Confuso y peligroso
El pacto entre el PSOE y ERC es una irresponsabilidad desde el punto de vista institucional, hist¨®rico y democr¨¢tico. Pero S¨¢nchez no es el ¨²nico culpable: la derecha ha cebado la confrontaci¨®n
As¨ª resum¨ªa d¨ªas atr¨¢s un militante socialista el balance de los acuerdos entre el PSOE y Esquerra Republicana de Catalunya que han de facilitar la abstenci¨®n de los independentistas en la votaci¨®n de investidura de Pedro S¨¢nchez como presidente. La confusi¨®n emana del oscurantismo sobre el contenido real de las negociaciones, que el jefe de Gobierno no explic¨® ni siquiera a los suyos, y que la oposici¨®n denuncia como traici¨®n a la patria. Frente a estos trazos de brocha gorda del lenguaje neoconservador, el de los independentistas, mentirosos y falsarios como han sido hasta ahora, merodea en busca de palabras pol¨ªticamente correctas que no asusten al personal hablando de autodeterminaci¨®n, refer¨¦ndum, ni cosas por el estilo.
La ¨²nica traici¨®n de S¨¢nchez apreciable en este entrem¨¦s tan poco heroico es la que ejerce contra s¨ª mismo, sus declaraciones, sus promesas, su impostado cosmopolitismo, rendido como est¨¢ al nacionalismo pueblerino y cantonal en el que Teruel y Le¨®n comienzan a disputarle esa condici¨®n a la mism¨ªsima Cartagena. De todos los protagonistas del evento, S¨¢nchez ha acabado por ser el menos cre¨ªble y el menos fiable. Tanto Podemos como Esquerra han hecho gala de una flexibilidad adecuada a sus objetivos, de los que no se han apartado en absoluto, y pueden creer hoy con justicia que se encuentran m¨¢s cerca de obtenerlos. Mientras tanto, el Partido Socialista Obrero Espa?ol se ha embarcado en una singladura que a?ade nuevas debilidades a las que ya padec¨ªa. La principal de todas ellas la defini¨® el propio S¨¢nchez en su discurso al Parlamento el s¨¢bado pasado, cuando dijo textualmente que una coalici¨®n progresista debe construir la cohesi¨®n social a trav¨¦s de la cohesi¨®n territorial. Esta es una visi¨®n preilustrada y casi medieval de lo que debe ser el Estado moderno. La democracia se edifica sobre la soberan¨ªa de los ciudadanos, iguales en derechos y obligaciones ante la ley, y no sobre la identidad territorial, ling¨¹¨ªstica, religiosa, ¨¦tnica o de cualquier otro g¨¦nero. De modo que no s¨¦ si este ser¨¢ al cabo un Gobierno de progreso ni es previsible el tiempo que llegue a serlo, pero por el momento no ofrece ninguna perspectiva de garantizar la estabilidad tan deseada por los agentes sociales. Naturalmente tendr¨¢ a su favor el ejercicio del poder, aunque este puede llegar a ser autodestructivo si su titular pierde, como es el caso, toda autoridad personal. Es posible que la recupere, y ojal¨¢ sea as¨ª, pero no le resultar¨¢ f¨¢cil.
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Las mejoras sociales del programa conjunto presentado por Podemos y el PSOE son m¨¢s de atribuir a la formaci¨®n de Pablo Iglesias que a las sugerencias de Ferraz, y no resultan tan amenazadoras para los mercados como la derecha insiste. La crisis de la socialdemocracia, en retirada en casi toda Europa, tiene que ver con los excesos del capitalismo con el que inicialmente pact¨® antes de convertirse en su c¨®mplice. El aumento de las desigualdades en el mundo y el deterioro de las clases medias son fruto de la quiebra de un sistema financiero global que el Estado naci¨®n es incapaz de orientar y controlar. La suposici¨®n de que las recetas socialdem¨®cratas son las ¨²nicas capaces de garantizar progreso e igualdad es del todo gratuita. Frente a los excesos del capitalismo ultraliberal, propuestas de intelectuales como Piketty, Varoufakis o Guy Standing tratan de investigar nuevos caminos para la izquierda que huyen del empacho ideol¨®gico al que est¨¢bamos acostumbrados. Los movimientos de ra¨ªz popular respondieron en su inicio al fracaso del viejo r¨¦gimen puesto en evidencia por la crisis de 2008. Se trata ahora de promover una sociedad en que a la distribuci¨®n de rentas se sume la de la propiedad de activos. Que yo sepa, en ese debate los socialistas espa?oles y muchos de sus colegas europeos han brillado por su ausencia y eso justific¨® el atractivo de Podemos sobre las nuevas generaciones.
