Un nuevo comienzo

Por fin tenemos Gobierno. Despu¨¦s del largo parto es inevitable una cierta sensaci¨®n de alivio y de afrontar con cierta esperanza este nuevo comienzo. A pesar de todo. A pesar de su fr¨¢gil mayor¨ªa o del poco edificante espect¨¢culo que se nos dio en el Congreso durante la investidura. A pesar de que tenemos la mayor¨ªa de nuestros problemas abiertos en canal y sin atisbos de soluci¨®n. Puede que este d¨¦bil optimismo se asiente sobre la mera intuici¨®n de que en alg¨²n momento hay que poner freno a esta deriva autodestructiva en la que estamos inmersos. Aunque sea m¨¢s por agotamiento que por voluntad o convicci¨®n.

Tener Gobierno significa que pasamos de la guerra total entre facciones a peque?as escaramuzas concretas. Ahora toca responder a propuestas espec¨ªficas, no obstinarse en las enmiendas a la totalidad, en la descalificaci¨®n global gratuita, en negar el pan y la sal al adversario. Esto no acabar¨¢ con el bloquismo, desde luego, pero obliga a que los contendientes tengan que argumentar a favor o en contra de una determinada reforma o pol¨ªtica p¨²blica. Ya no sirven las descalificaciones gen¨¦ricas en nombre de patrias o principios impostados y mediante frases hechas. La discusi¨®n podr¨¢ concentrarse sobre algo m¨¢s que el cainismo metodol¨®gico, por mucho que este est¨¦ bien presente detr¨¢s de cada intervenci¨®n. Ahora al menos se tendr¨¢ que ocultar detr¨¢s de ¡°razones¡± o contrapropuestas, no limitarse a meras invectivas o aspavientos.

Es un paso peque?o, pero, a pesar de todo, un avance. Por eso urg¨ªa tener un Gobierno; es decir, un parlamento que funcionara y una agenda pol¨ªtica. Una disciplina. Y lo digo a pesar de no hacerme demasiadas ilusiones, impelido quiz¨¢ por la misma gravedad de la situaci¨®n, porque ya hemos tocado fondo en el deterioro pol¨ªtico e institucional y la confianza ciudadana est¨¢ bajo m¨ªnimos. Fracasar ahora y seguir regocij¨¢ndonos en el espect¨¢culo del enfrentamiento es suicida para todas las partes, equivale a bailar borrachos al borde del abismo. Por eso, y porque la aritm¨¦tica parlamentaria manda, nadie puede aspirar a realizar su programa de m¨¢ximos, todos tendr¨¢n que dar alg¨²n paso atr¨¢s. Todos.

Camus dec¨ªa que toda generaci¨®n se cree destinada a rehacer el mundo. Y, a?ad¨ªa, ¡°la m¨ªa consiste en impedir que el mundo se deshaga¡±. Me temo que esta es tambi¨¦n la tarea que tiene frente a s¨ª esta nueva generaci¨®n de pol¨ªticos, evitar que se nos desbarate la pol¨ªtica y acabe arrastrando a la democracia. Ahora importa menos el c¨®mo hemos llegado hasta aqu¨ª, algo que sabemos todos, que el c¨®mo podemos salir de esta. Y deber¨¢ estar guiada por evitar el mal mayor, el ¨²nico impulso al que Hobbes atribu¨ªa la capacidad de anteponer la raz¨®n a los intereses de parte, abandonar el potencial de aniquilaci¨®n mutua por la cooperaci¨®n. Si a la vez conseguimos legislar, emprender reformas y abordar los problemas de futuro, mejor que mejor. Pero la tarea prioritaria consiste en abandonar los discursos del odio y mutarlos en estrategias de entendimiento. Aprovechemos este nuevo comienzo, que no se convierta en otro final.