Complicar la democracia
?Puede sobrevivir la democracia a la complejidad del cambio clim¨¢tico, de la inteligencia artificial, los algoritmos y los productos financieros? Esta es una de las preguntas que el ensayista y fil¨®sofo Daniel Innerarity se plantea en su nuevo libro
La principal amenaza de la democracia no es la violencia, ni la corrupci¨®n o la ineficiencia sino la simplicidad. En su forma actual, la pr¨¢ctica pol¨ªtica constituye una capitulaci¨®n ante lo complejo, en l¨®gica correspondencia con el hecho de que tampoco la conceptualizaci¨®n de la filosof¨ªa pol¨ªtica est¨¢ a la altura de la complejidad social. Se requiere otra forma de pensar la democracia y otro modo de gobernar si es que sigue teniendo sentido aspirar a que la democracia sea compatible con la realidad compleja de nuestras sociedades.?
La simplicidad que critico tiene dos versiones: como inadecuaci¨®n conceptual y como instrumento ideol¨®gico, es decir, como un asunto te¨®rico y como un problema pr¨¢ctico. En un caso se trata de falta de adaptaci¨®n a las transformaciones del mundo contempor¨¢neo, mientras que en el otro me refiero a un conjunto de pr¨¢cticas pol¨ªticas que agravan esa penuria configurando el combate pol¨ªtico como una simplificaci¨®n interesada.
Se requiere otra forma de pensar la democracia y otro modo de gobernar si queremos que la democracia sea compatible con la realidad compleja de nuestras sociedades
El desfase de la teor¨ªa pol¨ªtica tiene mucho que ver con una evoluci¨®n de la sociedad, de la ciencia, de los distintos subsistemas sociales, que no ha sido acompa?ada con la correspondiente renovaci¨®n de las categor¨ªas pol¨ªticas. Pensemos en la evoluci¨®n de la ciencia durante estos a?os. Ciencia moderna y democracia moderna eran empresas ¨ªntimamente relacionadas. El mundo calculado por Newton o Laplace era el mismo que aquel cuyo gobierno formularon Rousseau o Adam Smith. Era la ¨¦poca de la visi¨®n mec¨¢nica del mundo, de la ciencia moderna y sus categor¨ªas epistemol¨®gicas. No es de extra?ar, por tanto, que los conceptos b¨¢sicos de la teor¨ªa pol¨ªtica procedan de una f¨ªsica social elaborada con las categor¨ªas mecanicistas del mundo natural. De esta concepci¨®n del mundo han salido, por ejemplo, la visi¨®n realista de las relaciones internacionales, la interpretaci¨®n funcionalista de la integraci¨®n europea o las pr¨¢cticas de los planificadores urbanos. Cada vez es m¨¢s evidente la escasa utilidad de viejos instrumentos concebidos para espacios delimitados y para tiempos lentos y sincronizables.
Son simples aquellas interpretaciones de la realidad que ofrecen explicaciones lineales, binarias o moralizantes y que sobrevaloran las propias capacidades de intervenci¨®n sobre ella. Las soluciones simples suelen producir una distensi¨®n moment¨¢nea de la perplejidad y los conflictos, pero acaban empeorando las cosas, en el plano del conocimiento y de la acci¨®n, disminuyendo nuestra capacidad cognitiva y nuestras opciones pr¨¢cticas. Cuando una filosof¨ªa pol¨ªtica excesivamente normativa antepone las categor¨ªas morales a la sutileza anal¨ªtica; cuando la unidad colectiva deja de prestar atenci¨®n a las l¨®gicas de pluralizaci¨®n y exclusi¨®n; cuando la teleolog¨ªa hist¨®rica se da por supuesta sin registrar los fen¨®menos de disipaci¨®n, regresi¨®n y pseudomovimiento, entonces lo que tenemos es una teor¨ªa con escasez de observaci¨®n, un normativismo enfrentado a un mundo que no comprende, que compensa su penuria anal¨ªtica con la prescripci¨®n.
