Bolivia: anatom¨ªa de un derrocamiento
La salida electoral pactada entre el Gobierno y el Congreso no puede ocultar que la Presidencia de ??ez se propone ir mucho m¨¢s all¨¢ de un Gobierno transitorio destinado a convocar elecciones
¡°Fue golpe, no fue fraude¡±, ¡°Fue fraude, no fue golpe¡±. Estos relatos organizan dos visiones polares de lo ocurrido en Bolivia tras las elecciones del 20 de octubre pasado que derivaron, luego de tres semanas de crisis pol¨ªtica, en la renuncia de Evo Morales. El 10 de noviembre se pon¨ªa fin, as¨ª, a 14 a?os de Gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), un partido sui g¨¦neris cuyo n¨²cleo duro son los campesinos cultivadores de coca en el Tr¨®pico de Cochabamba. Desde 2005, el MAS logr¨® una in¨¦dita porci¨®n del poder en un contexto particular: el declive de las ¨¦lites tradicionales de la regi¨®n andina y las dificultades de las ¨¦lites econ¨®micas emergentes, con base en la regi¨®n oriental de Santa Cruz, para construir una visi¨®n de pa¨ªs que trascendiera su regi¨®n. Fue en ese escenario, atravesado por una enorme conflictividad social, que amplios sectores urbanos se mostraron dispuestos a votar por un candidato de origen ind¨ªgena-campesino como Morales a fines de 2005, y lo siguieron haciendo alentados por los datos macroecon¨®micos y la falta de candidatos alternativos atractivos. Los resultados electorales, casi siempre por encima del 60%, llevaron al MAS a controlar dos tercios del Parlamento y, con ello, todos los poderes del Estado.
Esa concentraci¨®n de poder, en gran parte en manos de Evo Morales, es lo que entr¨® en crisis al insistir con su repostulaci¨®n luego de haber perdido el refer¨¦ndum de febrero de 2016. El documental ¡°Antes del golpe¡±, del periodista Diego Gonz¨¢lez, deja ver que la ¨²ltima campa?a presidencial careci¨® de la m¨ªstica de anta?o y que el uso del aparato estatal reemplaz¨® la potencia de los movimientos sociales, ya con sus c¨²pulas crecientemente ¡°estatizadas¡±, envueltas en procesos clientelares y desconectadas de las bases. Los d¨¦ficits democr¨¢ticos en el manejo del Estado ya ven¨ªan alimentando un nuevo tipo de oposici¨®n urbana, de base m¨¢s juvenil, pero fueron las denuncias del manejo irregular del conteo de votos lo que termin¨® de erosionar el ¡°capital moral¡± del Gobierno.
Es sobre esto que se mont¨® una suerte de contrarrevoluci¨®n que tuvo como epicentro a la regi¨®n agroindustrial de Santa Cruz de la Sierra (lo cual no resulta novedoso en la historia boliviana), se extendi¨® por el pa¨ªs y termin¨® involucrando primero a la polic¨ªa, cuyo amotinamiento tuvo un fuerte impacto pol¨ªtico, y luego a las Fuerzas Armadas, que le ¡°sugirieron¡± a Morales que renunciara y luego tutelaron la asunci¨®n de su sucesora, la senadora conservadora Jeanine ??ez. Fue esta participaci¨®n militar la que dio un car¨¢cter de golpe a la renuncia de Morales.
Entremedio hubo una in¨¦dita movilizaci¨®n de sectores urbanos que, hasta ahora, hab¨ªan tendido a protestar sobre todo desde las redes sociales, y que incluy¨® a grupos violentos. En paralelo, se vislumbr¨® un ¡°desinfle¡± de la capacidad de movilizaci¨®n de las bases del MAS. Un elemento decisivo fue la constituci¨®n, sobre la marcha, de un eje novedoso entre Santa Cruz y Potos¨ª, una regi¨®n donde el MAS mantuvo la mayor¨ªa pero involucrada en una serie de batallas regionalistas, sobre todo para conseguir m¨¢s recursos (Potos¨ª es sede de las grandes reservas de litio de Bolivia). Luis Fernando Camacho, un empresario conservador cruce?o, se ali¨® con el potosino Marco Pumari, hijo de un minero. Ambos actuaron desde la cabeza de los ¡°comit¨¦s c¨ªvicos¡± de sus regiones, instituciones que agrupan a las fuerzas vivas y cuya misi¨®n es bregar por los intereses locales. Este ¡°eje geopol¨ªtico¡± fue clave en el derrocamiento de Morales, porque mostraba unidos a dos extremos del pa¨ªs tanto desde el punto de vista ¨¦tnico como geogr¨¢fico y en alguna medida pol¨ªtico. Su eficacia desplaz¨® del escenario al ex presidente Carlos Mesa, segundo en las elecciones del 20 de octubre, quien no logr¨® encontrar su lugar en un escenario de radicalizaci¨®n pese a su ef¨ªmera conversi¨®n sin fe al discurso duro.
En el devenir de los acontecimientos se acumularon muchos descontentos, pese a que las cifras macroecon¨®micas fueron una de las fortalezas de los Gobiernos de Morales. Entre sectores medios m¨¢s ¡°blancos¡±, hubo, sin duda, en estos a?os, una dosis de ¡°p¨¢nico de estatus¡±; y entre sectores urbanos populares, la sensaci¨®n de que los beneficios del ¡°proceso de cambio¡± fueron en mayor medida para los campesinos que para ellos. A su vez, en el bloque anti-Evo hubo ¡ªy hay feministas, ecologistas, liberal-democr¨¢ticos o simplemente conservadores, e incluso anticomunistas estilo Bolsonaro. Pero m¨¢s all¨¢ de esta diversidad, la derecha, incluso en su versi¨®n religiosa, corre con ventajas para construir el sentido de la ¡°revoluci¨®n¡± anti-masista respecto de los discursos alternativos.
