La moda de ser tonto y parecerlo
Hay una permanente sucesi¨®n de bobos haciendo o diciendo bobadas. Casi nadie se esfuerza por fingirse inteligente
EL 14 DE ENERO estaba fuera de Madrid con mi mujer, Carme, haciendo juntos recados. A ella le quedaba uno pendiente, as¨ª que nos separamos y me volv¨ª a casa. A los pocos minutos me entr¨® por mi viejo Nokia un mensaje de mi editora Pilar, en el que me dec¨ªa: ¡°Hemos detectado una cuenta falsa de Alfaguara en la que anuncian que has fallecido. Estoy segura de que es un idiota italiano que nos ha hecho esto mismo con Vargas. Vamos a lanzar un desmentido. Pero te lo aviso para que est¨¦s al tanto y no te alarmes¡±. Andaba yo corrigiendo un texto, de modo que me limit¨¦ a responderle: ¡°Vale. No me alarmo¡±, y segu¨ª a lo m¨ªo. Ni siquiera le di las gracias en contra de mi costumbre. Al cabo de un rato lleg¨® mi mujer, a la que por fortuna hab¨ªa llamado otra persona de la editorial, el eficaz Gerardo, violento por verse obligado a contarle esta an¨¦cdota cretina. Y aun as¨ª le pregunt¨®: ¡°Pero ?Javier est¨¢ contigo?¡± En aquel mism¨ªsimo momento no lo estaba, pero me hab¨ªa visto diez minutos antes, menos mal. Pese a la presteza de Alfaguara, una de mis mejores amigas, Mercedes, tambi¨¦n la telefone¨®, con el alma en vilo. En vista de lo cual me pareci¨® conveniente (hasta aquel instante hab¨ªa hecho caso omiso) advertir con un mensaje a unas cuantas personas pr¨®ximas, por si el bulo las alcanzaba y se llevaban un disgusto gratuito. (El deficiente italiano me hizo perder bastante tiempo.) Mercedes me dijo m¨¢s adelante que se hab¨ªa enterado por llamadas de gente inquietada o ya f¨²nebre (ella trabaja conmigo, as¨ª que se la presum¨ªa fuente de informaci¨®n fidedigna), y que durante veinte minutos, hasta que habl¨® con Carme, se enfrent¨® angustiada a la idea de que hab¨ªa muerto de un infarto, como afirmaba la cuenta falsa.
Esto es muy viejo. Ya Mark Twain reaccion¨® ante la noticia de su defunci¨®n tild¨¢ndola de ¡°exagerada¡±. Y Borges, si mal no recuerdo, calific¨® la suya de ¡°prematura¡±. Los dos tuvieron raz¨®n y los dos mostraron humor. Obviamente, dar esa clase de noticia carece de m¨¦rito y de imaginaci¨®n, porque llegar¨¢ un d¨ªa en que ser¨¢ cierta para todo el mundo, y a cualquiera le puede dar un infarto hoy o ma?ana. Hacerla pasar por verdadera, as¨ª pues, est¨¢ tirado: siempre puede ocurrir. Uno se limita a preguntarse qu¨¦ clase de cretino se dedica a propagar bulos tan tontos, ramplones y da?inos. No para la persona cuyo fallecimiento se inventa, sino para sus allegados. No me quito de la cabeza que para mi amiga Mercedes los veinte minutos de incertidumbre se le hicieron eternos. Y Carme me dijo: ¡°Menos mal que ha pasado estando juntos. De haber estado yo en mi ciudad y t¨² en la tuya, no quiero ni pensarlo¡±. No se sabe ¡ªa m¨ª me resulta imposible, todav¨ªa, ponerme en el lugar de un cretino manifiesto¡ª qu¨¦ saca en limpio ese italiano. Me cuentan que unos d¨ªas antes de ¡°matarme¡±, hab¨ªa ¡°apiolado¡± a un soci¨®logo franc¨¦s y a un famoso ensayista estadounidense?, tres en una semana. Quiz¨¢ hay gente que tiene prisa por que desaparezcamos los vivos, que considera que somos muchos los que escribimos y que hay que causar bajas lo m¨¢s r¨¢pidamente posible.
He dicho ¡°quiz¨¢¡± y es seguro. No todos lanzan bulos ni crean cuentas falsas, pero son legi¨®n los usuarios de las descerebradas redes sociales dese¨¢ndole la muerte a alguien que les cae mal, o cuyas opiniones los contrar¨ªan, o que conf¨ªan en ¡°ocupar el puesto¡± de quien se muera. S¨ª, hay demasiados individuos impacientes, a los que s¨®lo cabe contestar: ¡°Aguanten, que llegar¨¢ antes o despu¨¦s, eso que tanto ans¨ªan. Pero han de aguantar, o corren el riesgo de palmarla ustedes antes. Por muy j¨®venes que sean, no deben creerse a salvo. El infarto o la carretera se?alan a quienes les parece, sin orden de edad ni atendiendo a probabilidades¡±. El episodio no me va a hacer v¨ªctima de supersticiones ni me produjo melancol¨ªa. Bueno, esto ¨²ltimo s¨ª, pero no por m¨ª, sino por la imbecilidad abrumadora y generalizada de nuestra ¨¦poca. Creo que por primera vez en la historia est¨¢ de moda ser idiota y comportarse como tal. Infinitas cosas lo han estado, pero casi todas ten¨ªan presumir como objetivo: de culto, de rico, de enterado, de inteligente, de astuto, de transgresor, de ingenioso, de elegante, de sabio, todo ello positivo en teor¨ªa. Ahora est¨¢ de moda aparecer como bondadoso (o solidario, o ¡°emp¨¢tico¡±) y ser malvado. Pero, por encima de todo, ser tonto y parecerlo. Uno echa un vistazo a las noticias o a los programas m¨¢s fr¨ªvolos y apenas se diferencian: hay una permanente sucesi¨®n de bobos haciendo o diciendo bobadas. Casi nadie se esfuerza por fingirse inteligente, ni por resultar inteligible, que es m¨¢s f¨¢cil. Salen Presidentes (Trump, Johnson, Maduro, Erdogan, S¨¢nchez) y ministras, actrices, tertulianos, escritores, polit¨®logos, supuestos cient¨ªficos, psic¨®logos, directores de teatro, incluso m¨¦dicos, y es raro el que no suelta una sandez incoherente o una obviedad, o balbucea frases incomprensibles y contradictorias; eso s¨ª, con una sonrisa ufana y crey¨¦ndose que deslumbra o hace gracia. Claro que hay excepciones (en disminuci¨®n vertiginosa) que a menudo son mal vistas. Si uno no hace el ganso ni anuncia una burrada, est¨¢ dando la nota, o acaso ofende a las huestes crecientes de tontos vocacionales. El idiota italiano que me mat¨® antes de tiempo por lo visto es popular¨ªsimo. En las imbecilizadas redes sociales, como corresponde.
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