Se podr¨ªa formular este drama, que es de entrada te¨®rico, en los t¨¦rminos de una pregunta inquietante acerca de la capacidad de la filosof¨ªa pol¨ªtica a la hora comprender la complejidad del mundo actual y proporcionar alg¨²n tipo de orientaci¨®n para gobernarlo. ?Puede sobrevivir la democracia a la complejidad del cambio clim¨¢tico, de la inteligencia artificial, los algoritmos y los productos financieros? Si no pudi¨¦ramos entender y gobernar democr¨¢ticamente esas nuevas realidades, carecer¨ªamos de argumentos frente a quienes prometen una eficacia que supuestamente se conseguir¨ªa prescindiendo de los requerimientos democr¨¢ticos.
Nuestros sistemas pol¨ªticos no est¨¢n siendo capaces de gestionar la creciente complejidad del mundo
Si pasamos de la teor¨ªa a la pr¨¢ctica, nos encontramos con que la incapacidad de concebir una pol¨ªtica compleja se corresponde con la de llevarla a cabo de un modo que no la simplifique y empobrezca. Esta segunda categor¨ªa del simplismo es pragm¨¢tica y obedece a una estrategia intencional para esquematizar el campo pol¨ªtico en beneficio propio. Nuestros sistemas pol¨ªticos no est¨¢n siendo capaces de gestionar la creciente complejidad del mundo y son impotentes ante quienes ofrecen una simplificaci¨®n tranquilizadora, aunque sea al precio de una grosera falsificaci¨®n de la realidad y no representen m¨¢s que un alivio pasajero.
Algo similar puede verse en nuestras principales construcciones ideol¨®gicas: las distinciones izquierda-derecha, conservador-progresista, ¨¦lite-pueblo, transformaci¨®n-conservaci¨®n proporcionan m¨¢s orden en el mundo del que corresponde a una adecuada descripci¨®n de su complejidad y sus contradicciones. Se podr¨ªa decir que explican demasiado poco porque explican demasiado, porque ordenan, categorizan y simplifican m¨¢s de lo que la complejidad de las cosas permite. Son distinciones que obedecen a una necesidad de orientaci¨®n que capitula ante una sociedad diferenciada y compleja.
Para que estas ideolog¨ªas representen opciones ¨²tiles a la hora de gobernar la sociedad actual es necesario que se conciban de una manera m¨¢s sofisticada y que piensen en otros medios de intervenci¨®n m¨¢s acordes con la nueva realidad social. Una sociedad compleja se ve obligada a renunciar a configurar algo as¨ª como una instancia central desde la que ordenar el funcionamiento de las distintas l¨®gicas que intervienen en la sociedad. El mundo no puede ser gobernado por un Comit¨¦ Central, por Google, por los expertos o el Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n del Pueblo, pero no porque estos sean malvados o tengan aviesas intenciones sino b¨¢sicamente porque su estructura para procesar la informaci¨®n y gobernar no se corresponde con la riqueza de los elementos, valores, informaci¨®n e inteligencia distribuida de una sociedad compleja. Pese a lo cual, la mayor¨ªa de los diagn¨®sticos y propuestas pol¨ªticas no renuncian a ello: la derecha sigue pensando en la comunidad y en la cohesi¨®n de un pueblo homog¨¦neo, los liberales en la soberan¨ªa del individuo y la infalibilidad de los expertos, la izquierda en una transformaci¨®n pol¨ªtica de la sociedad. Son descripciones politizadas que sobrevaloran las posibilidades de acci¨®n colectiva por medio de intervenciones centrales. Unos tienen excesiva confianza en la capacidad del estado para intervenir desde fuera y otros conf¨ªan demasiado en los comportamientos individuales y en la capacidad de autocorrecci¨®n del sistema. El programa liberal de resolver todos los problemas mediante la austeridad es tan insuficiente como la creencia de que se pueden solucionar a trav¨¦s de la participaci¨®n o moraliz¨¢ndolos.
