Crimen perfecto
Trump cuenta con un s¨®lido argumento, que no tiene nada que ver con la justicia, la moral o la raz¨®n: la disciplina partidista de los senadores republicanos
No hace falta que el presidente de Estados Unidos cometa un delito para que sea destituido. El impeachment sigue las reglas de un juicio, pero no es un juicio penal, sino pol¨ªtico. Las tareas del instructor y a la vez del fiscal corren a cargo de la C¨¢mara de Representantes, cuyo pleno aprob¨® la acusaci¨®n por dos delitos, abuso de poder y obstrucci¨®n a la investigaci¨®n. El tribunal sentenciador es el Senado, compuesto por 100 senadores, que deben alcanzar los dos tercios para condenar al acusado a la ¨²nica pena prevista: la destituci¨®n.
De un delito presidencial probado se deduce que le seguir¨¢ la destituci¨®n, pero no toda destituci¨®n necesita un delito de car¨¢cter penal. La l¨®gica del impeachment no es sencilla y constituye parte del debate que suscita el art¨ªculo 2 de la Constituci¨®n. El presidente ser¨¢ destituido en caso de ¡°traici¨®n, corrupci¨®n u otros cr¨ªmenes y faltas graves¡±. El abuso de poder y la obstrucci¨®n de la investigaci¨®n son algunos de esos cr¨ªmenes y faltas graves de los que se acusa a Trump.
Este principio ha sido propugnado por uno de los juristas m¨¢s prestigiosos de la abogac¨ªa estadounidense como es Alan Dershowitz, defensor de O. J. Simpson, de Harvey Weinstein y ahora tambi¨¦n en el equipo de Donald Trump, y obligado por tanto a desmentirse. ¡°Si alguien ocupa el cargo de presidente y abusa de la confianza y llega a poner en peligro nuestra libertad ¡ªdeclar¨® hace unos a?os respecto al impeachment¡ª no hace falta que haya cometido un crimen definido t¨¦cnicamente¡±.
El presidente, seg¨²n opini¨®n mayoritaria, no puede ser juzgado por la justicia ordinaria, ni siquiera en caso de flagrante delito. Antes debe ser destituido. De esta dificultad deriva la prudencia del fiscal especial Robert Mueller, que investig¨® las complicidades de Trump en las interferencias de Rusia en las elecciones presidenciales, y eludi¨® cualquier pronunciamiento que le se?alara directamente, a pesar de la acumulaci¨®n de indicios culpables.
Trump no niega los hechos delictivos: la coacci¨®n a un dirigente extranjero para beneficiarse personalmente en las pr¨®ximas elecciones presidenciales y luego la obstaculizaci¨®n de la investigaci¨®n del Congreso. Niega que sean delito y reivindica tales acciones como parte de sus poderes y privilegios. ¡°Fue perfecto¡±, ha asegurado. Cuenta con un s¨®lido argumento, que no tiene nada que ver con la justicia, la moral o la raz¨®n: la disciplina partidista de los senadores republicanos.
En la primera sesi¨®n del juicio, los republicanos rechazaron la admisi¨®n de nuevos testigos y pruebas documentales. Quieren resolver el tr¨¢mite lo m¨¢s pronto posible y llegar al voto absolutorio, hasta ahora perfectamente disciplinado y seguro. Los dem¨®cratas creen que sin m¨¢s pruebas y testigos y sin controversia de argumentos, no habr¨¢ un juicio justo. Anuncian, adem¨¢s, que la verdad que ahora se oculte no tardar¨¢ en salir, para verg¨¹enza de quienes la han ocultado. Pero entonces ser¨¢ quiz¨¢s demasiado tarde para salvaguardar las instituciones de la democracia.
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