Gestionar el sufrimiento
Si damos vueltas siempre a lo que no funciona, acabaremos agotados mentalmente Controlar los pensamientos negativos y tomar perspectiva posibilita el cambio y aminora el dolor
Sufrimos frustrados por lo que desear¨ªamos que fuera y no es, por lo que esper¨¢bamos que hubiera sido y no fue, por lo que queremos que sea y no llega. Generamos pensamientos negativos repetitivos y nos anclamos en sentirnos v¨ªctimas, nuestro pesar aumenta y se vuelve adictivo. Cuando cavilamos mucho sobre lo que no funciona, nos agotamos mental y emocionalmente, acumulamos malestar y no podemos decidir con claridad. Si adem¨¢s nos anclamos en preguntas como ¡°?por qu¨¦ sigues cometiendo los mismos errores?, ?por qu¨¦ me toca vivir esto?¡±, sentimos dolor, pena y rabia.
Podemos cambiar de rumbo si prestamos atenci¨®n a lo que nos aporta bienestar, pregunt¨¢ndonos y conversando sobre qu¨¦ soluci¨®n nos beneficiar¨ªa m¨¢s, ad¨®nde nos gustar¨ªa llegar, qu¨¦ es lo que nos ilusiona. Seg¨²n sea nuestro discurso interior, contribuimos a sufrir m¨¢s o menos.
La mayor¨ªa de las personas tienen miedo de volver a s¨ª mismas, porque temen enfrentarse al dolor que hay en su interior¡± (Thich Nhat Hanh)
Cuando uno padece, suele tener m¨¢s preguntas que respuestas. Si se repite la pregunta que le lleva a la tristeza y a la decepci¨®n, se queda atrapado en el pozo del sufrimiento. Para no incrementarlo, seamos conscientes de los interrogantes que nos planteamos y elijamos bien el que conviene.
Es necesario controlar nuestros pensamientos para que no provoquen un efecto de martillo sobre el clavo que a base de golpes profundiza en el agujero. Lo que ocurri¨® ya pas¨®, pero dej¨® herida, y con los pensamientos recurrentes de angustia, rencor o culpa nuestra herida no se cura. Entonces intentamos huir del sufrimiento. Huimos de ¨¦l absorbi¨¦ndonos en las acciones. Lo ocultamos con consumismo, juegos de azar, adicciones, acontecimientos deportivos. Tomamos decisiones por miedo a sufrir o huyendo, y dejamos conflictos por resolver. No afrontamos lo que nos ocurre, no nos permitimos sentirlo. Escap¨¢ndonos del dolor, este se acumula en nuestro interior, hasta que uno se encuentra deprimido o con necesidad de explotar.
Primer paso: escucharse
No incrementemos el sufrimiento d¨¢ndole vueltas en nuestro interior. Los primeros pasos para sentirnos aliviados son escucharse; luego, comunicarse, escribir, pasear por la naturaleza, rodearse de buenos entornos donde haya silencio y as¨ª dejar que salga lo que hay dentro para conseguir clarificarnos. De otra forma, las sombras internas se convierten en monstruos. Y como consecuencia, uno se siente impotente con los sentimientos que le acechan.
Creemos tiempos y espacios para tomar perspectiva respecto a lo que vivimos. Paremos unos instantes varias veces al d¨ªa y respiremos centr¨¢ndonos de forma consciente en este acto. Practiquemos mirar y escuchar sin juzgar. Observemos. Reflexionemos. Meditemos. Tomemos distancia para no ahogarnos. Con la pr¨¢ctica de la atenci¨®n plena y de la meditaci¨®n generamos una actitud que nos permite reconocer y abrazar nuestro sufrimiento transform¨¢ndolo.
Si vivimos obsesionados por la satisfacci¨®n de lo inmediato y estamos permanentemente huyendo de los inconvenientes y de las adversidades, nos debilitamos. Una sociedad que elimina el sufrimiento huyendo de ¨¦l es fr¨¢gil porque se siente permanentemente amenazada. La sociedad occidental est¨¢ orientada hacia el ¨¦xito. Sufrir se asocia a fracaso, a ser flojo, a no llegar, a sentir que uno no forma parte del sistema productivo y no sirve.
Tememos lo que desconocemos, lo que no tiene forma, lo que est¨¢ en nuestra sombra, dir¨ªa Carl G. Jung. Permitirnos espacios y tiempos para estar solos de vez en cuando facilita establecer un di¨¢logo interno con el cual descubrir y conectar con nuestra fuerza personal. Si uno est¨¢ bien consigo mismo, le ser¨¢ m¨¢s f¨¢cil estar bien en el entorno y con los otros. Si uno se siente c¨®modo, no huir¨¢ de s¨ª mismo. Gozar¨¢ estando solo y tambi¨¦n en compa?¨ªa. Es en la soledad cuando uno puede escucharse mejor. El sufrimiento emocional nos indica que quiz¨¢ estamos aguantando algo que deber¨ªamos soltar. Tal vez hemos de aprender a decir no o s¨ª, o a poner l¨ªmites; tal vez debemos cuidarnos m¨¢s, o necesitamos m¨¢s silencio.
Al no escuchar lo que el abatimiento nos se?ala, llega un momento en que se produce una grieta interna. Hemos huido de nuestra propia voz interior que nos quiere comunicar algo. El desconsuelo indica la posibilidad de un cambio latente. Cuando encontramos el sentido de nuestra angustia, esta se transforma.
