La paradoja del antimperialismo dependiente
Las redes geopol¨ªticas del bolivarianismo, fieles a la herencia de la Guerra Fr¨ªa, est¨¢n concebidas para servir de dique de contenci¨®n a EE UU en el contexto latinoamericano
Hubo un tiempo, durante la Guerra Fr¨ªa, en que las alianzas internacionales tend¨ªan a la reproducci¨®n de los mismos modelos pol¨ªticos. Los socialismos reales de Europa del Este se parec¨ªan todos entre s¨ª y las democracias occidentales, al margen de diferencias puntuales como las de los reg¨ªmenes parlamentarios y presidencialistas, adoptaban premisas jur¨ªdicas semejantes.
En las d¨¦cadas que han seguido a la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn parece haberse desatado un irreversible proceso de diferenciaci¨®n institucional de las democracias y los autoritarismos. Las sociedades se parecen cada vez m¨¢s por la universalizaci¨®n de la econom¨ªa de mercado, pero los estados nacionales y los reg¨ªmenes pol¨ªticos se distinguen en el curso de su institucionalizaci¨®n.
En la izquierda proveniente de las tradiciones comunistas o populistas latinoamericanas del siglo XX, aquella diferenciaci¨®n de fin de siglo gener¨® una ansiedad perceptible. La gran respuesta a la desorientaci¨®n que propiciaba la ausencia de un enclave geopol¨ªtico s¨®lido, como el que hab¨ªa representado el bloque sovi¨¦tico desde fines de los a?os 40, fue el proyecto bolivariano en la primera d¨¦cada del siglo XXI.
Al impulsar foros de integraci¨®n regional o continental, como Unasur o la Celac, y, sobre todo, crear una alianza fuertemente ideol¨®gica, el Alba, basada en el entendimiento estrat¨¦gico con Fidel y Ra¨²l Castro en Cuba, Hugo Ch¨¢vez dej¨® claro que uno de sus prop¨®sitos era dotar a la izquierda latinoamericana de una cobertura geopol¨ªtica que favoreciera la resistencia a la hegemon¨ªa hemisf¨¦rica de Estados Unidos. Unasur, Celac y la OEA se convirtieron en campos de batalla, donde la minor¨ªa bolivariana y la mayor¨ªa interamericana se hostilizaban mutuamente.
Ch¨¢vez busc¨®, a su vez, una interlocuci¨®n privilegiada con otros rivales de Estados Unidos en el mundo: Rusia, Bielorrusia, China, Ir¨¢n, Libia, Siria, Turqu¨ªa¡ Sin embargo, no todos los gobiernos bolivarianos se involucraron con la misma intensidad en aquellas redes. Gobernantes como Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia no acompa?aron plenamente la geopol¨ªtica de Ch¨¢vez y los Castro. M¨¢s bien, se mantuvieron en buenos t¨¦rminos con los organismos financieros internacionales y con foros interamericanos como la OEA.
A mediados de la d¨¦cada, cuando a las muertes de Ch¨¢vez y Castro se sumaron las primeras derrotas de la izquierda latinoamericana ¨Ctriunfo de la oposici¨®n venezolana en la Asamblea Nacional, de Mauricio Macri en Argentina y Sebasti¨¢n Pi?era en Chile, destituci¨®n de Dilma Rousseff en Brasil, fracaso de Evo Morales en el plebiscito reeleccionista de 2016-, comenz¨® a percibirse una p¨¦rdida de impulso en la geopol¨ªtica bolivariana. El descongelamiento diplom¨¢tico entre Estados Unidos y Cuba, en los ¨²ltimos a?os de la segunda administraci¨®n de Barack Obama, contribuy¨® a esa crisis.
Otros fen¨®menos en la pol¨ªtica regional, como la sucesi¨®n de poderes en Ecuador, favorable a Len¨ªn Moreno, quien tom¨® distancia del estilo de Correa, o la m¨¢s reciente crisis boliviana, que ha provocado el exilio de Evo Morales, tambi¨¦n debilitan el eje bolivariano. Los triunfos m¨¢s recientes de la izquierda, con Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador en M¨¦xico y Alberto Fern¨¢ndez en Argentina, no representan por s¨ª mismos un reforzamiento del Alba, a la que no pertenecen. Ambos mandatarios siguen la premisa de alcanzar buenas relaciones con Estados Unidos.
El evidente autoritarismo con que Nicol¨¢s Maduro y Daniel Ortega, los dos l¨ªderes que m¨¢s enf¨¢ticamente persisten en esa corriente, han conducido sus respectivas crisis, resta credibilidad e influencia a dicho bloque en la comunidad internacional. Pese a que Maduro ha intentado mantener el bolivarianismo a flote, con reuniones propagand¨ªsticas en Caracas y La Habana, la propia diplomacia cubana parece m¨¢s interesada en una profundizaci¨®n de sus v¨ªnculos con Argentina y M¨¦xico.
As¨ª como entre 2014 y 2016 tuvo lugar un debilitamiento del polo bolivariano, por efecto de la estrategia hemisf¨¦rica de Barack Obama, ahora podr¨ªa repetirse el fen¨®meno, aunque como consecuencia del ascenso de una izquierda m¨¢s moderada, que aspira a mantener en pie la colaboraci¨®n interamericana. Una vez m¨¢s, Venezuela, Nicaragua y Cuba van quedando fuera de las corrientes centrales de la regi¨®n, en la derecha, el centro o la propia izquierda.
Y como en ¨¦pocas pasadas, esos mismos reg¨ªmenes, por debajo de su unificadora ret¨®rica, experimentan una diferenciaci¨®n interna notable. Mientras Venezuela y Nicaragua se aferran a la f¨®rmula reeleccionista, haciendo depender los sistemas de esos pa¨ªses de la permanencia en el poder de Maduro y Ortega, en Cuba se inicia el tr¨¢nsito a una reelecci¨®n limitada, con el poder central ramificado en varios cargos ¨Cpresidente de la Rep¨²blica, presidente del Consejo de Estado y la Asamblea Nacional, primer ministro-, aunque bajo la hegemon¨ªa omn¨ªmoda del Partido Comunista ¨²nico.
Las redes geopol¨ªticas del bolivarianismo, fieles a la herencia de la Guerra Fr¨ªa, est¨¢n concebidas para servir de dique a la hegemon¨ªa de Estados Unidos en el contexto latinoamericano. Sin embargo, ante la crisis de algunos de sus miembros, como Bolivia, se pone de manifiesto que esas contenciones no rebasan ciertos l¨ªmites claramente instrumentales, como cuando el gobierno de Vladimir Putin reconoci¨® la presidencia interina de Jeanine A?ez.
China y Rusia ¨Cpor no hablar de Turqu¨ªa o Ir¨¢n- no son estados con prioridades en el desarrollo regional de Am¨¦rica Latina, como s¨ª lo fue la Uni¨®n Sovi¨¦tica en Europa del Este y Cuba hasta los a?os 80. Pero a la vez, las pol¨ªticas econ¨®micas de los miembros centrales del Alba siguen atadas a la planificaci¨®n estatal, como en Cuba, o al extractivismo energ¨¦tico como en Venezuela. M¨¢s que de Rusia o China esas econom¨ªas dependen crecientemente de Estados Unidos. De ah¨ª la insistencia de La Habana y Caracas en la derogaci¨®n de sanciones: una paradoja ¨Cla del antimperialismo dependiente-, que, por lo visto, no saben aprovechar los dise?adores de la pol¨ªtica latinoamericana en Washington.
Profesor e investigador? del?Centro de Estudios Hist¨®ricos del?Colegio de M¨¦xico.
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