Dominic Cummings, el mago del Brexit se pone manos a la obra
El autor de la campa?a que gan¨® el refer¨¦ndum en 2016 se dispone ahora a transformar el pa¨ªs como jefe de gabinete del primer ministro
La gran inc¨®gnita que ocupa a Dominic Cummings se llama Boris Johnson. ?El primer ministro es como ¨¦l, de los que prefiere dar la vuelta al caj¨®n de trastos y ordenarlo de nuevo o se resignar¨¢ a recolocarlo todo para dar una apariencia de novedad? ?Prefiere tambi¨¦n la destrucci¨®n creadora o, finalmente, no es m¨¢s que otro ejemplar de la ¡°pol¨ªtica chimpanc¨¦¡±? ¡°La mayor parte de nuestra pol¨ªtica responde todav¨ªa al lenguaje y a la moralidad de las tribus primitivas cazadoras y recolectoras: ¡®?A favor de qu¨¦ jefe debemos gritar m¨¢s para que nos resuelva nuestros problemas?¡¯. Nuestra ¡®pol¨ªtica de chimpanc¨¦¡¯ tiene una l¨®gica evolutiva; el poderoso instinto de formar parte de un grupo es el reverso de nuestra hostilidad hacia los otros grupos¡±. La reflexi¨®n la escrib¨ªa Cummings en uno de sus largos retiros intelectuales y espirituales en la granja que sus padres, un empresario y una maestra, tienen en Durham. Su blog es el delirio mental de un genio que aborrece de los personajes de inteligencia mediana que pueblan el paisaje p¨²blico del Reino Unido y que aspira a cambiar las cosas con la ayuda de las respuestas al caos ideadas por la ciencia y el mercado. Las pel¨ªculas de James Bond, la poes¨ªa de T. S. Eliot, la prosa de Pericles o Tolst¨®i, todo lo combina con un caudal de pensamientos propios en el que se atisban destellos de genialidad.
Cummings (Durham, Reino Unido, 48 a?os) es, por ahora, el poder que mueve los hilos detr¨¢s de la figura carism¨¢tica y popular de Johnson. Es un estratega con objetivos concretos, que va dejando atr¨¢s como pruebas superadas. Sus enemigos le aborrecen e intentan presentarlo como un vendedor de crecepelos cuya ca¨ªda siempre est¨¢ cerca. No ayuda su est¨¦tica, tan provocadora como sus ideas. Sorprende en las escasas fotograf¨ªas en las que aparece como la sombra permanente del primer ministro. En una esquina, siempre apoyado con aparente desgana, con alguna camiseta que nunca toc¨® la plancha y pantalones que por alg¨²n milagro no est¨¢n ya en los tobillos.
Los admiradores destacan su instinto pol¨ªtico y su capacidad para conectar con los sentimientos de la gente. Producto de colegio privado y de las aulas de Oxford (licenciado en Historia Antigua y Moderna, fluidez en ruso), tiene ese inmenso desprecio a las ¨¦lites de los que han sido acogidos entre ellas. En su juventud pas¨® por la Rusia salvaje que despertaba al capitalismo (particip¨®, de hecho, en el proyecto ruinoso de una l¨ªnea a¨¦rea que uniera Samara con Viena). A su regreso al Reino Unido, entr¨® en contacto con grupos muy conservadores. Se asoci¨® con Business for Sterling, una organizaci¨®n empresarial que hizo campa?a para evitar la incorporaci¨®n al sistema monetario del euro. En ¨¦l se fij¨® un pol¨ªtico brillante y ambicioso, Michael Gove, al frente del Ministerio de Educaci¨®n durante el Gobierno de David Cameron. Sus planes para dar un giro radical al sistema educativo brit¨¢nico chocaron de inmediato con los profesores, las instituciones escolares y el prestigioso Servicio Civil. Cummings logr¨® en poco tiempo labrarse un batall¨®n de enemigos. Su desprecio manifiesto hacia el propio Cameron y hacia su socio de coalici¨®n, el viceprimer ministro liberal dem¨®crata, Nick ?Clegg, lleg¨® a tal nivel que el a¨²n primer ministro, Cameron, lo defini¨® en p¨²blico como un ¡°psic¨®pata profesional¡±.
El gur¨² de Boris Johnson quiere hacer de la isla un centro de inteligencia artificial, rob¨®tica y energ¨ªas renovables
La rehabilitaci¨®n lleg¨® cuando ech¨® mano de ¨¦l Matthew Elliott, el jefe de la campa?a Vote Leave, que agrup¨® los intereses de todos los euroesc¨¦pticos en el refer¨¦ndum del Brexit de 2016. El actor Benedict Cumberbatch contribuy¨® a engordar la leyenda cuando interpret¨® al propio Cummings en la pel¨ªcula Brexit: The Uncivil War (Brexit: la guerra incivil). ¡°?Por qu¨¦ no le gust¨® a nadie?¡±, pregunta el personaje a su esposa, la periodista Mary Wakefield, del semanario conservador The Spectator. La capacidad del cine para resumir en una secuencia y presentar como una revelaci¨®n genial lo que probablemente fue una idea rumiada en el tiempo muestra a Cummings garabateando en una pizarra hasta dar con el eslogan Take Back Control (recuperemos el control). El mensaje, desafiante hacia Europa y ¨¦pico en su nacionalismo, cal¨® en muchos brit¨¢nicos. Sobre todo, gracias a la disciplina de Johnson, que lo repet¨ªa hasta siete veces en una misma frase. Por eso recurri¨® de nuevo a Cummings para su campa?a electoral del pasado diciembre. Y otra frase pegadiza, Get Brexit Done (hagamos ya el Brexit realidad, vendr¨ªa a significar), llev¨® a Johnson hasta Downing Street. Cummings percibi¨® mejor que nadie el hartazgo de muchos ciudadanos despu¨¦s de tres a?os de par¨¢lisis pol¨ªtica y aliment¨® el resentimiento de todos los que sent¨ªan que los pol¨ªticos intentaban sortear el resultado del refer¨¦ndum.
La misi¨®n del gur¨² estrella es ahora darle la vuelta al Reino Unido. Liberado de ¡°las cadenas de la Uni¨®n Europea¡±, Cummings quiere convertir la isla en el centro mundial de rob¨®tica, inteligencia artificial y energ¨ªas renovables. Y ha convocado para ello a todos los ¡°cient¨ªficos, expertos en datos, economistas¡ y a los raritos e inadaptados con habilidades especiales¡± para transformar Downing Street en un laboratorio de ideas. Johnson, de momento, le deja hacer. Y sus enemigos esperan mientras tanto el momento en que vuelva a convertirse en una molestia y el primer ministro compruebe que, en la ¡°pol¨ªtica del chimpanc¨¦¡±, solo hay hueco para un jefe que se d¨¦ golpes en el pecho.
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