Ocuparse de una mesa
A los pol¨ªticos les toca asumir lo que, seg¨²n Ch¨¦jov, tienen que aceptar los escritores: ¡°Quien entra en la danza tiene que danzar¡±
La costumbre de descalificar a alguien en cuanto se le ha asignado una posici¨®n concreta en el tablero pol¨ªtico viene de lejos. Tiene que ver con la pereza mental, con la afici¨®n a simplificar la discusi¨®n p¨²blica al reducirla a una simple batalla entre los nuestros y los otros; est¨¢ empapada del m¨¢s vulgar sectarismo. En 1888, Ch¨¦jov ya se lamentaba del af¨¢n de algunos por reducirlo a uno de los habituales bloques de la disputa pol¨ªtica. ¡°Temo a quienes buscan tendencias entre l¨ªneas y quieren verme a toda costa como liberal o conservador¡±, le contaba al poeta Alex¨¦i N. Plesch¨¦iev en una carta. ¡°No soy liberal, conservador, monje ni indiferente¡±, a?ad¨ªa. Y se quejaba luego de que a tanto farise¨ªsmo y a tanta necedad se hubieran sumado tambi¨¦n los cient¨ªficos, los literatos y los j¨®venes.
Nada nuevo bajo el sol. El a?o pasado se public¨® Sobre literatura y vida,una selecci¨®n de las cartas de Ch¨¦jov (se calcula que escribi¨® unas 4.500) que el responsable de la edici¨®n, Jes¨²s Garc¨ªa Gabald¨®n, complet¨® con unas cuantas opiniones del escritor ruso sobre cuestiones muy distintas, desperdigadas en entrevistas y textos de sus contempor¨¢neos, y una ristra de sus pensamientos (¡°Puede que nuestro universo se encuentre en el diente de un monstruo¡±: ?qu¨¦ maravilla!).
Cuando quiso concretar en qu¨¦ resid¨ªa la grandeza de Ch¨¦jov, la escritora italiana Natalia Ginzburg escribi¨®: ¡°Sabe interpretar a los seres m¨¢s dispares, ya se trate de perros, lobos, hombres o mujeres; a los ojos de todos ellos, el mundo puede parecer amigo o enemigo, afectuoso o terrible, pero resulta tan extra?o que la mirada aventurada es, sobre todo, de asombro¡±.
Asombro por un mundo que siempre resulta extra?o, en eso est¨¢ Ch¨¦jov. En otra carta, que le escribi¨® a una amiga que tambi¨¦n se dedicaba a la literatura, Mar¨ªa Vladim¨ªrovna Kiseliova, le explicaba lo que ocurr¨ªa cuando uno decide ponerse a escribir: ¡°Quien entra en la danza tiene que danzar, por m¨¢s horrible que sea, est¨¢ obligado a combatir su asco, a ensuciar su imaginaci¨®n con la inmundicia del mundo...¡±. Y es que las cosas pueden asombrar por extra?as, pero tambi¨¦n resultan dif¨ªciles, duras, implacables muchas veces. Inmundas.
Esta consideraci¨®n ¡ªquien entra en la danza tiene que danzar¡ª sirve tambi¨¦n para los pol¨ªticos. Cada cual puede tener los ideales y los proyectos y los valores que quiera, pero hay un punto donde no hay vuelta atr¨¢s y toca meter las manos en el barro, y procurar que la gesti¨®n de los problemas y desaf¨ªos vaya en la direcci¨®n que se considere la mejor posible. Ese llamamiento que est¨¢ haciendo el Partido Popular a la reprobaci¨®n moral del Gobierno de S¨¢nchez resulta extempor¨¢neo porque transmite la idea de que en pol¨ªtica las cosas son blancas o negras. Y suelen estar enmara?adas.
Uno de los contempor¨¢neos de Ch¨¦jov, que firmaba con el seud¨®nimo Schiller de Taganrog, recogi¨® en una semblanza del escritor un comentario que hizo alguna vez cuando hablaba de la creaci¨®n: ¡°Describir esto, por ejemplo, la mesa, tal cual es ¡ªa?adi¨® tras una peque?a pausa¡ª, es mucho m¨¢s dif¨ªcil que escribir la historia de la cultura europea...¡±. Lo que a ratos inquieta de los pol¨ªticos de hoy es que no se pongan de una vez con la mesa ¡ªlas pensiones, la correcci¨®n de la desigualdad, la emergencia clim¨¢tica, los problemas territoriales¡ª y sigan enredados en el ombligo de su particular idiosincrasia.
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