulario, "liberal" ya se enfrenta a "servil". Lo que resulta v¨¢lido para la pintura en general, lo es tambi¨¦n para su utilizaci¨®n como instrumento cr¨ªtico de la sociedad. Goya es lo opuesto de David. La raz¨®n ha de conjugarse con "la fantas¨ªa", seg¨²n la explicaci¨®n del famoso capricho sobre su sue?o y los monstruos, tanto para la denuncia de estos, que encarnan a las fuerzas sociales de la oscuridad, como para conjurar su prop¨®sito de sofocar las luces. La luz es indispensable siempre para desentra?ar aquello que oculta la oscuridad, como la linterna que hace visible la barbarie en Los fusilamientos del 3 de mayo.
Dibujos y Caprichos permiten apreciar la interacci¨®n entre el reino aparentemente aut¨®nomo de los monstruos y sus referentes sociales: son, en la Exposici¨®n, dibujos de brujas transformadas en m¨¦dicos, burros en nobles ociosos, eclesi¨¢sticos satanizados del sue?o n¨²mero 3. Tales metamorfosis hacen comprensible el itinerario pluriforme de la raz¨®n, desde las estampas de cr¨ªtica moral, o de la opresi¨®n de la mujer, reducida a prostituta o a malcasada, hasta el conglomerado de im¨¢genes de la sinraz¨®n, que encabezan frailes y brujas, con sus precipitados, la superstici¨®n y la ignorancia.
En este orden de cosas, la Inquisici¨®n supone un hueso duro de roer, seg¨²n muestran las cautelas de Goya, tanto en los dibujos del ¨¢lbum C como en los Caprichos. Hubiese merecido la pena destacar en la Exposici¨®n c¨®mo la clara denuncia de la persecuci¨®n inquisitorial en el dibujo Por 'mober' la lengua de otro modo ¡ªno incluido en el cat¨¢logo¡ª se diluye en el capricho Aquellos polvos. Goya fue un maestro en la tarea de disimular significados cr¨ªticos, caso de la vara del poder metida en la entrepierna de Godoy de 1801, culminando en el retrato de Fernando VII de 1814, donde da un vuelco burl¨®n a la imagen del rey, con un le¨®n hispano aborregado y la falsa imagen obligada de Espa?a, que es en realidad la Constituci¨®n de 1812.
La distancia f¨ªsica entre los dibujos expuestos sobre el tema, nubla el abierto compromiso constitucional de Goya. Falta la ut¨®pica escena Esto es lo verdadero, aun cuando figuren el elogio a la "divina libertad", y los dibujos que culminan el itinerario emprendido en los a?os 90: pruebas de estricta continuidad en ideas y objetivos. En Lux ex tenebris, la luz de la Constituci¨®n emerge de la oscuridad precedente y su tarea queda fijada de forma inequ¨ªvoca en Divina Raz¨®n, no 'deges' ninguno. Los monstruos deb¨ªan ser barridos, una aspiraci¨®n frustrada bajo Fernando VII que abrir¨¢ paso a la desesperaci¨®n de las pinturas negras.
La ingente tarea de coordinar tantos dibujos y ¨¢lbumes en la Exposici¨®n ha tenido por efecto inevitable la dispersi¨®n de los Desastres de la guerra. As¨ª queda en la sombra el predominio cuantitativo de las estampas que revelan la bestial represi¨®n ejercida por las tropas francesas. No solo gracias a su superioridad t¨¦cnica ¡ªel bloque ejecutor de los Fusilamientos del 3 de mayo¡ª, sino perpetrando violaciones, empalamientos, en una actuaci¨®n que anticipa la convergencia entre superioridad militar y destrucci¨®n del pueblo resistente que presidir¨¢ las guerras contempor¨¢neas de Vietnam e Irak. No se trata solo de una condena gen¨¦rica de la violencia de la guerra.
Goya se autodeclara patriota cuando va a Zaragoza en 1898, invitado por Palafox, pero su patriotismo excluye toda idealizaci¨®n, lo cual requiere asumir la barbarie propia ("Lo mismo", "Populacho", "Y son fieras"), aunque la responsabilidad no sea equiparable. La "furia popular" refleja la agresividad xen¨®foba que sigui¨® al Dos de Mayo, descrita por Blanco-White en sus Cartas de Espa?a. El ej¨¦rcito napole¨®nico encarna la vertiente destructora de la raz¨®n.
Los Desastres no ofrecen dudas sobre el dualismo ej¨¦rcito franc¨¦s versus pueblo de la "sangrienta guerra con Buonaparte". Para nada una guerra internacional y menos una "guerra civil" como acaba de escribirse en medio de un recital galardonado de errores sobre la historia de Espa?a. Frente a los falaces descubridores de mitos, tan celebrados desde los nacionalismos vasco y catal¨¢n, vale la pena volver a Goya, testigo fundamental de la luminosa y fallida Revoluci¨®n Espa?ola.
Antonio Elorza es profesor de Ciencia Pol¨ªtica.
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