La magia ya no es lo que era
Desde que empec¨¦ a recibir mensajes por WhatsApp con enlaces en lugar de una carta, me revienta m¨¢s comprar en Navidad
Todos los a?os, en la ¨²ltima semana de diciembre o en la primera de enero, dos hermanas de mi madre se alternaban para invitarnos a pasar el d¨ªa en su casa, y era una maravillosa excursi¨®n.
Todos los hermanos de mi madre viv¨ªan en la misma ciudad, pero las casas de nuestras anfitrionas estaban muy lejos de la glorieta de Bilbao, que era, y sigue siendo, el centro del mundo para m¨ª. Una de mis t¨ªas viv¨ªa en la plaza del Per¨², la otra en Alcalde Sainz de Baranda. Para nosotros, ni?os de la calle de Churruca, como si fueran Nueva York y Mosc¨² respectivamente. Todos los a?os, cuando nos daban las vacaciones pregunt¨¢bamos por la fecha de esa excursi¨®n, horas de juego con nuestros primos por la ma?ana, algo muy rico para comer y cine por la tarde. Aquel d¨ªa era de lo mejor que tra¨ªa cada Navidad.
Todos los a?os, en la ¨²ltima semana de diciembre o en la primera de enero, la hermana peque?a de mi padre ven¨ªa a buscarnos una tarde para llevarnos por ahi. No por ah¨ª, sino por ahi, como decimos en Madrid. Casi siempre ¨ªbamos al cine y luego a merendar, o viceversa. Un a?o fuimos a un concierto de Viva la gente que result¨® absolutamente inolvidable, pero tambi¨¦n recuerdo otros planes, circo, plaza Mayor o los modestos musicales para ni?os, Pedro y el lobo o Sonrisas y l¨¢grimas, del siglo pasado. Todos los a?os, cuando nos daban las vacaciones, pregunt¨¢bamos cu¨¢ndo iba a venir Lola a buscarnos. Hasta que mi hermano Manuel y yo nos hicimos mayores, y perdimos la privilegiada condici¨®n de invitados para convertirnos en instrumento de las invitaciones de mi madre, que nos encasquetaba a los peque?os para que los llev¨¢ramos al cine, a merendar, al circo o a la plaza Mayor. Y no se os ocurra volver antes de las ocho y media¡
Para aquel entonces, ya sab¨ªa que ella aprovechaba nuestras ausencias para irse de compras y esconder los paquetes sin levantar sospechas. Lo que ignoraba era que las ya remotas excursiones a otros barrios que yo recordaba como una dorada tradici¨®n serv¨ªan al mismo prop¨®sito. ?Pero t¨² eres tonta o qu¨¦, de verdad nunca te has dado cuenta? Pues no, tuve que reconocer cuando ten¨ªa ya 17 o 18 a?os, nunca se me hab¨ªa ocurrido¡ Era una tonter¨ªa, sigue siendo una tonter¨ªa, pero a¨²n recuerdo mi desilusi¨®n. No puedo precisar el momento en el que descubr¨ª la verdadera identidad de los Reyes de Oriente, pero me acuerdo perfectamente del instante en el que me enter¨¦ de nuestras legendarias excursiones al barrio del enemigo ¡ªel Bernab¨¦u¡ª y al del Retiro, la emoci¨®n efervescente que sent¨ªa cuando mi t¨ªa Lola llamaba al timbre, eran una t¨¦cnica de mi madre para saquear El Corte Ingl¨¦s.
Entonces me encantaba la Navidad. Sigui¨® gust¨¢ndome durante muchos a?os, antes y despu¨¦s de comprender los motivos de mi madre. Mientras mis hijos fueron peque?os, adelantaba las compras a la segunda mitad de noviembre para no padecer la angustia de escuchar que el preciso modelo del exacto juguete de una marca determinada se hab¨ªa agotado ya, y esquivar as¨ª el peligro de tener que elegir entre dos suced¨¢neos. Iba con mucho tiempo, eso desde luego. Nunca recib¨ª regalos en Nochebuena y nunca los he entregado en esa fecha. La magia en mi vida se circunscribe al 5 de enero, pero desde hace unos a?os todo es m¨¢s p¨¢lido, m¨¢s feo que antes. Desde que empec¨¦ a recibir mensajes por WhatsApp con enlaces a plataformas de ventas o de distribuci¨®n en lugar de una carta, o al menos una lista, escrita a mano, cada vez me revienta m¨¢s comprar en Navidad.
No tengo nietos. Tal vez, cuando lleguen, si es que llegan, los Reyes Magos recobrar¨¢n su color. Sus capas volver¨¢n a ser brillantes, abundantes de purpurina, y el maquillaje de Baltasar se tornar¨¢ en piel aut¨¦ntica, y no ver¨¦ a Melchor con la peluca torcida, ni la goma de la barba de Baltasar perdi¨¦ndose detr¨¢s de sus orejas.
Hasta que llegue ese momento, si es que llega, cada vez que entro en la Red para escoger un regalo, s¨®lo pienso que dar¨ªa lo mismo que fuera 5 de abril, o 16 de julio, o 22 de noviembre.
Pero el hartazgo no me impide desearles a todos ustedes, de coraz¨®n, que esta noche les traigan muchas cosas los Reyes.
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