El Brexit pasa a la segunda fase
El proceso de salida de la Uni¨®n Europea no solo no ha terminado sino que acaba de comenzar y lo complicado viene ahora. Quedan apenas 11 meses para negociar un complicad¨ªsimo acuerdo
Despu¨¦s de un largo esfuerzo para lograr algo muy dif¨ªcil, el ser humano tiene la tentaci¨®n natural de relajarse, de celebrar, olvidando que, muchas veces, lo m¨¢s complicado viene despu¨¦s. Eso es precisamente lo que ocurre con el Brexit. Cuando el Reino Unido decidi¨® en junio de 2016 abandonar la Uni¨®n Europea, lo l¨®gico era pensar que cerrar¨ªa r¨¢pidamente un Acuerdo de Salida para poder concentrarse en la dura negociaci¨®n de un Acuerdo de Relaci¨®n Definitiva. Pero como el Acuerdo de Salida acab¨® convirti¨¦ndose en una interminable pesadilla, su desenlace ha hecho olvidar a muchos ¡ªcomo los que quieren repicar las campanas del Big Ben¡ª que el Brexit no s¨®lo no ha terminado, sino que lo complicado viene ahora. Como en un campeonato de f¨²tbol, simplemente hemos pasado a la siguiente fase. Y los partidos que quedan son especialmente duros.
Como mucho, podemos decir que el Brexit se ha zanjado desde el punto de vista pol¨ªtico, pero manteniendo intactos los riesgos econ¨®micos. O ni siquiera eso, pues, aunque se haya evitado el problema de una frontera f¨ªsica entre las dos Irlandas ¡ªcrucial para la paz en la isla¡ª, la segunda fase conlleva graves tensiones pol¨ªticas internas para el Reino Unido. La primera es la demanda de un nuevo refer¨¦ndum de independencia de Escocia, quien alega que el primero se celebr¨® bajo la falsa promesa de un Reino Unido europeo. Boris Johnson ha salvado su primer asalto rechazando formalmente esta posibilidad (es su potestad constitucional), pero este tema revivir¨¢, y de forma tanto m¨¢s agresiva cuanto m¨¢s brusca sea la salida econ¨®mica en diciembre. La segunda es la amenaza de reunificaci¨®n de Irlanda, una posibilidad a¨²n remota, pero hoy m¨¢s cercana que ayer, a la que contribuir¨¢n tres factores: el hecho de que, por primera vez, los diputados nacionalistas son m¨¢s que los unionistas (recordemos que, en este caso, los Acuerdos de Viernes Santo obligan a la celebraci¨®n de un refer¨¦ndum cuando existan indicios suficientes de que podr¨ªa haber una mayor¨ªa a favor de la reunificaci¨®n); la dura realidad de ver a una Irlanda del Norte plenamente integrada en Europa frente a una Gran Breta?a aislada comercialmente; y la constataci¨®n de que Johnson ment¨ªa cuando dec¨ªa que no habr¨ªa controles aduaneros en el mar de Irlanda para los productos destinados a Gran Breta?a (porque los habr¨¢, no lo duden: son t¨¦cnicamente consustanciales a la propia salvaguarda irlandesa).
La negociaci¨®n va a ser muy dura, y habr¨¢ m¨¢s discrepancias que antes entre Estados miembros
El 1 de febrero el Reino Unido pasar¨¢ formalmente a ser un pa¨ªs tercero respecto de la UE y perder¨¢ todos sus derechos pol¨ªticos, pero en todo lo dem¨¢s nada cambiar¨¢ hasta que termine el periodo transitorio, en principio el 31 de diciembre de 2020. Once escasos meses para negociar un complej¨ªsimo acuerdo que defina las relaciones econ¨®micas futuras entre la UE y el Reino Unido. Boris Johnson, como en la primera fase, ha comenzado apostando fuerte y anunciando que en ning¨²n caso solicitar¨¢ una pr¨®rroga (que, conforme al Acuerdo de Salida, podr¨ªa ser de uno o dos a?os y deber¨ªa acordarse antes del 1 de julio). Claro que su credibilidad es ¨ªnfima despu¨¦s de la negociaci¨®n del Acuerdo de Salida y, teniendo en cuenta que no est¨¢ ¡°muerto en una zanja¡±, sino disfrutando de la pr¨®rroga que jam¨¢s iba a pedir, no hay que descartar que en diciembre ¡ªen el tiempo de descuento¡ª se trague de nuevo sus bravatas y, justo antes de que el ¨¢rbitro pite el final, solicite una extensi¨®n.
