Por qu¨¦ dolor no es sin¨®nimo de sufrimiento
A lo largo de la vida pasamos por momentos dif¨ªciles que son inevitables. Sufrir, por el contrario, es opcional y depende en gran medida de nosotros.
EL SUFRIMIENTO tiene una finalidad, pero debe tener tambi¨¦n un final. Que el dolor ps¨ªquico y el sufrimiento caminen de la mano es una necesidad temporal, pero el primero no tiene por qu¨¦ implicar siempre el segundo. Cuando algo malo nos sucede, es necesario ¡°sufrirlo¡±, llorarlo, expresarlo.
Las personas no existimos de manera aislada. Nos suceden cosas. El entorno nos afecta, constantemente.
La alegr¨ªa, la felicidad y el bienestar, como el sufrimiento, el malestar y la amargura, no son efecto del hecho aislado que sucede: son efecto de nuestra forma de manejar las cosas que nos ocurren. De c¨®mo integramos los acontecimientos en nuestra vida.
Podemos padecer, ser pasivos ante lo que nos pasa, pero tambi¨¦n podemos ejercer nuestra capacidad de acci¨®n ante el entorno, pues del mismo modo que lo que nos rodea nos afecta, nosotros afectamos a lo que nos rodea y definimos nuestra relaci¨®n con ello. En estas situaciones hay elementos que aportan la posibilidad de compartir, porque el dolor es soledad.
Es la soledad radical.
No se puede definir¡, ¡°es como mil agujas juntas en mi piel¡±, ¡°es como un clavo en mi cabeza¡±, ¡°es como si se me rompiera algo por dentro¡±, ¡°es como¡¡±. Del mismo modo, la intensidad solo puede medirse en referencia a uno mismo, ¡°antes me dol¨ªa diez y ahora me duele siete¡±, pero no podemos cuantificar el dolor ajeno ni esperar que entiendan del todo el nuestro.
No es necesario ni conveniente convertirse en alguien que solo sufre, porque esto limita la visi¨®n del futuro
La forma m¨¢s eficaz de disminuir la angustia cuando nos enfrentamos a la soledad del dolor es compartirla. Y el mejor alivio, el acompa?amiento, el acogimiento y la comprensi¨®n. Pero pasada la fase aguda del dolor, volvemos a estar solos ante ¨¦l.
El dolor emocional nos invita a ser creativos, porque nos obliga a enfrentarnos a nuestra soledad, aprender a aceptarla y convivir con ella. El dolor nos ayuda a valorar el bienestar, la felicidad, la amistad, la salud, la presencia, el beso. Es decir, partiendo del dolor, adquirimos la dimensi¨®n ¨¦tica de la vida. Nada tendr¨ªa valor si no supi¨¦ramos que existe el dolor. No hay virtud que no deba sobreponerse a ¨¦l o a su amenaza.
Es necesario, pero si en su nombre inevitable convertimos el sufrimiento en la raz¨®n de nuestra vida, en nuestra identidad, estamos condenados a ser sufridores, nada m¨¢s que sufridores, vivir por y para el sufrimiento. Eso significa desterrar la alegr¨ªa, la felicidad, y el bienestar.
El ser doliente es un ser sufriente en la medida en la que se entrega al sufrimiento.
El ser doliente acepta su dolor, la causa de su dolor y su intensidad, y lo introduce en su vida como algo m¨¢s que le acompa?ar¨¢ siempre, que formar¨¢ parte de su biograf¨ªa, de su ser y de su estar en el mundo, pero no lo convertir¨¢ en el centro de su vida ni en su raz¨®n de vivir.
El ser sufriente es un ser doliente que a?ade a su desdicha elementos que no son intr¨ªnsecos al dolor y son innecesarios. No es necesario ni conveniente convertirse en alguien que solo sufre, porque esto limita su visi¨®n del futuro desde el sufrimiento, y no hacia la vida. Es molesto para s¨ª y para el que le rodea.
?Queremos que el sufrimiento se convierta en nuestra se?a de identidad? Es sencillo hacerlo: no pienses en lo que te ha pasado, sino en lo que te han hecho; no disfrutes de lo que tienes, preoc¨²pate por lo que puedes perder.
El ser sufriente se instala en el reproche, en la debilidad, en la culpa ¡ªpropia o ajena¡ª, en la amargura, en la autocompasi¨®n y en la exigencia de conmiseraci¨®n. O peor, en el ¡°si yo ¡ªu otro¡ª hubiera¡¡±. La vida son hechos. Lo que ha pasado ha pasado, y es del todo imposible saber qu¨¦ habr¨ªa sucedido de haber cambiado la circunstancia o la actitud de los implicados. Es convertir el sentimiento en resentimiento.
El dolor emerge de la v¨ªctima, el sufrimiento emerge del victimismo.
La v¨ªctima es la persona, y las personas somos seres activos, somos creativos, f¨¦rtiles, aut¨®nomos, libres, con capacidad de acci¨®n. Cierto es que cuando nos sucede algo triste o inc¨®modo, tendemos a encogernos, a sentirnos incapaces, y cuando lo que nos afecta es alegre, crece en nosotros la potencia creadora. En esta lucha transcurre nuestra vida, y podemos elegir entre gobernarla o padecerla.
En la Odisea aseguran los dioses en asamblea: ¡°?Ay, ay, c¨®mo culpan los mortales a los dioses!, pues de nosotros, dicen, proceden los males. Pero tambi¨¦n ellos por su estupidez soportan dolores m¨¢s all¨¢ de lo que les corresponde¡±.
En efecto, el hombre por s¨ª solo se sobra y se basta para ser desgraciado.??
Lola Mor¨®n es psiquiatra y experta en neuropsiquiatr¨ªa.
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