Con motivaci¨®n se atraviesan las dificultades que se presentan para lograr nuestro objetivo. Cuando la serpiente tiene que desprenderse de su piel vieja, escoge transitar por dos piedras pr¨®ximas que le aprieten, le rasquen y le ayuden a eliminar su piel. Ese tr¨¢nsito le provoca dolor, pero le ayuda a deshacerse de lo viejo para dar lugar a lo nuevo. Es el final de un proceso y el inicio de otro. Y en ese tr¨¢nsito sufrimos. Si nos resistimos a atravesarlo, la angustia se incrementa, pues no soltamos lo que ya no nos aporta, lo que necesitamos, ni damos espacio a lo que quiere nacer. Uno puede enquistarse en ese dolor, alargando el padecimiento y haci¨¦ndolo ag¨®nico.
Cuando el ser humano tiene un para qu¨¦, puede atravesar cualquier c¨®mo¡± (Viktor Frankl)
El sufrimiento nos indica que algo nuevo est¨¢ naciendo. Si mantenemos puesta la marcha atr¨¢s, no avanzamos, podr¨ªamos decir que la herida se infecta. Si asumimos y pasamos el dolor, dejamos paso a lo nuevo. Hay que fluir aunque sea en mitad de la incertidumbre. No sabemos lo que nos espera despu¨¦s de ese cambio, y esa inquietud nos puede provocar una falta de fuerza interior. Sin embargo, desprenderse de lo que nos da?a es lo que nos libera, nos fortalece y nos hace libres.
Por ejemplo, uno puede sentirse invadido por el sufrimiento que le provoca la p¨¦rdida de un ser querido y estar a?os y a?os padeciendo. O bien, aunque haya perdido a un hijo, a una madre, a un gran amigo, puede conectar con los momentos llenos de sentido y felicidad vividos con ellos, y aunque probablemente habr¨¢ una sombra de dolor con el recuerdo, este no ocupar¨¢ ni nublar¨¢ todo. Uno sentir¨¢ el agradecimiento por esos momentos.
Para conectarnos
LIBROS
'Despu¨¦s del ¨¦xtasis, la colada'
Jack Kornfield
'La liebre de marzo' y
'Est¨¢s aqu¨ª. La magia del
momento presente'
Thich Nhat Hanh
PEL?CULA
'En busca de la felicidad'
Gabriele Muccino
Cuando atravesamos el sufrimiento, nadie puede responder por otro. Este es un sentimiento intransferible y, aunque nos demos cuenta, nadie puede hacer nada, cada uno debemos recorrer ese camino por nosotros mismos. Si, para evitar que una mariposa sufra al salir del capullo, le ayudamos a abrirlo, la mariposa no utiliza su propia fuerza, sus alas se debilitan y se muere. Es ella la que debe atravesarlo para fortalecerse y as¨ª poder volar. Cada uno tenemos que salir de las propias redes que nos envuelven y reforzarnos en el tr¨¢nsito.
Sin embargo, compartir la dificultad, darle nombre y expresarla, aligera la carga. Es m¨¢s f¨¢cil si lo identificamos, lo nombramos, lo escuchamos, lo miramos cara a cara y lo humanizamos. Lo que ocurre a veces es que la verg¨¹enza o el miedo a lo que pensar¨¢n al ver nuestra vulnerabilidad o debilidad, o a que nos etiqueten como alguien fracasado, dificulta que compartamos nuestro sufrimiento. Debemos aprender a acompa?ar al que se encuentra en esta situaci¨®n sin juzgarle. Una mirada amorosa que acoge ese dolor y no juzga cuando uno se abre a ser escuchado y a compartir ayuda a expresarse para soltar el dolor acumulado en nuestro interior. Y cu¨¢nto m¨¢s hayamos pensado que ser¨ªamos juzgados, si descubrimos en el otro ternura y comprensi¨®n, eso es profundamente liberador. Tener d¨®nde expresar y manifestar lo que nos angustia descarga nuestro peso.
Para aligerar, nos ayudar¨¢ tambi¨¦n escribir. Elaborar una carta dirigida a uno mismo, en la que se conversa con la parte que sufre y est¨¢ herida. Ejercitando la verdadera presencia, conseguimos aliviar la angustia que hay en nuestro interior.
Se trata de transformar las adversidades y los monstruos, que son nuestros miedos, en aliados sobre los que cabalgamos. El mito de san Jorge es un ejemplo de transformaci¨®n: el miedo y el dolor que simboliza el drag¨®n se convierten en una cabalgadura que libera a la princesa. San Jorge no mata al drag¨®n, sino que monta sobre ¨¦l porque lo ha integrado.
En una sociedad que nos proh¨ªbe nuestras debilidades, ?qu¨¦ liberador es manifestarse vulnerable!¡±
(Javier Melloni)
Entregarse en el tr¨¢nsito que implica el sufrimiento y no eludirlo hace que aquello que parece un obst¨¢culo y una gran devastaci¨®n se convierta en una oportunidad. No es f¨¢cil dar este salto. Pero la clave est¨¢ en confiar. En un espacio en el que impera este clima se crean nuevas din¨¢micas liberadoras que nos revitalizan y nos abren al sentido de vivir. Creemos que a cada instante respiraremos, que a cada paso que demos el edificio aguantar¨¢, que cuando lleguemos a casa nos encontraremos con la persona a quien hemos dejado. Nuestra vida est¨¢ hecha de confianza. Cuando nos convertimos en seres recelosos, nos deshumanizamos. La confianza nos humaniza. Vivamos en la fe radical de que todo tiene sentido m¨¢s all¨¢ de lo que podemos percibir con nuestras cortas miradas.
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