Palabras para un a?o
Cada a?o tiene sus propios t¨¦rminos. De enero a diciembre el que acaba de empezar traer¨¢ los suyos
El a?o 2019 tuvo sus palabras y seg¨²n la Fundaci¨®n del Espa?ol Urgente (Fund¨¦u) la m¨¢s representativa ha sido emoji. El nuevo a?o tambi¨¦n tendr¨¢ las suyas: la prensa las colocar¨¢ en sus titulares, no se les caer¨¢n de la boca a los tertulianos y aparecer¨¢n hasta el agotamiento en los discursos pol¨ªticos. Otras llegar¨¢n sin aviso, precipitadas por la actualidad. Y a las palabras compartidas de los titulares se sumar¨¢n las de la vida de cada uno; algunas ser¨¢n grumos en la boca que querremos pronto escupir y otras nos parecer¨¢n confitadas por la diosa Fortuna y las repetiremos como quien paladea la fruta del agrado.
Vendr¨¢ 2020 y tendr¨¢ sus palabras. Empezaremos subiendo metaf¨®ricamente la cuesta de enero y el pasar de los d¨ªas ser¨¢ remontar una costosa monta?a de deudas contra¨ªdas. La met¨¢fora del tiempo descrito a trav¨¦s del espacio nos mostrar¨¢ que como hablantes necesitamos de im¨¢genes para entender el mundo.
En febrero, el mes m¨¢s cortito, cosilla, amorcito, florecica y decenas de palabras cursis revelar¨¢n la paradoja de c¨®mo al empeque?ecer un vocablo agrandamos el afecto que este transmite; pero el tama?o no advierte de la magnitud de los significados: amor y odio tienen exactamente el mismo n¨²mero de letras.
En marzo alguien se acordar¨¢ de la gram¨¢tica y de las mujeres, y nos propondr¨¢ que digamos todes, o todos y todas, o tod@s, pero en abril alguna famosa parir¨¢ y la foto de su posparto barrig¨®n estar¨¢ acompa?ada de la interjecci¨®n arghh en una portada, para recordarnos a todas que la creatividad gramatical es m¨¢s libre que la esclavitud de la imagen. Habr¨¢ cada d¨ªa una v¨ªctima sexual m¨¢s y la culpa no ser¨¢ suya, ni de d¨®nde estaba ni de c¨®mo vest¨ªa, pero las palabras con que se califique o justifique su desgracia doler¨¢n a la v¨ªctima m¨¢s que el propio ataque.
En mayo, la segunda generaci¨®n de una familia de migrantes dejar¨¢ de ense?ar su lengua materna a los cr¨ªos de la casa, en la creencia de que as¨ª ayudan a su inclusi¨®n social. El hecho nos escandalizar¨¢ solo si la familia est¨¢ en Estados Unidos y si su lengua materna es el espa?ol.
En junio, miles de ni?os habr¨¢n aprendido qu¨¦ es el modo subjuntivo pero no sabr¨¢n expresar sus opiniones subjetivas.
En julio acabar¨¢ el curso pol¨ªtico. Cualquier pacto entre partidos nos parecer¨¢ un sello de cooperaci¨®n; pero la palabra sabe lo que se esconde en ella: pactar es familia etimol¨®gica de pagar y toda pacificaci¨®n esconde un pago. Ojal¨¢ sea en dineros y no en derechos. Al hablar de identidades, muchos timos se har¨¢n mitos. Pol¨ªticos que cada vez tienen menos valores repetir¨¢n la frase poner en valor. Mientras, Agamen¨®n y su porquero seguir¨¢n hablando sobre la verdad de las cosas en la mesa esquinada de un bar sin tiempo.
En agosto volver¨¢s a ese libro que hace a?os te acompa?¨®; sus palabras te parecer¨¢n ahora escritas de otra manera. Miles de estudiantes extranjeros se instalar¨¢n en cualquier pa¨ªs hispanohablante. Dir¨¢n una problema, cometer¨¢n errores y solo aprender¨¢n si est¨¢n dispuestos a cometerlos. Entretanto, alguien pronunciar¨¢, en su casa o en un estrado, la frase err¨®nea necesaria para estropearlo todo.
En los medios, muchos se equivocar¨¢n con las palabras. Llamar¨¢n lobo solitario, con necio barniz de hero¨ªsmo y liderazgo, a un bobo solitario y fan¨¢tico; llamar¨¢n muertos a los asesinados.
Habr¨¢ melod¨ªas aspirantes a ser la canci¨®n del verano; dale, toma, perrea y todos los imperativos convivir¨¢n con sus vocativos m¨¢s pat¨¦ticos: gatita, papichulo. En la soledad de su casa, alg¨²n viejo recordar¨¢ la colectividad de las canciones de siembra de su pueblo. Morir¨¢ la ¨²ltima anciana capaz de cantar el Gerineldo y el siglo XXI se llevar¨¢ a la tumba las palabras del romance del XIV.
En septiembre volveremos al trabajo. Con el nuevo curso, la educaci¨®n se sostendr¨¢ sobre las palabras de un maestro y su capacidad; no se habr¨¢ agotado a¨²n la bater¨ªa de una monada did¨¢ctica digital con instrucciones escritas en un espa?ol mal traducido. Un joven har¨¢ rabona o pellas o novillos, o sea, faltar¨¢ injustificadamente a clase y aprender¨¢ a desenvolver las voces cigarro o beso. En octubre nacer¨¢ una ni?a y la llamar¨¢n Daenerys, o nacer¨¢ un ni?o y lo llamar¨¢n Tiburcio. Y ambos tendr¨¢n que explicar a diario por qu¨¦ la onom¨¢stica est¨¢ sujeta a modas. Su madre, desde el propio nacimiento, acariciar¨¢ con palabras al cr¨ªo; el ba?o en un idioma pronunciado con timbre agudo y dicci¨®n suave (bonito, mi ni?o, no llores) har¨¢ surgir de nuevo esa preciosa variedad de lengua que llamamos matern¨¦s. En noviembre alguien se enfadar¨¢ por el invento de Halloween y nadie tendr¨¢ certeza de c¨®mo escribirlo. Tristemente, sin estar estudiando Medicina, alguien aprender¨¢ qu¨¦ significa tumor.
En diciembre, el adjetivo entra?able recorrer¨¢, con su aliento viejuno de peladilla, las felicitaciones navide?as que ya pocos escribir¨¢n en papel. Circular¨¢n almirez y burrito sabanero sin que sepamos a qu¨¦ aluden. Y al terminar el a?o, las palabras, cansadas de ser usadas, seguir¨¢n mir¨¢ndose en el espejo sereno de los diccionarios, ajustando con delicadeza su significado como quien se retoca un traje. Se acabar¨¢ 2020. Fund¨¦u elegir¨¢ la palabra del a?o. Y vendr¨¢ 2021 y tendr¨¢ sus palabras.
Lola Pons Rodr¨ªguez es catedr¨¢tica de Historia de la Lengua en la Universidad de Sevilla.
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