La salida electoral pactada entre el Gobierno y el Congreso, controlado por el MAS y con su poder muy debilitado, no puede ocultar que la Presidencia de ??ez se propone ir mucho m¨¢s all¨¢ de un Gobierno transitorio destinado a convocar elecciones y deshacer el legado de Morales. Para ello, se viene hilando un relato que reduce el periodo del MAS a mera corrupci¨®n y dictadura. Hasta se mostraron las habitaciones presidenciales para reforzar la idea de que Evo Morales viv¨ªa como un ¡°jeque ¨¢rabe¡±, lo que claramente no coincid¨ªa con lo que se ve¨ªa en las im¨¢genes, m¨¢s all¨¢ de lo que se opine sobre la compra de un avi¨®n presidencial o la construcci¨®n de la est¨¦ticamente dudosa Casa Grande del Pueblo como nueva sede del Gobierno.
De esa forma, se ve en operaciones una cl¨¢sica reacci¨®n antipopulista cuyo costado democr¨¢tico tiende a ceder r¨¢pidamente ante las perspectivas restauradoras de viejos ¨®rdenes y jerarqu¨ªas sociales. Las carencias democr¨¢ticas en estos 14 a?os fueron reales, pero el r¨¦gimen del MAS estuvo lejos de ser una tiran¨ªa. Estas expresan debilidades institucionales propias del populismo pero tambi¨¦n de una cultura pol¨ªtica local, por lo que no comenzaron ni terminar¨¢n con el MAS. En este marco, el Ministerio de Gobierno (Interior) ech¨® a andar la tesis de que el pa¨ªs est¨¢ infestado de terroristas extranjeros y desde el Ministerio de Comunicaci¨®n se amenaz¨® a los ¡°periodistas sediciosos¡±, al mismo tiempo que el Gobierno protagonizaba incidentes diplom¨¢ticos con M¨¦xico y Espa?a y reforzaba una ret¨®rica nacionalista sobre una ¡°conspiraci¨®n internacional¡± contra Bolivia.
Por su lado, mientras denuncia el golpe, el MAS ¨Cal menos su ala parlamentaria, parte de ella parcialmente distanciada de Morales¨C ha reconocido de hecho a ??ez, a la que le envi¨® la ley de convocatoria a elecciones para su promulgaci¨®n, lo que da forma a un escenario institucional confuso y crispado, con decenas de detenciones y prisiones preventivas de funcionarios del Gobierno anterior, junto a grupos de civiles que los increpan y hasta rodean sus casas.
Hay tres palabras claves del nuevo relato: ¡°hordas¡± ¨Clos militantes del MAS son reducidos a meros grupos de choque facinerosos¨C; ¡°despilfarro¡± ¨Cel ampliamente elogiado manejo macroecon¨®mico habr¨ªa sido una mera realidad virtual¨C y ¡°tiran¨ªa¡± ¨Clos ¨²ltimos 14 a?os habr¨ªan sido puro despotismo estatal¨C. Frente a este relato, el MAS intenta otro: el de un Gobierno que no cay¨® por sus defectos sino por sus aciertos, lo que m¨¢s all¨¢ de su exactitud deja de lado cualquier visi¨®n autocr¨ªtica del pasado reciente.
En este escenario se va dibujando un panorama electoral a¨²n incierto para las elecciones del 3 de mayo: el binomio Camacho-Pumari ocupa el espacio ubicado m¨¢s a la derecha; Carlos Mesa busca posicionarse en el ¡°centro¡± frente a los ¡°extremos que causan chispas¡±, y el MAS intenta reorganizarse en medio de fuertes tensiones internas. El binomio presidencial entre Luis Arce (exministro de Econom¨ªa) y David Choquehuanca (excanciller con peso en las regiones aymaras y distanciado estos a?os del expresidente) fue decidido en Buenos Aires como una soluci¨®n de compromiso entre la voluntad de Evo Morales y la de las bases, y hay que ver si logra reunir al MAS y recrear su m¨ªstica interna. Por lo pronto con esta f¨®rmula se busca atraer a sectores medios sin perder la identidad ind¨ªgena y campesina del MAS.
Falta saber si ??ez se decide finalmente a postularse y trata de capturar el espacio ubicado entre el centro y la derecha. En todo caso, el anti-evismo, dividido en m¨²ltiples siglas, buscar¨¢ triunfar en una segunda vuelta, donde el partido del expresidente la tiene m¨¢s dif¨ªcil. Mientras tanto queda por ver si las elecciones son una v¨¢lvula de descompresi¨®n o combustible para la inestabilidad.
En cualquier caso, es posible que unas nuevas elecciones no basten para cicatrizar las heridas que vive Bolivia. Quiz¨¢s cuando baje la espuma se puedan hacer balances m¨¢s sosegados de estos a?os irreductibles a simplificaciones extremas propias de las burbujas de filtro de las redes sociales.
Pablo Stefanoni es un historiador argentino y jefe de redacci¨®n de Nueva Sociedad, una revista latinoamericana de ciencias sociales.
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