La pol¨ªtica que opera actualmente en entornos de elevada complejidad no ha encontrado todav¨ªa su teor¨ªa democr¨¢tica
La idea de democracia que planteo pretende superar la contraposici¨®n entre democracia y complejidad sin que se resientan las aspiraciones democr¨¢ticas ni la efectividad de los gobiernos. La democracia no es incompatible con la complejidad, todo lo contrario. Su dinamismo interno y su capacidad de auto-transformaci¨®n le convierten en el sistema de gobierno mejor preparado para gestionarla.
El problema al que nos enfrentamos es tambi¨¦n m¨¢s amplio que el correspondiente a unas meras reformas pol¨ªticas. Un cuestionamiento generalizado de nuestros modos de organizarnos exige toda una transformaci¨®n de los modos habituales de gobernar. Venimos de un modelo de organizaci¨®n propio de la sociedad industrial con una estructura econ¨®mica fordista, formaci¨®n de la voluntad pol¨ªtica en el marco estatal, con unos itinerarios vitales m¨¢s o menos bien definidos, estratificaci¨®n social estable y reglas claras para el ascenso social, adem¨¢s de unos roles claros en cuanto a las generaciones y el g¨¦nero. Se trataba de un modelo estructurado por una administraci¨®n estatal y una integraci¨®n de los expertos, una combinaci¨®n de capitalismo, estado del bienestar y progreso t¨¦cnico-cient¨ªfico. La nueva gesti¨®n de la complejidad tiene que hab¨¦rselas, en cambio, con una din¨¢mica propia m¨¢s intensa de las distintas l¨®gicas desagregadas de la sociedad, con los espacios globalizados cuya econom¨ªa es dif¨ªcil de regular, donde la autonom¨ªa pol¨ªtica entra en colisi¨®n con la interdependencia, as¨ª como las diferentes velocidades de los subsistemas sociales.
El mundo no puede ser gobernado por un Comit¨¦ Central, por Google, por los expertos o el Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n del Pueblo
La pol¨ªtica que opera actualmente en entornos de elevada complejidad no ha encontrado todav¨ªa su teor¨ªa democr¨¢tica. Tenemos que redescribir el mundo contempor¨¢neo con las categor¨ªas de globalizaci¨®n, saber y complejidad. La pol¨ªtica ya no tiene que enfrentarse a los problemas del siglo XIX o XX sino a los del XXI, que exigen capacidad de gestionar la complejidad social, las interdependencias y externalidades negativas, bajo las condiciones de una ignorancia insuperable, desarrollando una especial capacidad estrat¨¦gica y aprovechando las competencias distribuidas de la sociedad civil. Si la democracia ha efectuado el tr¨¢nsito de la polis al estado nacional, de la democracia directa a la representativa, no hay razones para suponer que no pueda hacer frente a nuevos desaf¨ªos, siempre y cuando se le dote de una arquitectura pol¨ªtica adecuada.
Dec¨ªa Robert Musil que ¡°la diferencia entre una persona normal y una que est¨¢ loca es que la normal tiene todas las enfermedades mentales, mientras que la loca tiene solo una¡±. Siguiendo esa analog¨ªa podr¨ªamos afirmar que la diferencia entre una democracia compleja y una simplificada es que la primera trata de equilibrar ¡ªaun pagando el precio de la inestabilidad o la contradicci¨®n¡ª valores, dimensiones y procedimientos diversos, en ocasiones dif¨ªcilmente compatibles, mientras que la segunda entroniza uno de sus procedimientos ¡ªya sea la voluntad instant¨¢nea del pueblo, las promesas de efectividad de los expertos o la estabilidad del orden legal¡ª y desprecia todo lo dem¨¢s. Si los seres humanos no nos volvemos locos es porque compensamos una desmesura con otra; algo similar ocurre con la democracia, que se mejora cuando se complica, es decir, articulando sus elementos de tal modo que se corrija la potencial deformidad de todo lo que no es contrapesado y limitado. Una democracia compleja es aquella capaz de orquestar equilibradamente todas sus dimensiones.
Daniel Innerarity es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Pol¨ªtica e investigador Ikerbasque en la Universidad del Pa¨ªs Vasco. Su libro 'Una teor¨ªa de la democracia compleja', de Galaxia Gutenberg, se publica ma?ana, mi¨¦rcoles 15 de enero.?
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