Buen comienzo
El pacto salarial demuestra que el di¨¢logo social es posible y rentable
El acuerdo del Gobierno con los sindicatos y la patronal para subir el salario m¨ªnimo interprofesional (SMI) a 950 euros mensuales despeja de un solo golpe varias incertidumbres pol¨ªticas y econ¨®micas asociadas a la formaci¨®n del Ejecutivo de coalici¨®n PSOE-Unidas Podemos. Para empezar, confirma la apuesta social del equipo de Pedro S¨¢nchez, algo que no por largamente proclamado antes e inmediatamente despu¨¦s de las elecciones pod¨ªa darse por sentado. Para continuar, porque la puesta en acci¨®n del ¨¢rea econ¨®mica del Gobierno ha sido fulgurante; apenas una semana despu¨¦s del juramento de los nuevos ministros, se ha alcanzado un acuerdo social de primer orden, con las reticencias calculadas de la patronal, pero que abre la puerta a nuevos acuerdos futuros y permite abrigar esperanzas de que la legislatura resuelva o mitigue algunos de los problemas sociales m¨¢s acuciantes de la sociedad espa?ola.
La mejor noticia, no obstante, hay que interpretarla en la apertura de un di¨¢logo social, est¨¦rilmente abandonado por la pol¨ªtica espa?ola desde hacer bastante tiempo, con visos de constituirse en una herramienta decisiva para la econom¨ªa espa?ola. La negociaci¨®n social no lo resolver¨¢ todo y quiz¨¢ fracase en alg¨²n caso, pero es la v¨ªa m¨¢s adecuada en una econom¨ªa democr¨¢tica. El acuerdo sobre el SMI demuestra que se puede negociar con una patronal que parec¨ªa hoscamente contraria a las pol¨ªticas anunciadas por la coalici¨®n de Gobierno y que, sin embargo, despu¨¦s de resolver algunas de sus contradicciones internas, ha acabado por aceptar su papel en un loable ejercicio de responsabilidad.
Editoriales anteriores
La precariedad no puede sostenerse como modelo econ¨®mico para Espa?a. Los trabajadores tienen que recuperar parte del poder adquisitivo devastado por las pol¨ªticas de ajuste durante la crisis, no solo porque la tarea del Gobierno consiste en mejorar las condiciones de la mayor¨ªa social sino porque una retribuci¨®n irrisoria acaba por deteriorar el consumo, es decir, a largo plazo opera en contra de los intereses empresariales. Por otra parte, la pol¨¦mica sobre los supuestos da?os que causa una subida del SMI en generaci¨®n de empleo, est¨¢ pr¨¢cticamente finiquitada. Ni siquiera es aceptable argumentar que un SMI m¨¢s alto condena a una parte de los trabajadores cualificados a la econom¨ªa sumergida, porque la respuesta inmediata es que quien contrata en negroest¨¢ cometiendo un delito.
Los buenos comienzos exigen continuidad para que sean socialmente rentables. Hay que aprovechar las expectativas abiertas en el ¨¢mbito de la negociaci¨®n social para situar en ejercicios venideros el SMI en el 60% del salario mediano, siempre que se consiga el acuerdo debido con los agentes sociales y que el crecimiento de la productividad global lo permita. Tambi¨¦n es una oportunidad nada desde?able para encauzar en una mesa negociadora una rectificaci¨®n consensuada de la reforma laboral de Rajoy. Es muy probable que en esta rectificaci¨®n necesaria haya puntos de acuerdo entre el Gobierno, los sindicatos y la patronal. Con la precariedad contractual, aplicada sin c¨¢lculo ni mesura en tiempos de crisis, sucede lo mismo que con el salario precario: que no es el modelo que necesita y merece la sociedad espa?ola.
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