Medir el bienestar
El aumento de la desigualdad pide mejores estad¨ªsticas sobre redistribuci¨®n
El aumento de la desigualdad econ¨®mica en todo el mundo, el deterioro del empleo y la aparici¨®n del cambio clim¨¢tico como condici¨®n econ¨®mica prioritaria conducen inevitablemente a la cuesti¨®n de si las sociedades est¨¢n aplicando las estad¨ªsticas adecuadas para medir la riqueza. Este debate ha estado presente en Davos; forma parte tambi¨¦n del inter¨¦s de destacadas instituciones econ¨®micas internacionales m¨¢s prestigiosas, como la OCDE, que ha preparado un indicador de bienestar. Como tantas otras ideas, no es nueva. La insuficiencia de los indicadores macroecon¨®micos como el PIB o la cantidad de empleo creado por una econom¨ªa para medir la riqueza real ha estado presente en las discusiones entre economistas al menos desde la d¨¦cada de los noventa. Pero ahora es un debate p¨²blico en el que se han implicado los agentes econ¨®micos y sociales, adem¨¢s de los Gobiernos.
Ni el PIB ni las estad¨ªsticas cuantitativas miden realmente la riqueza de un pa¨ªs o de un grupo social. Por lo tanto, carecen de verosimilitud para establecer el bienestar social. La verdadera riqueza de un pa¨ªs se mide por su capacidad para mejorar la vida de sus ciudadanos; por lo tanto, requiere no solamente m¨¢s producci¨®n, sino tambi¨¦n redistribuci¨®n.Una estad¨ªstica cuantitativa como el PIB est¨¢ pensada para aconsejar sobre la planificaci¨®n econ¨®mica de un pa¨ªs; no considera la desigualdad entre rentas y grupos ni incluye otros factores de satisfacci¨®n que pueden resultar tan importantes como la propia cantidad de riqueza generada en bruto. La suma total nada nos dice de la suerte de las partes.
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La propuesta de indicador de la OCDE es un modelo de lo que se pretende conseguir con estad¨ªsticas m¨¢s ambiciosas, orientadas a medir en cuanto mejora la calidad de vida de los ciudadanos. A la producci¨®n y el consumo a?ade indicadores sobre el acceso a la educaci¨®n y a la salud, las infraestructuras disponibles y la calidad en el empleo. No es descabellado proponer que un indicador de bienestar incluya adem¨¢s una medida de calidad medioambiental, es decir, el grado de deterioro de la salud (y no s¨®lo f¨ªsica) inducido por la calidad del aire respirable o el entorno urbano. El problema de los indicadores sint¨¦ticos del bienestar es que integran par¨¢metros imprecisos por naturaleza, medidos en algunos casos por estimaciones indirectas. Sin embargo, las t¨¦cnicas de encuesta tienen un margen de mejora que puede cerrar el debate actual sobre la subjetividad de tales c¨¢lculos indirectos.
La tarea de los Gobiernos no se agota en aumentar la cantidad de producci¨®n, de consumo o de empleo; se les requiere para que mejoren la situaci¨®n de los ciudadanos. Desde esa perspectiva, que es la que empieza a plantearse en los foros internacionales, los responsables pol¨ªticos necesitan un ¨ªndice, lo m¨¢s exacto posible, del bienestar social y de los elementos que configuran la estabilidad pol¨ªtica. Si disponen de estad¨ªsticas de bienestar, los Gobiernos podr¨¢n planificar la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos, de la misma forma que hasta ahora, con estad¨ªsticas de crecimiento, se han limitado a planificar aumentos del PIB. El conocimiento de la situaci¨®n social evitar¨¢ adem¨¢s que los gestores p¨²blicos puedan alegar ignorancia sobre, por ejemplo, el reparto de rentas y patrimonios. Para corregir la desigualdad, el primer paso es identificarla y medirla.
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