Deshaciendo lo com¨²n
Cuesta creer que un Estado pueda preservar su unidad a medio plazo cuando sus ciudadanos comparten cada vez menos cosas
Si abri¨¦semos el angular para preguntarnos qu¨¦ es lo m¨¢s importante que ha ocurrido en Espa?a en los ¨²ltimos dos siglos, la respuesta no ser¨ªa distinta que en otros pa¨ªses europeos: el tr¨¢nsito de una sociedad agraria a una industrial y de servicios, y la democratizaci¨®n de la ciudadan¨ªa, con la igualdad entre hombre y mujer en muy primer plano. Esto es lo m¨¢s importante. Pero si nos preguntamos en cambio por lo m¨¢s singular de la trayectoria pol¨ªtica espa?ola de los ¨²ltimos doscientos a?os, mi respuesta ser¨ªa esta otra: la evoluci¨®n de la relaci¨®n de la izquierda con la idea de Espa?a, y su paulatino intercambio de papeles con el centro y la derecha.
Me explico. Aunque a menudo se presenta el siglo XIX espa?ol como un fracaso en t¨¦rminos de construcci¨®n nacional, lo cierto es que dicha tesis tiene mucho de falacia retrospectiva. Si Espa?a no se hubiera constituido como comunidad nacional entonces, hoy no estar¨ªamos teniendo muchos de los debates que tenemos. M¨¢s ajustado ser¨ªa decir que, habiendo tenido una primera fase exitosa, existe un momento, acaso m¨¢s reciente de lo supuesto, en que el sentimiento de copertenencia empieza a decaer. Lo que me importa destacar aqu¨ª es que fue la izquierda espa?ola ¨Clo que entonces era izquierda: liberales radicales y progresistas, de todos los territorios¨C la que con m¨¢s pasi¨®n defendi¨® la idea una naci¨®n constitucional, mientras que fueron los sectores conservadores los apegados a una "Espa?a de los pueblos". Es notable c¨®mo esa concepci¨®n, digamos, foralista del pa¨ªs, una suerte de confederaci¨®n de pueblos preconstitucionales, ha migrado hoy a la izquierda. As¨ª, Idoia Mendia ha se?alado que la "concordia entre territorios" debe ser la se?a de identidad del PSOE. El principio de ciudadan¨ªa igualitaria, en cambio, es reclamado por partidos de centro y de derecha. Y cuando en el Congreso se votan cuestiones como una selectividad ¨²nica o una tarjeta sanitaria com¨²n, la izquierda vota en contra y la derecha a favor.
Podemos decirlo as¨ª: en lugar de buscar un equilibrio entre ambos, la izquierda abandona lo com¨²n, convertido en desvalor, para encumbrar lo propio. La derecha recoge lo que la izquierda desatiende y, de pronto, s¨ªmbolos comunes o una educaci¨®n biling¨¹e (tambi¨¦n en espa?ol) son cosas pretendidamente de derechas. Algo chocante examinado con ojos de fuera: "resulta perturbador ver que actualmente toda la izquierda espa?ola considera ¡°progresista¡± este regreso de Espa?a hacia la afirmaci¨®n de las identidades territoriales" escribe Barbara Loyer en Le Monde. ?Espa?a se rompe? No lo s¨¦. Pero cuesta creer que un Estado pueda preservar su unidad a medio plazo cuando sus ciudadanos tienen cada vez menos y menos cosas en com¨²n, con el benepl¨¢cito de una izquierda m¨¢s y m¨¢s volcada en el monocultivo de las pertenencias locales. Espa?a es un delicado equilibrio entre lo com¨²n y lo propio, y lo com¨²n parece no contar ya para la izquierda.
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