La democracia se edifica sobre la soberan¨ªa de los ciudadanos, no sobre su identidad territorial
Pero adem¨¢s de confuso, como dec¨ªa mi interlocutor, el pacto con Esquerra Republicana es peligroso y denota una manifiesta irresponsabilidad desde el punto de vista institucional, hist¨®rico y democr¨¢tico. No es sin embargo S¨¢nchez el ¨²nico culpable del descalabro, con ser el m¨¢s significado. La derecha que se autoproclama constitucionalista no ha hecho sino cebar el enfrentamiento y la confrontaci¨®n entre la ciudadan¨ªa. Quienes critican con raz¨®n la sumisi¨®n de barones y diputados socialistas al pacto con el independentismo no pueden excusar la cavern¨ªcola actitud de los despojos de Ciudadanos y del Partido Popular, neg¨¢ndose a ofrecer la abstenci¨®n, siquiera parcial, de sus curules a fin de evitar lo que ya parece inevitable. La arrogancia de los populares de atribuirse a s¨ª mismos la ¨²nica representaci¨®n de la identidad espa?ola es sim¨¦trica a la del Gobierno en funciones, que murmura entre bastidores la necesidad de formar a cualquier precio un Gabinete frente a la amenaza de un golpe de Estado. Eso es lo que suponen, a su juicio, las declaraciones del general en la reserva Fulgencio Coll. La incitaci¨®n de este antiguo jefe del Ej¨¦rcito de procesar por traici¨®n o prevaricaci¨®n al presidente carece de todo sentido y no tiene ning¨²n fundamento legal. Pero los actos pol¨ªticos del Gobierno, y no solo los administrativos, deben estar sujetos a control judicial. La naturaleza y contenido de la consulta prometida por el PSOE a los independentistas ser¨¢ sometida con toda probabilidad a la sanci¨®n del Tribunal Supremo y del Constitucional y ha de merecer tambi¨¦n un dictamen del Consejo de Estado. Quienes se quejan de la judicializaci¨®n de la pol¨ªtica olvidan con frecuencia que esta es consecuencia del desprecio a las instituciones tantas veces manifestado por los gobernantes de todos los partidos y, por ¨²ltimo, de la vulneraci¨®n delictiva de las leyes por parte de quienes hoy negocian con el Gobierno no solo su instalaci¨®n sino tambi¨¦n su pervivencia en el tiempo.
Es fundamental el di¨¢logo, pero la residencia natural del mismo es el Parlamento
Como no hay mal que por bien no venga, el pacto de marras ha permitido al fin que La Moncloa se apee de las muchas tonter¨ªas que sus habitantes han venido declarando en los ¨²ltimos meses respecto a la cuesti¨®n catalana. Hemos o¨ªdo as¨ª que no era un problema de independencia, sino de convivencia, y algunos ministros pretend¨ªan reducir las hogueras y disturbios de las noches barcelonesas a una simple cuesti¨®n de orden p¨²blico. Ahora reconocen por fin que nos encontramos ante un conflicto pol¨ªtico, y eso es lo que es diga lo que diga la derechona. Veremos cu¨¢nto tardan los nuevos ministros en reconocer que ese conflicto deriv¨® en una insurrecci¨®n popular alentada por los poderes p¨²blicos y financiada con dinero de igual naturaleza, al servicio de los intereses y deseos de una parte minoritaria de la poblaci¨®n catalana, en flagrante rebeld¨ªa contra el poder y las leyes democr¨¢ticas del Estado y de la propia Catalu?a. Naturalmente que para resolver el caso no basta la acci¨®n de los tribunales, ni de la fuerza p¨²blica si fuese necesaria. Es fundamental el di¨¢logo. Pero la residencia natural e inevitable del mismo es el Parlamento. Resulta imposible pretender sustituir la soberan¨ªa de este por acuerdos interpartidarios o negociaciones entre el poder central y el de una comunidad aut¨®noma. Como nos hallamos ante un conflicto pol¨ªtico es obligaci¨®n del Gobierno, y del resto de las fuerzas parlamentarias, presentar propuestas al Congreso de los Diputados de las que puedan alumbrarse soluciones al respecto. Ninguna ser¨¢ posible ni deseable sin el apoyo mayoritario de los grandes partidos. La votaci¨®n de investidura de ma?ana, en las condiciones en que se produce, no es sino m¨¢s le?a al fuego de la inestabilidad y el agotamiento de un sistema v¨ªctima de quienes m¨¢s llamados estaban a defenderlo. Si por desgracia acaba descarrilando no ser¨¢n Puigdemont ni Junqueras sus victimarios, sino S¨¢nchez, Rivera y Casado, m¨¢s pendientes de mirarse al espejo de sus diversas avaricias que de asumir responsabilidades que con toda evidencia desbordan su capacidad.
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