Conviene recordar tres cosas importantes con vistas a los pr¨®ximos meses. La primera, que, a diferencia de lo que ocurr¨ªa con el Acuerdo de May que nunca lleg¨® a aprobarse, el Acuerdo de Salida actual no establece un nivel m¨ªnimo de integraci¨®n con la UE en caso de ausencia de acuerdo al final del periodo transitorio (el de May establec¨ªa una uni¨®n aduanera). En otras palabras, si no se cierra un acuerdo definitivo antes del 31 de diciembre, se producir¨¢ una salida ca¨®tica, un no-deal cuya ¨²nica diferencia con el de la primera fase ser¨¢ que, en este caso, afectar¨ªa s¨®lo a Gran Breta?a (Irlanda del Norte quedar¨ªa protegida por el paraguas del Acuerdo de Salida). Es decir, hemos evitado caer en el abismo, pero seguimos sentados al borde y con los pies colgando.
La segunda cuesti¨®n es que el acuerdo comercial b¨¢sico que propone Johnson como relaci¨®n definitiva ¡ªun acuerdo de libre comercio sin cuotas ni aranceles¡ª no elimina ni de lejos las fricciones en frontera. Si May apostaba por una uni¨®n aduanera es porque sab¨ªa que una zona de libre comercio apenas supone diferencias con un no-deal en t¨¦rmino de caos aduanero: hay que detener en frontera cada uno de los env¨ªos, ya que, adem¨¢s de los impuestos indirectos y los requisitos t¨¦cnicos y sanitarios, hay que comprobar el origen de las mercanc¨ªas que da derecho a la exenci¨®n arancelaria. Esto implica largos atascos y meses, quiz¨¢s a?os, hasta que el tr¨¢fico aduanero se normalice, con gran perjuicio para sectores muy dependientes de los plazos, como los productos agroalimentarios perecederos o la producci¨®n de autom¨®viles (ambos particularmente importantes para los intereses espa?oles).
No hay ninguna duda: el Brexit es y ser¨¢ siempre para el Reino Unido un gol en propia meta
La tercera cuesti¨®n es que, de tanto hablar de aranceles, parece que hemos olvidado que las econom¨ªas modernas son econom¨ªas de servicios, y que el comercio internacional de ¨¦stos es mucho m¨¢s din¨¢mico que el de bienes. Johnson anda presumiendo de que el nuevo Reino Unido ser¨¢ el adalid del libre comercio, pero, ir¨®nicamente, para lograrlo quiere antes cargarse el mejor acuerdo de servicios jam¨¢s alcanzado por el Reino Unido: la pertenencia al mercado ¨²nico. Qu¨¦ absurdo es que, pudiendo optar por un modelo de relaci¨®n muy integrado, como el de Noruega, prefiera el de Corea o Canad¨¢, m¨¢s apropiado para pa¨ªses lejanos con los que el grado de integraci¨®n productiva es m¨ªnimo.
La negociaci¨®n va a ser muy dura, y habr¨¢ m¨¢s discrepancias que antes entre Estados miembros. Adem¨¢s del comercio de bienes, la UE intentar¨¢ abordar cuestiones de pesca, transporte, energ¨ªa, servicios financieros y protecci¨®n de datos. Y si la salvaguarda de Irlanda atasc¨® el Acuerdo de Salida, aqu¨ª lo har¨¢n las cuestiones de competencia y convergencia regulatoria (level playing field). La UE no puede permitir, sin suicidarse comercialmente, que un pa¨ªs cercano e integrado productivamente juegue a una carrera fiscal o regulatoria a la baja. Y, como ha recordado la presidenta de la Comisi¨®n, cuanto mayor sea la capacidad de divergencia regulatoria del Reino Unido (incluso aunque no la utilice), m¨¢s lejos quedar¨¢ del acceso al mercado ¨²nico. Quiz¨¢s Johnson, cuando asuma que Trump s¨®lo vela por sus propios intereses comerciales, termine aceptando un Brexit m¨¢s blando, igual que termin¨® aceptando una salvaguarda muy similar a la de May. Si quiere acceso, tendr¨¢ que adoptar reglas en cuyo dise?o no podr¨¢ participar.
Que cada uno interprete el Brexit como quiera en t¨¦rminos hist¨®ricos o rom¨¢nticos, pero en la liga de la geopol¨ªtica, en el terreno de juego de la soberan¨ªa econ¨®mica internacional, cuando hablamos de ¡°recuperar el control¡±, no hay ninguna duda: el Brexit es y ser¨¢ siempre para el Reino Unido un gol en propia meta.
Enrique Fe¨¢s es t¨¦cnico comercial y economista del Estado, e investigador asociado del Real Instituto Elcano.
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